Duncan Kennedy
BBC, México
El mundo del contrabando cubre una amplia gama de productos: drogas, armas, alcohol, tabaco...
Pero en México, el crimen organizado se ha movilizado hacia un nuevo mercado: el de los cactus, que se ha convertido en un negocio multimillonario avivado por la enorme demanda que hay por algunas de las especies.
La doctora Leia Sheinvar puede ayudarnos a entender por qué.
Esta experta en cactus, con 40 años de experiencia, dirige a sus invitados hacia una habitación cerrada en Ciudad de México.
Al otro lado del candado y las llaves, hay un mundo único de estas especies vegetales protegidas por su rareza y su valor.
Los colores varían desde el verde, hasta el rosa y el azul.
Algunos son tan altos como árboles, mientras que otros, como el Ariocarpus Kotschoubeyanus que nos mostró la doctora Sheinvar, tienen un tamaño similar al dedo de un bebé.
"Hace tiempo", dice mirando la planta, "este cactus se vendía en Europa al peso: más caro que el oro".
Grandes beneficios
Se calcula que hay unas 2.000 especies diferentes de cactus, un tipo de plantas típico del continente americano, y México acoge un 46% de esas variedades.
Es triste que la herencia floral de México se dilapide por dinero
Salvador Arias, experto en cactus de la UNAM
Entre ellas, plantas como la Aztekium Hintonii , un pequeño cactus globular, y la Astrophytum Asterias , popularmente conocida como astrofito o "erizo marino", están incluidas desde hace tiempo en la lista de especies protegidas.
A lo largo de los años, la resistencia de los cactus, espinosa pero delicada, ha sido fuente de inspiración para compositores y artistas, pero ahora estas plantas están atrayendo la atención de un sector menos grato: el del crimen organizado.
Adrian Reuter, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus iniciales en inglés), tiene por profesión seguirle la pista a los contrabandistas de cactus.
Reuter ha oído que algunas especies inusuales mexicanas han sido extraídas ilegalmente del país para satisfacer la demanda en el extranjero de compradores dispuestos a pagar hasta US$10.000 por un solo ejemplar.
"Los riesgos para el crimen organizado son pocos y los beneficios son fenomenales", explicó Reuter.
El incremento del contrabando de cactus ha estado alimentado por los intereses de los coleccionistas privados y por la creciente práctica en Estados Unidos de adaptar los jardines a un concepto desértico con el objetivo de disminuir la necesidad de regadío.
Según los investigadores, el problema ahora en México es tan grave que ya no se hace pública la ubicación de nuevas especies cuando son descubiertas para mantener a los contrabandistas a raya.
Reuter nos mostró fotografías de los traficantes con las manos en la masa. En una de las imágenes se ve a tres hombres con palas desenterrando un gigantesco cactus en el desierto.
Otra imagen muestra una maleta llena de especies pequeñas envueltas en papel. La valija había sido incautada por funcionarios de aduana en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México.
El investigador nos habló también de un mercado callejero en el que se venden ilegalmente especies protegidas de cactus.
En el mercado
Decidimos comprobarlo por nosotros mismos e hicimos una filmación secreta.
Después de visitar varios puestos, encontramos una especie sospechosa entre los cactus que nos ofreció una vendedora.
De confirmarse la ilegalidad del producto, la mujer podría recibir una multa de hasta US$25.000, o pasar dos años en prisión.
Pero aquí en México, con frecuencia no se aplica la ley.
Cuando le mostramos la filmación a Salvador Arias, un experto en cactus de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos confirmó que las especies encontradas habían sido arrancadas del desierto, en lugar de ser cultivadas bajo licencia.
"Para mí está claro que son ilegales", dijo.
"Se pueden distinguir las plantas de contrabando. Suelen estar más dañadas y vienen con ese aspecto perfecto que uno suele encontrar en los centros de jardinería".
Ahora, las autoridades creen que el tráfico de cactus es la tercera actividad de contrabando más lucrativa de México, después del tráfico de drogas y de armas.
Pero es raro que haya procesos judiciales al respecto (se cree que el último fue hace dos años), entre otras razones porque la policía mexicana concentra sus esfuerzos en la lucha contra los carteles de la droga.
Mientras, los enormes desiertos de México se vuelven cada vez más lucrativos.
"¿De verdad importa que se lleven unas cuantas plantas?", le pregunté al académico Arias.
"Sí", respondió.
"No son sólo unas cuantas plantas. Con frecuencia están a punto de extinguirse. Es triste que la herencia floral de México se dilapide por dinero. Cuando estas plantas desaparezcan, ya no volverán".
abril 14, 2008
Los sentimentales
Macario Schettino
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal
14 de abril de 2008
Las herencias del régimen de la Revolución son difíciles de borrar. Los privilegios que otorgó a empresarios, sindicatos, centrales campesinas y universidades nos siguen ahorcando: no recaudamos, no hay competencia en los mercados, no hay cómo pagar las prebendas sindicales y lo poco que se puede juntar acaba en manos de campesinos improductivos, profesores incapaces y jubilados de cincuenta años de edad. México no puede avanzar económicamente por estos privilegios, que el régimen utilizó para comprar voluntades por décadas.
Pero más grave aún es el otro resabio del viejo régimen: ese discurso mítico, vacío y simplista, sobre el que se construyó un remedo de identidad: el nacionalismo revolucionario. Ese conjunto de mentiras y medias verdades que equiparaba nación con revolución, forzando a cada uno a ser revolucionario para poder ser mexicano. Es ese “pequeño priísta que todos llevamos dentro”, según frase que hace un cuarto de siglo todavía tenía sentido.
Hoy ya no es así porque ya no es el PRI el guardián de la mitología. Ese partido entendió, hace veinte años, que el experimento había fracasado y que era necesario buscar alternativas. Las ha buscado intentando, al mismo tiempo, no perder demasiado poder. Ha sido razonablemente exitoso. A pesar de sus dificultades electorales, la astucia política producto de la experiencia les ha permitido ocupar el espacio que otros han rechazado.
Es precisamente en ese reconocimiento implícito del PRI acerca del fracaso del régimen en donde se encuentra el carácter autodestructivo de la izquierda electoral mexicana. Izquierda que fue marginal hasta que fue invadida por el nacionalismo revolucionario, dando como resultado una propuesta anacrónica por todos lados. Ni la herencia marxista, ni la cardenista, pueden servir como base para la competencia democrática. No hay, en esas dos vertientes, ningún espacio para la democracia liberal, que es la que hoy existe en el mundo. Hay, sin duda, discursos justicieros, prédicas revolucionarias, arengas movilizadoras. Hay, en el fondo, una creencia en la superioridad moral de sus planteamientos, que no pueden ser sujetos, por eso mismo, a ninguna ley ni a ningún ejercicio electoral. Su verdad explica todo y cubre todo, por eso es totalitaria.
Vemos hoy una expresión más de ese pensamiento absoluto, incapaz de utilizar argumentos. Porque sólo un ingenuo puede creer que es debate lo que quieren. Quieren tiempo, quieren espacio, quieren provocar, a la espera de que los demás caigan en el garlito. Quieren un enfrentamiento, tal vez incluso unos pocos mártires, que den paso a la violencia, el único lenguaje compatible con la revolución. Ganar a golpes lo que los votos les han negado.
Como en otras ocasiones, sus desplantes vienen acompañados de abajofirmantes. Erróneamente llamados intelectuales, puesto que no es el intelecto el que les dicta, este grupo de “sentimentales” está defendiendo creencias. Aún antes de que hubiera algo que discutir, ya rechazaban cualquier propuesta. Porque cualquier cosa que se proponga en el siglo XXI irá en contra del discurso mitológico que ellos defienden.
Es el inmenso lastre mental del nacionalismo revolucionario, vacío y simplista, que fue la religión nacional y sigue siendo la de muchas personas. Incluso la de estos sentimentales, que no pueden aceptar que el régimen que ayudaron a construir, que han defendido siempre, fue un experimento fallido. México fue un fracaso en el siglo XX gracias a ese régimen, gracias a ese mítico conjunto de creencias seudonacionalistas, pero también seudosocialistas.
Si usted cree que López Obrador, o los miembros del FAP, tienen algún interés en defender al país, lo lamento mucho. Si usted cree, todavía, que México tuvo algún éxito durante el siglo XX, lo siento. Si usted, como los sentimentales abajofirmantes, no ha podido liberarse de ese inmenso lastre mental, en verdad es una lástima.
México fue un gran fracaso durante el siglo XX, porque el régimen de la Revolución fue un mal experimento. Pero eso es pasado. Querer mantenerlo hoy ya no es un simple error, es estulticia pura.
www.macario.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal
14 de abril de 2008
Las herencias del régimen de la Revolución son difíciles de borrar. Los privilegios que otorgó a empresarios, sindicatos, centrales campesinas y universidades nos siguen ahorcando: no recaudamos, no hay competencia en los mercados, no hay cómo pagar las prebendas sindicales y lo poco que se puede juntar acaba en manos de campesinos improductivos, profesores incapaces y jubilados de cincuenta años de edad. México no puede avanzar económicamente por estos privilegios, que el régimen utilizó para comprar voluntades por décadas.
Pero más grave aún es el otro resabio del viejo régimen: ese discurso mítico, vacío y simplista, sobre el que se construyó un remedo de identidad: el nacionalismo revolucionario. Ese conjunto de mentiras y medias verdades que equiparaba nación con revolución, forzando a cada uno a ser revolucionario para poder ser mexicano. Es ese “pequeño priísta que todos llevamos dentro”, según frase que hace un cuarto de siglo todavía tenía sentido.
Hoy ya no es así porque ya no es el PRI el guardián de la mitología. Ese partido entendió, hace veinte años, que el experimento había fracasado y que era necesario buscar alternativas. Las ha buscado intentando, al mismo tiempo, no perder demasiado poder. Ha sido razonablemente exitoso. A pesar de sus dificultades electorales, la astucia política producto de la experiencia les ha permitido ocupar el espacio que otros han rechazado.
Es precisamente en ese reconocimiento implícito del PRI acerca del fracaso del régimen en donde se encuentra el carácter autodestructivo de la izquierda electoral mexicana. Izquierda que fue marginal hasta que fue invadida por el nacionalismo revolucionario, dando como resultado una propuesta anacrónica por todos lados. Ni la herencia marxista, ni la cardenista, pueden servir como base para la competencia democrática. No hay, en esas dos vertientes, ningún espacio para la democracia liberal, que es la que hoy existe en el mundo. Hay, sin duda, discursos justicieros, prédicas revolucionarias, arengas movilizadoras. Hay, en el fondo, una creencia en la superioridad moral de sus planteamientos, que no pueden ser sujetos, por eso mismo, a ninguna ley ni a ningún ejercicio electoral. Su verdad explica todo y cubre todo, por eso es totalitaria.
Vemos hoy una expresión más de ese pensamiento absoluto, incapaz de utilizar argumentos. Porque sólo un ingenuo puede creer que es debate lo que quieren. Quieren tiempo, quieren espacio, quieren provocar, a la espera de que los demás caigan en el garlito. Quieren un enfrentamiento, tal vez incluso unos pocos mártires, que den paso a la violencia, el único lenguaje compatible con la revolución. Ganar a golpes lo que los votos les han negado.
Como en otras ocasiones, sus desplantes vienen acompañados de abajofirmantes. Erróneamente llamados intelectuales, puesto que no es el intelecto el que les dicta, este grupo de “sentimentales” está defendiendo creencias. Aún antes de que hubiera algo que discutir, ya rechazaban cualquier propuesta. Porque cualquier cosa que se proponga en el siglo XXI irá en contra del discurso mitológico que ellos defienden.
Es el inmenso lastre mental del nacionalismo revolucionario, vacío y simplista, que fue la religión nacional y sigue siendo la de muchas personas. Incluso la de estos sentimentales, que no pueden aceptar que el régimen que ayudaron a construir, que han defendido siempre, fue un experimento fallido. México fue un fracaso en el siglo XX gracias a ese régimen, gracias a ese mítico conjunto de creencias seudonacionalistas, pero también seudosocialistas.
Si usted cree que López Obrador, o los miembros del FAP, tienen algún interés en defender al país, lo lamento mucho. Si usted cree, todavía, que México tuvo algún éxito durante el siglo XX, lo siento. Si usted, como los sentimentales abajofirmantes, no ha podido liberarse de ese inmenso lastre mental, en verdad es una lástima.
México fue un gran fracaso durante el siglo XX, porque el régimen de la Revolución fue un mal experimento. Pero eso es pasado. Querer mantenerlo hoy ya no es un simple error, es estulticia pura.
www.macario.com.mx
Pierde estación Gutiérrez Vivó
Fernando Mejía Barquera
Milenio
A partir del pasado jueves, el noticiario radiofónico Monitor sólo se transmite por una frecuencia: XENET, 1320 de AM. El Grupo Monitor, presidido por José Gutiérrez Vivó, ha perdido la concesión de la otra emisora que operaba, 1560 AM (XEINFO), en beneficio de Eduardo Henkel, empresario que en 2004 le hizo un préstamo por siete millones de dólares, cantidad que no pudo ser pagada en el plazo establecido (diciembre de 2007). Monitor había puesto a la emisora como garantía sobre el préstamo.
A lo “chino”
Al no recibir el pago en el plazo acordado, Henkel entabló juicio para solicitar le fuera entregada XEINFO, 1560 AM; en marzo de este año obtuvo fallo favorable y procedió a solicitar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes autorización para operar la frecuencia, trámite previsto en el artículo 27 de la Ley Federal de Radio y Televisión. El miércoles pasado, el administrador de Henkel informó a Gutiérrez Vivó sobre la autorización otorgada por la SCT y le anunció que tomaría posesión de la frecuencia. El jueves por la mañana el conductor de Monitor informó a sus radioescuchas que el noticiario ya no saldría al aire a través de la frecuencia 1560 kilohertz y explicó que ésta pasaría a manos de un empresario que, en su momento, “nos prestó dinero para que sobreviviéramos”, aunque nunca mencionó el nombre de Eduardo Henkel. Sugirió que la razón de fondo por la cual perdía la estación era la negativa del Grupo Radio Centro a pagar los 21 millones de dólares que le adeuda a Monitor. “Es un paso gravísimo, terminan con el esfuerzo de 36 y algo más de años”, dijo Gutiérrez Vivó, pero advirtió: “Monitor va a continuar desde donde sea; corro el riesgo de decirlo”.
Mientras Gutiérrez prefería no identificar al nuevo concesionario de XEINFO, en esa emisora se transmitía cada media hora el siguiente mensaje: “Está usted escuchando XEINFO en 1560 kilohertz. Cincuenta mil watts de potencia. Esta emisora ya no forma parte de Grupo Monitor, por lo tanto deja de utilizar su nombre comercial anterior: Radio Monitor. Informamos al amable auditorio que esta frecuencia ahora es propiedad del señor licenciado Eduardo Henkel”.
Amigo de Fox
Al nuevo concesionario radiofónico (que no “propietario” de la frecuencia, como erróneamente se afirma cada media hora en XEINFO) no se le conocen antecedentes en el medio. Es propietario del Grupo Bavaria, que distribuye los automóviles BMW en México, y adquirió notoriedad el sexenio pasado por ser miembro del grupo “Amigos de Fox” y llevar una amistad de más de 30 años con el ex presidente, desde que Fox trabajaba en Coca-Cola y Henkel era dueño de Squirt. Las reporteras Anabel Hernández y Arelí Quintero documentaron en varios trabajos los beneficios que Henkel y su esposa, Rosaura, obtuvieron de Vicente Fox, especialmente a través de la empresa En Punto Relaciones Públicas, SA de CV, propiedad de la pareja Henkel, la cual proveía a la Presidencia de la República, sin licitación pública y mediante pagos millonarios, servicios de “asesoría, consultoría e investigación para el desarrollo e implementación de eventos presidenciales..., eventos de protocolo y... eventos cívicos”.
¿Qué hará Henkel con la emisora de los 1560 kilohertz? ¿Radiodifusor inexperto, se atreverá a operarla en una época de crisis para la radio de AM? ¿La hará “grupera”, “hablada” o de “pop en español”? ¿La utilizará para tratar de influir políticamente? O simplemente la rentará a algún grupo radiofónico poderoso.
¿Y Gutiérrez Vivó? Aparentemente no impugnará la adjudicación de la frecuencia a Eduardo Henkel, tomará el asunto como si hubiera vendido la estación y tratará de fortalecer la que conserva (XENET, 1320 AM, que ojalá no pierda a causa de sus otras deudas) para más adelante buscar alguna alianza que le permita llevar Monitor a FM. Después de todo, era inoperante y costoso tener dos frecuencias de AM prácticamente con la misma programación.
Milenio
A partir del pasado jueves, el noticiario radiofónico Monitor sólo se transmite por una frecuencia: XENET, 1320 de AM. El Grupo Monitor, presidido por José Gutiérrez Vivó, ha perdido la concesión de la otra emisora que operaba, 1560 AM (XEINFO), en beneficio de Eduardo Henkel, empresario que en 2004 le hizo un préstamo por siete millones de dólares, cantidad que no pudo ser pagada en el plazo establecido (diciembre de 2007). Monitor había puesto a la emisora como garantía sobre el préstamo.
A lo “chino”
Al no recibir el pago en el plazo acordado, Henkel entabló juicio para solicitar le fuera entregada XEINFO, 1560 AM; en marzo de este año obtuvo fallo favorable y procedió a solicitar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes autorización para operar la frecuencia, trámite previsto en el artículo 27 de la Ley Federal de Radio y Televisión. El miércoles pasado, el administrador de Henkel informó a Gutiérrez Vivó sobre la autorización otorgada por la SCT y le anunció que tomaría posesión de la frecuencia. El jueves por la mañana el conductor de Monitor informó a sus radioescuchas que el noticiario ya no saldría al aire a través de la frecuencia 1560 kilohertz y explicó que ésta pasaría a manos de un empresario que, en su momento, “nos prestó dinero para que sobreviviéramos”, aunque nunca mencionó el nombre de Eduardo Henkel. Sugirió que la razón de fondo por la cual perdía la estación era la negativa del Grupo Radio Centro a pagar los 21 millones de dólares que le adeuda a Monitor. “Es un paso gravísimo, terminan con el esfuerzo de 36 y algo más de años”, dijo Gutiérrez Vivó, pero advirtió: “Monitor va a continuar desde donde sea; corro el riesgo de decirlo”.
Mientras Gutiérrez prefería no identificar al nuevo concesionario de XEINFO, en esa emisora se transmitía cada media hora el siguiente mensaje: “Está usted escuchando XEINFO en 1560 kilohertz. Cincuenta mil watts de potencia. Esta emisora ya no forma parte de Grupo Monitor, por lo tanto deja de utilizar su nombre comercial anterior: Radio Monitor. Informamos al amable auditorio que esta frecuencia ahora es propiedad del señor licenciado Eduardo Henkel”.
Amigo de Fox
Al nuevo concesionario radiofónico (que no “propietario” de la frecuencia, como erróneamente se afirma cada media hora en XEINFO) no se le conocen antecedentes en el medio. Es propietario del Grupo Bavaria, que distribuye los automóviles BMW en México, y adquirió notoriedad el sexenio pasado por ser miembro del grupo “Amigos de Fox” y llevar una amistad de más de 30 años con el ex presidente, desde que Fox trabajaba en Coca-Cola y Henkel era dueño de Squirt. Las reporteras Anabel Hernández y Arelí Quintero documentaron en varios trabajos los beneficios que Henkel y su esposa, Rosaura, obtuvieron de Vicente Fox, especialmente a través de la empresa En Punto Relaciones Públicas, SA de CV, propiedad de la pareja Henkel, la cual proveía a la Presidencia de la República, sin licitación pública y mediante pagos millonarios, servicios de “asesoría, consultoría e investigación para el desarrollo e implementación de eventos presidenciales..., eventos de protocolo y... eventos cívicos”.
¿Qué hará Henkel con la emisora de los 1560 kilohertz? ¿Radiodifusor inexperto, se atreverá a operarla en una época de crisis para la radio de AM? ¿La hará “grupera”, “hablada” o de “pop en español”? ¿La utilizará para tratar de influir políticamente? O simplemente la rentará a algún grupo radiofónico poderoso.
¿Y Gutiérrez Vivó? Aparentemente no impugnará la adjudicación de la frecuencia a Eduardo Henkel, tomará el asunto como si hubiera vendido la estación y tratará de fortalecer la que conserva (XENET, 1320 AM, que ojalá no pierda a causa de sus otras deudas) para más adelante buscar alguna alianza que le permita llevar Monitor a FM. Después de todo, era inoperante y costoso tener dos frecuencias de AM prácticamente con la misma programación.
Nosotros también tenemos la culpa
Leo Zuckermann
Juegos de Poder
exonline.com
abril 14, 2008
En 1946, George Orwell escribió un ensayo titulado La política y la lengua inglesa. El escritor británico criticaba el deterioro de su lengua y la relacionaba con la absurda justificación que algunos hacían de los sistemas totalitarios. Para el autor de 1984, había que evitar los eufemismos en la política:
“El lenguaje político […] está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas, para que el asesinato sea respetable y para dar la apariencia de solidez al viento puro. Uno no puede cambiar todo esto en un santiamén, pero puede por lo menos cambiar sus propios hábitos, y de tiempo en tiempo, si uno abuchea lo suficientemente fuerte, incluso puede mandar ciertas frases gastadas e inútiles […] al basurero donde pertenecen”.
Para Orwell, el desaliño del lenguaje promovía pensamientos estúpidos y una política deshonesta. La vaguedad acababa defendiendo valores indefendibles. El uso de eufemismos justificaba, por ejemplo, que los soviéticos asesinaran a sus opositores. Por eso, cuando se hablaba de política, era mejor ser concreto y evitar las abstracciones. El escritor entendía al lenguaje como la primera arma para combatir los abusos del poder. Si en la naturaleza política está engañar con eufemismos, en la naturaleza de los hombres libres está desenmascarar las mentiras. Por ahí comienza la lucha.
Empecemos, entonces, llamando a las cosas por su nombre
Dicen los legisladores del Frente Amplio Progresista que tomaron las tribunas del Congreso para evitar que la reforma petrolera se aprobara sin que se diera un debate amplio al respecto. Es una mentira. A estos legisladores les importa un bledo el debate. Ni siquiera saben debatir. Además, resulta absurdo clausurar el espacio del debate para exigir un debate. No, aquí hay una lucha de poder donde un grupo minoritario quiere imponer sus condiciones violentando a las instituciones. No nos llamemos a engaño: la toma de las tribunas obedece a la estrategia del lopezobradorismo para debilitar al gobierno de Calderón. Buscan el Atenco de este Presidente. Que, ante la presión, recule el Ejecutivo, el PAN o el PRI en la reforma petrolera.
Otro eufemismo más que utilizan los seguidores de AMLO es el de la “resistencia civil pacífica” como si ellos fueran Ghandi y sus adversarios el Imperio Británico. Es otra mentira más. La toma del Congreso no tiene nada de “resistencia civil pacífica”. Se trata del secuestro de una de las instituciones del régimen político mexicano. Un secuestro desde adentro porque, como he dicho en innumerables ocasiones, la oposición lopezobradorista opera por dentro y por fuera de las instituciones. Usan a la democracia para debilitar a la democracia. Son jugadores que tienen una actitud ambigua con las reglas del juego. Cuando les favorecen, las respetan. Cuando les resultan inconvenientes, las cuestionan, rechazan y hasta violentan.
Han clausurado (así lo presumen con sus mantas) la representación política de los mexicanos. Mi diputado, el que me representa, hoy no puede trabajar por su culpa. La institución legislativa está cerrada. Hoy, en México, el Legislativo no produce leyes. Se trata, para decirlo con claridad, de un golpe a la democracia.
Y luego, ¿qué?
Continuemos el análisis sin eufemismos, tal y como recomienda Orwell. ¿Quién tiene la culpa de lo sucedido? Por supuesto que la clase política mediocre que tenemos. Y la elite del país acostumbrada a defender sólo su parcela. Pero también los ciudadanos somos culpables por no defender a nuestra incipiente democracia.
Sí, también nosotros somos culpables. La mayoría silenciosa que dejamos que López Obrador cuestionara nuestro voto en 2006 sin hacer nada. Igual cuando tomó Reforma y el centro de la capital, cuando impidió que el presidente Fox hablara en el Congreso o cuando quiso impedir que el presidente Calderón tomara posesión. Ni qué decir cuando logró descabezar al Instituto Federal Electoral sin dar razón alguna. Pues bien, ahora le tocó al Congreso. ¿Dejaremos que lo clausuren sin hacer nada?
De acuerdo con la encuesta telefónica de Ulises Beltrán para Excélsior, 72% de la población dice que no se justifica la toma de la tribuna para impedir la discusión de la reforma petrolera. Por mi parte, he recibido muchos correos de gente molesta que dice estar cansada de esta dinámica. ¿Haremos algo al respecto?
Ha llegado la hora de definiciones
En coyunturas donde la democracia liberal peligra, no podemos irnos por las ramas. Si los ciudadanos no defendemos a nuestro régimen político, entonces la minoría autoritaria podrá salirse con la suya. No se trata de castigarlos en las urnas que eso ya no les duele (de acuerdo con las encuestas, la intención de voto por el PRD ya regresó a su piso histórico de 15%). Aquí de lo que se trata es de enseñar el músculo de una mayoría silenciosa que sí quiere una democracia liberal. Que no está dispuesta a perder lo que se ha logrado en estos años.
Si nosotros no defendemos a nuestro Congreso, nadie lo hará. Nos guste o no, es nuestro Congreso. Y es una mejor institución que la farsa de las votaciones a mano alzada en la plaza pública que tanto le gusta a AMLO.
Ha llegado el momento de definiciones. Si 72% de los mexicanos está en contra de la toma del Congreso, debe expresarlo. Hay que enseñar el músculo de la mayoría. La historia está llena de casos donde minorías fascistas llegan al poder por la apatía y la falta de organización de las mayorías democráticas que no hacen valer su peso a la hora de la verdad.
Fiel a su estilo, López Obrador seguirá redoblando las apuestas y actuando con ambigüedad frente a las instituciones. ¿Hasta dónde tiene que llegar para que los ciudadanos comprometidos con la democracia liberal finalmente nos movilicemos para defenderla?
Juegos de Poder
exonline.com
abril 14, 2008
En 1946, George Orwell escribió un ensayo titulado La política y la lengua inglesa. El escritor británico criticaba el deterioro de su lengua y la relacionaba con la absurda justificación que algunos hacían de los sistemas totalitarios. Para el autor de 1984, había que evitar los eufemismos en la política:
“El lenguaje político […] está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas, para que el asesinato sea respetable y para dar la apariencia de solidez al viento puro. Uno no puede cambiar todo esto en un santiamén, pero puede por lo menos cambiar sus propios hábitos, y de tiempo en tiempo, si uno abuchea lo suficientemente fuerte, incluso puede mandar ciertas frases gastadas e inútiles […] al basurero donde pertenecen”.
Para Orwell, el desaliño del lenguaje promovía pensamientos estúpidos y una política deshonesta. La vaguedad acababa defendiendo valores indefendibles. El uso de eufemismos justificaba, por ejemplo, que los soviéticos asesinaran a sus opositores. Por eso, cuando se hablaba de política, era mejor ser concreto y evitar las abstracciones. El escritor entendía al lenguaje como la primera arma para combatir los abusos del poder. Si en la naturaleza política está engañar con eufemismos, en la naturaleza de los hombres libres está desenmascarar las mentiras. Por ahí comienza la lucha.
Empecemos, entonces, llamando a las cosas por su nombre
Dicen los legisladores del Frente Amplio Progresista que tomaron las tribunas del Congreso para evitar que la reforma petrolera se aprobara sin que se diera un debate amplio al respecto. Es una mentira. A estos legisladores les importa un bledo el debate. Ni siquiera saben debatir. Además, resulta absurdo clausurar el espacio del debate para exigir un debate. No, aquí hay una lucha de poder donde un grupo minoritario quiere imponer sus condiciones violentando a las instituciones. No nos llamemos a engaño: la toma de las tribunas obedece a la estrategia del lopezobradorismo para debilitar al gobierno de Calderón. Buscan el Atenco de este Presidente. Que, ante la presión, recule el Ejecutivo, el PAN o el PRI en la reforma petrolera.
Otro eufemismo más que utilizan los seguidores de AMLO es el de la “resistencia civil pacífica” como si ellos fueran Ghandi y sus adversarios el Imperio Británico. Es otra mentira más. La toma del Congreso no tiene nada de “resistencia civil pacífica”. Se trata del secuestro de una de las instituciones del régimen político mexicano. Un secuestro desde adentro porque, como he dicho en innumerables ocasiones, la oposición lopezobradorista opera por dentro y por fuera de las instituciones. Usan a la democracia para debilitar a la democracia. Son jugadores que tienen una actitud ambigua con las reglas del juego. Cuando les favorecen, las respetan. Cuando les resultan inconvenientes, las cuestionan, rechazan y hasta violentan.
Han clausurado (así lo presumen con sus mantas) la representación política de los mexicanos. Mi diputado, el que me representa, hoy no puede trabajar por su culpa. La institución legislativa está cerrada. Hoy, en México, el Legislativo no produce leyes. Se trata, para decirlo con claridad, de un golpe a la democracia.
Y luego, ¿qué?
Continuemos el análisis sin eufemismos, tal y como recomienda Orwell. ¿Quién tiene la culpa de lo sucedido? Por supuesto que la clase política mediocre que tenemos. Y la elite del país acostumbrada a defender sólo su parcela. Pero también los ciudadanos somos culpables por no defender a nuestra incipiente democracia.
Sí, también nosotros somos culpables. La mayoría silenciosa que dejamos que López Obrador cuestionara nuestro voto en 2006 sin hacer nada. Igual cuando tomó Reforma y el centro de la capital, cuando impidió que el presidente Fox hablara en el Congreso o cuando quiso impedir que el presidente Calderón tomara posesión. Ni qué decir cuando logró descabezar al Instituto Federal Electoral sin dar razón alguna. Pues bien, ahora le tocó al Congreso. ¿Dejaremos que lo clausuren sin hacer nada?
De acuerdo con la encuesta telefónica de Ulises Beltrán para Excélsior, 72% de la población dice que no se justifica la toma de la tribuna para impedir la discusión de la reforma petrolera. Por mi parte, he recibido muchos correos de gente molesta que dice estar cansada de esta dinámica. ¿Haremos algo al respecto?
Ha llegado la hora de definiciones
En coyunturas donde la democracia liberal peligra, no podemos irnos por las ramas. Si los ciudadanos no defendemos a nuestro régimen político, entonces la minoría autoritaria podrá salirse con la suya. No se trata de castigarlos en las urnas que eso ya no les duele (de acuerdo con las encuestas, la intención de voto por el PRD ya regresó a su piso histórico de 15%). Aquí de lo que se trata es de enseñar el músculo de una mayoría silenciosa que sí quiere una democracia liberal. Que no está dispuesta a perder lo que se ha logrado en estos años.
Si nosotros no defendemos a nuestro Congreso, nadie lo hará. Nos guste o no, es nuestro Congreso. Y es una mejor institución que la farsa de las votaciones a mano alzada en la plaza pública que tanto le gusta a AMLO.
Ha llegado el momento de definiciones. Si 72% de los mexicanos está en contra de la toma del Congreso, debe expresarlo. Hay que enseñar el músculo de la mayoría. La historia está llena de casos donde minorías fascistas llegan al poder por la apatía y la falta de organización de las mayorías democráticas que no hacen valer su peso a la hora de la verdad.
Fiel a su estilo, López Obrador seguirá redoblando las apuestas y actuando con ambigüedad frente a las instituciones. ¿Hasta dónde tiene que llegar para que los ciudadanos comprometidos con la democracia liberal finalmente nos movilicemos para defenderla?
FAP-PRD: enamorados de su propio Zeppelin
Ricardo Becerra
La Crónica de Hoy
Lunes 14 de Abril de 2008
Cuando aparecieron los primeros zeppelines, los ingenieros alemanes estuvieron seguros de una verdad muy lógica: para poder volar, el hombre tendría que construir aparatos más ligeros que el aire. Con ese concepto en la cabeza, la incipiente industria imaginó una progresión lineal, un avance único sobre modelos cada vez más grandes, rápidos y más sofisticados de dirigibles que, a no dudarlo, constituirían el futuro de la aeronáutica. Se convirtió en una idea fija, un dogma, luego un tabú, que durante años prescindió de evidencias o comprobaciones. Ni la competencia de Inglaterra y los Estados Unidos que desarrollaban cada vez mejores aeroplanos pudo sacar de la cabeza de los alemanes al espejismo bombacho de los zeppelines. No fue sino hasta el 6 de mayo de 1937 que el Hinderburg —el último grito de la moda, un armatoste de duraluminio, la más grande nave aérea jamás hecha por el hombre— se incendió en pleno vuelo ante la mirada atónita y morbosa de los medios de comunicación en Nueva Jersey. Las fotos siguen siendo espeluznantes; murieron 35 pasajeros y los zeppelines se desacreditaron para siempre como viable alternativa de transporte.
Ni los experimentos, ni la realidad, ni las noticias de los éxitos alcanzados por los aeroplanos ingleses, hicieron cambiar la necia idea en la ingeniería alemana. Fue la tragedia el factor que obligó al desarrollo lateral y a admitir la pura verdad: había que ser más pesado que el aire para lograr que el vuelo funcionara bien. A partir de un desastre, los zeppelines se convirtieron en curiosidades publicitarias y los aviones, en el invento que sobreviviría en la industria del futuro.
Esta historia es contada por Umberto Eco en su libro Kant y el ornitorrinco, a propósito de las ideas fijas, claramente absurdas, no demostradas, pero que juegan un poderoso papel en la vida de los hombres y que generalmente, estallan y terminan en la forma de tragedia.
Creo que algo así está ocurriendo con la izquierda mexicana: desde que en aquel malhadado mitin de finales de julio del 2006, López Obrador invocó la palabra “fraude” ante sus seguidores (fraude “a la antigüita”, alteración de la voluntad popular contenida en las boletas y las urnas), cuando lo convirtió en el numen tutelar de su conducta política, el curso del continente perredista se retorció, paralizando su acción institucional, supurando absurdos, produciendo derrotas, envenenando incluso la convivencia en su propia casa.
El fraude no ocurrió (y por ende, no se demostró). Pero la estrategia planteada se fundamenta en esa presunción y por eso no puede dejar de ser pendenciera, agria, frecuentemente impolítica y propensa a correr al margen o en contra de las instituciones democráticas. En esa hipótesis indignada y agraviada, el Congreso de la Unión no puede ser visto como la sede principal de la deliberación pública, sino como uno más de los epifenómenos adulterados, provocados por aquellas elecciones.
Y la mentira no es inerte, al contrario, produce, de ella brotan otras ficciones y otras cegueras con las cuales, la izquierda se autocondena al fracaso. Ni siquiera resulta relevante infligirse autoderrotas (aparecer ante los electores como gavillas de filibusteros; afectar a millones de personas cerrando de plano y por semanas una de las arterias principales de la capital; “clausurar” el Congreso) que disminuyen consistentemente las simpatías con su causa; en esa atmósfera enajenada casi todo es válido pues se parte de un descomunal pecado original del adversario.
En otros tiempos, si un partido de derecha hubiera impedido la sesión normal de los trabajos del Congreso, hablaríamos de vulgar golpismo, pero la izquierda agrupada en el FAP no cae en cuenta que protagoniza precisamente eso: un guión putchista, aderezado con cascos y discursos estrambóticos. Y lo peor: pierde el sentido de la realidad enajenándose razones, voluntades y electores. Una encuesta publicada ayer en El Universal ya hablaba del rechazo mayoritario en el público más propenso al lopezobradorismo: 6 de cada diez mexicanos de clase media, rechaza la suspensión en el Congreso.
Al paso que va, el PRD se está condenando a una regresión monumental, acaso tan grave como la vivida en 1991.
Precisamente porque la reforma energética es un tema fundamental para el bienestar de los mexicanos, hay que cuidar lo que se hace y cómo se hace. El carnaval de equívocos protagonizado por el gobierno de Calderón (y que Rolando Cordera inventariaba ayer en La Jornada), no puede ser contestado con otro festival de acciones necias y autodestructivas.
La izquierda, el FAP, el PRD deben de encontrar cuanto antes una salida, una estrategia, un pensamiento lateral. La historia está llena de ejemplos de movimientos importantes, personas brillantes y líderes notables que trabajan minuciosamente su derrota; por aferrarse a una idea falsa, acaban como farsa, despeñándose, enamorados de su propio Zeppelin.
ricbec@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy
Lunes 14 de Abril de 2008
Cuando aparecieron los primeros zeppelines, los ingenieros alemanes estuvieron seguros de una verdad muy lógica: para poder volar, el hombre tendría que construir aparatos más ligeros que el aire. Con ese concepto en la cabeza, la incipiente industria imaginó una progresión lineal, un avance único sobre modelos cada vez más grandes, rápidos y más sofisticados de dirigibles que, a no dudarlo, constituirían el futuro de la aeronáutica. Se convirtió en una idea fija, un dogma, luego un tabú, que durante años prescindió de evidencias o comprobaciones. Ni la competencia de Inglaterra y los Estados Unidos que desarrollaban cada vez mejores aeroplanos pudo sacar de la cabeza de los alemanes al espejismo bombacho de los zeppelines. No fue sino hasta el 6 de mayo de 1937 que el Hinderburg —el último grito de la moda, un armatoste de duraluminio, la más grande nave aérea jamás hecha por el hombre— se incendió en pleno vuelo ante la mirada atónita y morbosa de los medios de comunicación en Nueva Jersey. Las fotos siguen siendo espeluznantes; murieron 35 pasajeros y los zeppelines se desacreditaron para siempre como viable alternativa de transporte.
Ni los experimentos, ni la realidad, ni las noticias de los éxitos alcanzados por los aeroplanos ingleses, hicieron cambiar la necia idea en la ingeniería alemana. Fue la tragedia el factor que obligó al desarrollo lateral y a admitir la pura verdad: había que ser más pesado que el aire para lograr que el vuelo funcionara bien. A partir de un desastre, los zeppelines se convirtieron en curiosidades publicitarias y los aviones, en el invento que sobreviviría en la industria del futuro.
Esta historia es contada por Umberto Eco en su libro Kant y el ornitorrinco, a propósito de las ideas fijas, claramente absurdas, no demostradas, pero que juegan un poderoso papel en la vida de los hombres y que generalmente, estallan y terminan en la forma de tragedia.
Creo que algo así está ocurriendo con la izquierda mexicana: desde que en aquel malhadado mitin de finales de julio del 2006, López Obrador invocó la palabra “fraude” ante sus seguidores (fraude “a la antigüita”, alteración de la voluntad popular contenida en las boletas y las urnas), cuando lo convirtió en el numen tutelar de su conducta política, el curso del continente perredista se retorció, paralizando su acción institucional, supurando absurdos, produciendo derrotas, envenenando incluso la convivencia en su propia casa.
El fraude no ocurrió (y por ende, no se demostró). Pero la estrategia planteada se fundamenta en esa presunción y por eso no puede dejar de ser pendenciera, agria, frecuentemente impolítica y propensa a correr al margen o en contra de las instituciones democráticas. En esa hipótesis indignada y agraviada, el Congreso de la Unión no puede ser visto como la sede principal de la deliberación pública, sino como uno más de los epifenómenos adulterados, provocados por aquellas elecciones.
Y la mentira no es inerte, al contrario, produce, de ella brotan otras ficciones y otras cegueras con las cuales, la izquierda se autocondena al fracaso. Ni siquiera resulta relevante infligirse autoderrotas (aparecer ante los electores como gavillas de filibusteros; afectar a millones de personas cerrando de plano y por semanas una de las arterias principales de la capital; “clausurar” el Congreso) que disminuyen consistentemente las simpatías con su causa; en esa atmósfera enajenada casi todo es válido pues se parte de un descomunal pecado original del adversario.
En otros tiempos, si un partido de derecha hubiera impedido la sesión normal de los trabajos del Congreso, hablaríamos de vulgar golpismo, pero la izquierda agrupada en el FAP no cae en cuenta que protagoniza precisamente eso: un guión putchista, aderezado con cascos y discursos estrambóticos. Y lo peor: pierde el sentido de la realidad enajenándose razones, voluntades y electores. Una encuesta publicada ayer en El Universal ya hablaba del rechazo mayoritario en el público más propenso al lopezobradorismo: 6 de cada diez mexicanos de clase media, rechaza la suspensión en el Congreso.
Al paso que va, el PRD se está condenando a una regresión monumental, acaso tan grave como la vivida en 1991.
Precisamente porque la reforma energética es un tema fundamental para el bienestar de los mexicanos, hay que cuidar lo que se hace y cómo se hace. El carnaval de equívocos protagonizado por el gobierno de Calderón (y que Rolando Cordera inventariaba ayer en La Jornada), no puede ser contestado con otro festival de acciones necias y autodestructivas.
La izquierda, el FAP, el PRD deben de encontrar cuanto antes una salida, una estrategia, un pensamiento lateral. La historia está llena de ejemplos de movimientos importantes, personas brillantes y líderes notables que trabajan minuciosamente su derrota; por aferrarse a una idea falsa, acaban como farsa, despeñándose, enamorados de su propio Zeppelin.
ricbec@prodigy.net.mx
Suscribirse a:
Entradas (Atom)