noviembre 23, 2006

El populismo pierde su atractivo en Latinoamérica

John Lyons
Dow Jones Newswires

Quito, 22 de noviembre – El fantasma populista que parecía recorrer América Latina a comienzos de este año se está esfumando.

Si bien el desencanto con las reformas de libre mercado todavía está anclado de manera profunda en la región, las elecciones presidenciales muestran que los votantes han apostado por una fuerza aún más poderosa: la estabilidad económica.

En los últimos 10 años, la inflación ha retrocedido en forma constante en la región. Por primera vez en décadas, la inflación en países como México, Perú, Ecuador y Brasil se ubica en un sólo dígito. En los últimos cinco años, el crecimiento económico ha sido sólido, aunque muy lejos de ser estelar.

Gracias a esta estabilidad, muchos votantes de clase trabajadora han podido comprar una vivienda, obtener préstamos y tener su primera tarjeta de crédito. En la medida que estos electores se integran al sistema económico, se vuelven más cautelosos a la hora de apostarlo todo a recetas populistas, como la cesación de pagos, gastos deficitarios, propiedad estatal de las industrias; que en el pasado generaron desastres económicos.

Esta dinámica ha jugado un rol importante en las últimas elecciones en la región, a pesar de los notorios esfuerzos de Hugo Chávez, el presidente venezolano, por hacer lo contrario y por forjar un bloque anti-estadounidense.

En los comicios presidenciales de Costa Rica, en febrero, el expresidente Óscar Arias, Premio Nóbel de la Paz en 1987, se impuso sobre un candidato que quería revertir un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. En junio, el otrora populista Alan García volvió a la presidencia peruana con un discurso a favor del libre comercio –y aprovechando los temores de los votantes hacia la creciente influencia de Chávez en la región.

Un mes después, el ex gobernador de la Ciudad de México, perdió las elecciones presidenciales al no lograr apoyo suficiente entre la clase trabajadora de las ciudades del centro y el norte del país.

Por otra parte, si bien políticos socialistas de mucho tiempo ganaron en Brasil y Chile, lo hicieron defendiendo políticas a favor del libre mercado. Este mes, en Nicaragua, Daniel Ortega, antiguo líder sandinista, ganó de nuevo la presidencia del país, pero incluso él se posicionó como un candidato de la estabilidad y la reconciliación. Como tema de campaña, utilizó la frase de John Lennon, “Give peace a chance (demos una oportunidad a la paz)”, no las tesis económicas de Lenin.

El único candidato presidencial que luce con probabilidades de ganar este año con una plataforma de intervención del estado en la economía, redistribución del ingreso y una política exterior anti-estadounidense es el propio Chávez, quien busca la reelección y quien dispone de miles de millones de dólares en ingresos petroleros para repartirlos entre sus seguidores.

“(Desde el punto de vista político) no hemos logrado lo que a principios de este año creímos que lograríamos”, dijo Efrén Andrades, ex-ministro de Agricultura de Chávez y actual profesor en la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela.

Los comicios presidenciales que se celebrarán en Ecuador este domingo muestran el creciente desencanto con los candidatos que prometen reformas económicas y cambios radicales. Hace unas semanas, Rafael Correa, un telegénico profesor universitario, saltó a la cabeza de las preferencias electorales al asociarse estrechamente con Chávez, prometer disolver el Congreso, rehacer la Constitución y renegociar la deuda externa. Durante sus mítines de campaña, golpeaba el aire con su cinturón, para mostrar la forma en que planeaba azotar a los ricos del país para obligarlos a ayudar a los pobres.

Pero en la medida que los votantes comenzaron a preocuparse por sus espectáculos histriónicos, Correa tuvo que desplazarse al centro. Ahora, en sus actos de campaña, rara vez menciona sus planes para rediseñar la economía o redactar una nueva constitución. En vez de ello, se concentra en temas, como mejorar la vivienda, que apoya incluso su oponente conservador, el magnate bananero Álvaro Noboa.

Tras moderar su postura, Correa se ha recuperado y se encuentra en un virtual empate con Noboa. “La economía de Ecuador no es sostenible”, dijo Correa. “Yo hablo de cambios para crear empleos (y) generar industrias productivas”.

Desde luego, el populismo está lejos de morir. América Latina sigue siendo un terreno fértil para los políticos que prometen una fuerte intervención estatal y distanciarse de la economía de libre mercado. Esto se debe a que los beneficios del reciente crecimiento económico han fluido principalmente hacia las élites, lo que creó una desigualdad en los ingresos que sólo se compara con la del África subsahariana. El resentimiento está a flor de piel entre los pobres y la clase trabajadora.

En México, es probable que Felipe Calderón, el presidente electo de tendencia conservadora y quien ganó por una ventaja de menos de un punto porcentual, se vea acosado por López Obrador, quien dijo haber perdido la elección por un fraude y quien el pasado lunes se nombró a sí mismo presidente “legítimo” del país.

Néstor Kirchner, el mandatario argentino que redujo los pagos de la deuda externa y estableció controles de precios, es el favorito para reelegirse el próximo año.

“Los electores están optando por la estabilidad, pero sería un gran error interpretarlo como un respaldo a las políticas latinoamericanas tradicionales”, dijo Michael Shifter, vicepresidente del centro de estudios Inter-American Dialogue en Washington. “Todavía existe mucha frustración en la región”.

Así, hasta ahora, los fracasos electorales de los candidatos populistas han sido buenas noticias para las empresas y los inversionistas extranjeros. A lo largo de la última década, empresas como Citigroup y Wal-Mart Stores han invertido miles de millones de dólares en la región, con la esperanza de que la estabilidad económica y la creciente riqueza de los consumidores expandan los mercados locales. Asimismo, los funcionarios estadounidenses pueden respirar más tranquilos porque Chávez no ha sido capaz de conformar un bloque anti-estadounidense poderoso, en lo político y en lo económico, en la región.

También existen poderosas restricciones para los gobiernos que pretenden instrumentar políticas populistas. En diciembre, el líder indígena Evo Morales ganó la presidencia boliviana y nacionalizó los sectores del petróleo y el gas. Pero Morales, un acérrimo aliado de Chávez, no ha sido capaz de completar la nacionalización, porque el Estado carece de los ejecutivos y los recursos para administrar los campos de propiedad privada.

Editado por Juan Carlos Jolly
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