
El asalto a la razón - Carlos Marín
8-febrero-06
La mañana de ayer, el reincidente lector Daniel González escribió en un correo electrónico estas líneas perturbadoras:
… ¿Qué diablos están haciendo funcionarios cubanos hospedándose en hoteles gringos, en hoteles del imperio al que califican de enemigo? ¿Por qué habiendo tantos hoteles mexicanos fueron a entregar su dinero (dinero del gobierno de Cuba) a un hotel imperialista? Ahora exhibidos, ¿cómo entender que funcionarios cubanos negocien con empresarios estadunidenses, representantes del malvado capitalismo, asuntos energéticos de Cuba? ¿Cómo que le andan haciendo el caldo gordo al imperio? Y conociendo a Castro, siempre estará la posibilidad de que nada de esto sea fortuito.
El remitente, sin embargo, coincide en que “el Sheraton esté obligado a respetar las leyes de México y regresar la lana…”.
Por la tarde, en Radio Fórmula, Ciro Gómez Leyva entrevistó a Edelmiro Castellanos, un periodista cubano disidente del régimen de Fidel Castro, quien puso de relieve las “aristas no contempladas” del suceso, que fortalecen el comentario de Daniel González:
“Creo que se trata de un incidente calculado, provocado por las autoridades castristas para colocar en una situación crítica al gobierno mexicano, como ha sucedido en todas las crisis desde 2001. La oposición en México no iba a desperdiciar la ocasión para acusar al gobierno de Fox de sumisión a Castro. Había que ser demasiado ingenuo para creer que la elección de un hotel operado por una subsidiaria norteamericana iba a ser casual. Las propias declaraciones de los cubanos –“no esperamos nada de las autoridades mexicanas”– revelan una provocación. La clase política mexicana exige con toda justicia y todo derecho la aplicación de las leyes mexicanas, pero ya debe llegar el momento de que le haga un llamado al dictador para que deje de provocar incidentes en el país. Que deje de considerar a los políticos mexicanos como marionetas. El dictador maneja a su antojo a esa clase política sin que se le ponga un hasta aquí, pero la medida es inaceptable. En lo del Sheraton vemos la conmovedora preocupación del gobierno de Castro por la soberanía mexicana, cuando su gobierno ha intervenido en todos los países de la región. En el caso mexicano, se debe recordar el caso Ahumada y el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, con el veredicto extraterritorial de que era un asunto que tenía connotaciones políticas que implicaba a funcionarios mexicanos. Fue una intromisión grosera, sin precedentes. Ciro, si revisas los incidentes con México y otros siete u ocho gobiernos latinoamericanos con motivo de los derechos humanos, a todos les toma días recuperarse de la sorpresa. Esto surge de él, de Castro, que es un político con psicología gangsteril que sabe explotar muy bien el tabú gringo, y pone a la prensa de un país a cubrir el tema que quiere. Debe estar muy divertido, debe estar gozando, pero se le debe ya poner un alto porque ésta fue una provocación deliberada y calculadamente hecha. Los perros de Castro no desconocían que el Sheraton es lo que es y que está junto a la embajada americana porque ellos lo han utilizado frecuentemente para hacer inteligencia...”.
El mexicano González y el cubano Castellanos tienen razón: la delegación isleña (que estuvo encabezada por un viceministro del gobierno castrista) no estaba conformada por 16 “turistas despistados”.
Más allá de la reprobable conducta de la administración del María Isabel Sheraton (informó ya que no retuvo depósito alguno a los expulsados porque el encuentro fue contratado por una empresa estadunidense), no queda más que advertir que el caso tiene la huella de otro astuto fidelazo.