Pablo Hiriart
La Crónica
Lunes 5 de Junio de 2006
"A la memoria de David Romero Ceyde"López Obrador tiene un programa para quebrar a México.El ingrediente esencial de la quiebra del país, en caso de ganar la Presidencia, no es únicamente su política económica.
La quiebra de México se va a dar por el desencanto popular ante el incumplimiento de sus promesas.
Y, desde luego, por la demolición de las instituciones democráticas.
Reprobado dos veces en la materia de Economía en la Universidad.
Ha prometido que todas las familias que tengan menos de diez mil pesos de ingresos mensuales, van a disponer de un 20 por ciento más de su salario gracias a rebajas en los precios del gas, la gasolina, la luz, útiles escolares gratis, medicinas gratis para todos, etc., etc.
Su propuesta tiene un costo de 80 mil millones de pesos y dice que la va a financiar con una política de austeridad, con recortes a los sueldos de los altos funcionarios públicos, lo que le va a permitir ahorros por cien mil millones de pesos.
Las cuentas, sin embargo, no le dan para tanto. Vaya, ni para un mínimo.
La alta burocracia del país está compuesta por dos mil 800 funcionarios que ganan en promedio 116 mil 702.25 pesos mensuales.
El total anual que se paga a esos funcionarios alcanza la cifra de cuatro mil 300 millones de pesos, en números redondos.
Vamos a suponer que les baje el sueldo a la mitad: significa un ahorro de dos mil 150 millones de pesos.
Es decir, para ahorrar 100 mil millones de pesos le estarían faltando 97 mil 850 millones al año.
Por el camino de recortar el sueldo a la burocracia media y alta, no le salen las cuentas. ¿De dónde va a sacar lo que necesita?
El grueso de los servicios personales —así se denomina a los salarios en el presupuesto— se va al pago de médicos, enfermeras y profesores.
¿Va a dejar de pagar sueldos en los hospitales y en las escuelas?
Es absurdo.
Como absurdo es pretender bajarle el sueldo a los funcionarios de nivel medio y alto.
El subsecretario va a ganar como director.
El director va a ganar como jefe de departamento.
El jefe de departamento va a ganar como analista.
Y el analista, ¿va a tener que pagar por trabajar?
Su propuesta es inviable por donde se le mire.
Pero el sólo hecho de enunciarla entraña un riesgo.
Su discurso de apoyo a los pobres ha calado hondo en amplios sectores populares que, de buena fe y con entusiasmo, creen que con López Obrador van a salir de la pobreza a la que están sometidos por la voracidad de los ricos de este país.
Con el programa de gobierno de López Obrador, los pobres van a ser más pobres.
Y una desilusión de ese tamaño va a tener consecuencias sociales graves.
Todo eso abona en su tarea de quebrar a México.
En una reciente reunión con los rectores de las universidades públicas del país, agrupados en la ANUIES, López Obrador esbozó lo que será su política para las instituciones de educación superior: ya no habrá rechazados y el presupuesto para las
universidades no estará condicionado a la calidad académica sino al número de alumnos.
Textualmente dijo que a él le gustaría "que hubiera calidad en la enseñanza, pero en un país como el nuestro eso, aunque es importante, no es lo más urgente: lo más urgente es la cobertura".
Esa propuesta, apunta Jorge Fernández en su columna de Excélsior, es profundamente elitista: "solamente lograría deteriorar la calidad de las universidades públicas hasta hacerles imposible competir con las privadas que por supuesto continuarán apostando a la calidad y a seleccionar a sus estudiantes y aprovisionando al mercado laboral de alto nivel".
En pocas palabras: el joven que carezca de recursos para pagar una universidad privada, estará condenado a ocupar los puestos inferiores en el mercado de trabajo, pues esos lugares van a ser para los egresados de instituciones preocupadas por la calidad académica.
O se tendrán que ir al subempleo.
¿Así va a beneficiar a los pobres?
Claro que no. Lo suyo es un engaño. Y lo peligroso, insistimos, es la reacción posterior de los desilusionados, que culparán de su fracaso a los ricos, a los partidos, al sistema político.
Pero esa no es la única pinza que hay en el programa de López Obrador que va a provocar la fractura del país.
Su desprecio por las instituciones democráticas es la crónica anunciada de una crisis mayor. Política, social y económica.
Veamos un botón de muestra. La semana anterior estuvo en Guadalajara, e hizo dos precisiones importantes. Dijo que va a impedir que el Banco de México "beneficie a grupos especuladores con un manejo técnico (sic) o ideológico, y mucho menos un manejo sextario de la economía, que es lo que ha venido pasando (sic)".
Lo que nos está anunciando López Obrador es que sí va a interferir en las políticas del Banco de México, concretamente en aquellas que a él no le gustan porque desde su muy peculiar punto de vista cree que benefician "a los ricos".
Nos está diciendo, desde ahora, que no va a respetar la autonomía del Banco de México.
Y el Banco de México autónomo ha sido el que ha mantenido la estabilidad financiera del país.
Se lo va a cargar. Sobre aviso no hay engaño.
El mismo destino le espera al Congreso y a poder Judicial. Como jefe de Gobierno del Distrito Federal los atacó de manera constante y en ocasiones violenta, como fue la toma de San Lázaro orquestada por Martí Batres, su subsecretario de gobierno de López Obrador.
¿Va a actuar de manera diferente si es que llega a la Presidencia?
En esa visita a Guadalajara del jueves anterior, arremetió contra los organismos financieros internacionales. Contra las directrices del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Alabó al presidente Kirchner de Argentina que supo hacer una buena negociación de la deuda externa, "eso es lo que vamos a buscar, utilizar todo el instrumental de la política para sacar adelante al país".
¿De qué habla López Obrador?
Por lo visto, sigue creyendo que el problema central de México es la deuda externa y las condiciones del FMI.
La deuda externa ya no es un problema para el país desde 1989, año en que la reestructuró con una muy buena negociación su odiado Carlos Salinas de Gortari.
Alguien tiene que decirle a López Obrador que ahora México tiene más reservas en dólares que el monto de la deuda externa.
El de la deuda es un problema de Argentina, que el candidato presidencial del PRD lo está importando para México.
¿Qué quiso decir con eso?
¿Que va a poner, como en Argentina, un "corralito" que impide a los ahorradores sacar su dinero del banco?
¿Va a instaurar otra vez el control de cambios?
Confiemos en que sólo sea su ignorancia la que habla.
¿De dónde le salió su enojo contra el FMI y el Banco Mundial?
Hace muchos años que México no firma una carta de intención con esos organismos financieros internacionales. Hace más de una década, para ser precisos.
La visión económica que nos presentó López Obrador está atrasada en 20 años.
¿Qué nos espera, con esa mentalidad, si gana las elecciones presidenciales?
Nos espera lo que al Distrito Federal, pero en grande.
El INEGI reporta que de 2000 a 2004 el Distrito Federal fue la única entidad del país que registró un crecimiento económico negativo (menos 1.75 por ciento), mientras la media nacional fue de 6 por ciento de incremento y en 18 estados el crecimiento promedio fue de 12 por ciento, es decir, siete veces más que en la capital del país gobernada por López Obrador.
Y si a lo anterior sumamos la desilusión por el engaño, el empobrecimiento por el atraso y el embate contra las instituciones democráticas del país, no es una exageración afirmar que si gana López Obrador va a quebrar a México.