mayo 12, 2008

Fallece la Schindler polaca

Redacción BBC Mundo

La polaca Irena Sendler, quien salvó a 2.500 niños judíos de morir a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, fallecio este lunes a los 98 años de edad.

Sendler representó en Polonia la versión femenina de Oskar Schindler, el empresario alemán que escondió y salvó del Holocausto a cientos de judíos.

Luego de la invasión alemana de Polonia, en 1939, Sendler se dedicó a ayudar a judíos que caían en poder de los nazis, un acto que se castigaba con la muerte.

Ayudó a cientos de niños a escapar del gueto de Varsovia y luego los colocaba en familias católicas para protegerlos.

El rescate de los niños se hacía, con la ayuda los grupos de la resistencia polaca, a través de alcantarillas, pasadizos secretos, escondidos en maletas, transportados en botes de basura o carros de bombero.

Salvada de la ejecución

Sendler realizó esa labor entre 1940 y 1943, año en que los nazis prendieron fuego al gueto, condenando a sus residentes a la muerte.

Al ser descubierta, la heroína fue arrestada y torturada por la Gestapo, pero pudo ser rescatada por la resistencia polaca en el día que se había fijado para su ejecución.

Sendler anotaba los nombres judíos de los niños con la esperanza de que fueran en algún momento reunidos con sus familias.

Su equipo de asistentes escondió la lista de nombres de los niños, que después de la guerra ella entregó a las autoridades israelíes.

El parlamento de Polonia le rindió tributo el año pasado por su heroísmo.

Según datos históricos, durante la Segunda Guerra Mundial unos 3,5 millones de judíos polacos fueron exterminados.

El legítimo y su claque reprodujeron el “fraude”

Ricardo Alemán
Itinerario Político
El Universal

PRD: robo, a la vista de todos

Hoy nadie sensato reclama genética de izquierda

Está claro que no hay un ganador definitivo a 56 días de la elección de la que debió salir el nuevo dirigente nacional del PRD —proceso que se significó por el más vergonzoso espectáculo de antidemocracia interna que haya vivido en su historia la llamada izquierda mexicana— pero lo que sí es definitivo es la confirmación de que por la mala, mediante las peores artes de la política, el grupo que jefatura Andrés Manuel López Obrador intentó robar esa elección.

Está claro que la suma de irregularidades del proceso electoral —antes, durante y después del mismo— terminó por deslegitimar no sólo al proceso, sino al partido y a cualquiera de los aspirantes que al final de cuentas alcance el mayor número de votos. Nadie podrá proclamarse ganador y menos presidente legítimo del PRD. Y es que, les guste o no reconocerlo, quieran o no aceptarlo, las mafias del PRD no sólo intentaron robar la dirigencia del partido, sino que se robaron al partido mismo.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que la dirigencia saliente del PRD, su presidente legítimo y su claque que controla los organismos electorales internos, reprodujeron como una calca el supuesto fraude que denunciaron en las elecciones de junio de 2006. Claro, con la pequeña diferencia de que en la elección presidencial nunca pudieron demostrar fraude alguno, y el intento de robo de la dirigencia nacional del partido la vieron todos, claro, los que quisieron verla. Porque también es cierto que muchos prefieren seguir con los ojos cerrados.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es la inmoralidad política que caracteriza a casi todos en el PRD; tribus, mafias, liderazgos capaces de cualquier cosa, de las prácticas más cuestionables, de la corrupción política y moral más escandalosa, todo por alcanzar el poder; políticos que sin vergüenza alguna reproducen alegremente todo aquello que criticaron en sus mocedades, por lo que dijeron luchar y dar la vida hace 10, 15, 20 años. Y claro, hoy son incapaces de la menor autocrítica.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es el fraude en que han terminado algunas de las más reputadas casas encuestadoras: la prestigiada Consulta Mitofsky y la cada vez más desprestigiada IMOP, que la noche del 16 de marzo dieron como ganador a Alejandro Encinas —la primera con cifras que lo colocaban con 49.4% por encima de Jesús Ortega, al que daba 44.6%, y la segunda con 50.9% y 42.8%, respectivamente— cuando el conteo final arrojó 42.8% de los votos para Ortega y 41.57% para Encinas. ¿Quién va a sancionar a esas encuestadoras por los evidentes fallos y/o por prestarse para un intento de robo?

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que esa formidable causa social en favor de la democracia que nació en las calles, en los pueblos, en las rancherías, meses antes de julio de 1988, que se convirtió en un impensable movimiento político-electoral amalgamado en el Frente Democrático Nacional, y que hace precisamente 19 años se convirtió en el esperanzador Partido de la Revolución Democrática, ya no es más esa alternativa social, política y menos electoral. Ambiciones desmedidas, desviaciones monstruosas y enfermedades infecciosas, como la del presidencialismo, mataron al PRD histórico y de sus restos algunos vividores de la política moldearon una copia fiel de lo que siempre combatió la izquierda mexicana.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que millones de mexicanos que apenas en julio de 2006 tenían en el partido amarillo la única alternativa para votar, frente a la derecha oficial, el PAN, y la derecha revolucionaria, el PRI, hoy no tienen ese último recurso, ese instrumento que nació de la movilización social, que se propuso como bandera de la revolución democrática, y que planteaba una postura equidistante de los azules y los tricolores; que le daba una oportunidad a la izquierda mexicana.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que hoy nadie sensato, con una pizca de honestidad intelectual, puede reclamar en el actual PRD una genética de izquierda. Los pocos que quedaban, como Rosa Albina Garavito —en un gesto no sólo de congruencia, sino de grandeza—, renunciaron a las filas de ese clon del PRI, de la cuarta etapa del “partidazo”. Y hoy son muchas las voces que pretenden cambiar al PRD, que proclaman que cumplió su ciclo, y que, claro, debe pasar a su nueva etapa, la del Partido Frente.

Lo que quedó exhibido, a los ojos de todos, es que el FAP podría ser el huésped de lo que queda del PRD; podría ser la segunda etapa del PRD. Pero esa sólo sería la confirmación de que el partido amarillo, en alguna parte del camino entre su nacimiento y su adultez, se desvió de su ruta, en forma equivocada o de manera deliberada tomó un atajo que lo llevó de regreso al PRI. Está claro que una democracia electoral se debilita conforme se debilitan los partidos que la hacen posible; que es indispensable una fuerza de izquierda, fuerte y moderna —aunque el modito no les guste a los intelectuales orgánicos de “el movimiento soy yo”— pero también es cierto que en México la izquierda vive un proceso acelerado de extinción. Lo que no está claro es lo que existe más allá del PRD, lo que viene atrás.

En el camino

Por cierto, en el Itinerario Político del 17 de marzo dijimos: “Se produjo, a los ojos de todos, mano negra en favor de Encinas”. Y llovieron cientos de insultos; aportes valiosos para el ejercicio cardiaco de la risa… Y el que equivocó la pista del humor —ventana que refleja el talento— y de plano transitó la autopista de la estupidez en la gira presidencial por su entidad, fue el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández. Dijo: “Construir el hospital fue fácil; no tanto embarazar a 150 mujeres”. Ésos son los que nos gobiernan. Y, peor, por ésos votamos.

aleman2@prodigy.net.mx

Los motivos del EPR

Carlos Marín
Asalto a la razón
Milenio

Cuando Juan Camilo Mouriño respondió a la petición de diálogo del EPR condicionándolo a que fuera “directo” y rebautizando a los “mediadores” como “testigos sociales”, en este espacio se afirmó que el secretario pecaba “de cándido” (Salinas, Zedillo, Fox y Calderón fracasaron con el EZ, los paristas de la UNAM, los macheteros de San Salvador Atenco, los profesores de la CNTE, la APPO y los adelitos del FAP).

La inutilidad se ratifica hoy, pero la candidez es aplicable, aunque sonroje, al autor de estas líneas.

El gobierno desentrañó el misterio de por qué el EPR quiere “dialogar” pese a que, en la lógica de toda organización guerrillera, mientras más se pudra la vida nacional, más se consolida la vía de la rebelión, y el pesaroso espectáculo que vive México es el mejor argumento de cualquier agrupación ultraconsecuente: envilecimiento de la política y los partidos (con el de la Revolución Democrática en la más vergonzosa de sus crisis), de los sindicatos y de los movimientos callejeros.

¿Por qué el más extremista de los dos más reconocidos movimientos armados (el del Sup Marcos devino cibernético y poemático) pide y ofrece diálogo al derechoso gobierno de Felipe Calderón? ¿Por qué si nadie se lo proponía? ¿Por qué a quien una importante franja de la “izquierda social” no le reconoce legitimidad? ¿Por qué el gobierno descalificó primero la probable mediación y terminó aceptándola? ¿Por qué los mediadores responden como lo han hecho?

De no ser el ataque del ejército de Colombia al campamento de las FARC en Ecuador y la posibilidad de que los sabotajes en ductos de Pemex pusieran al EPR en riesgo de figurar entre los “terroristas” o “narcoterroristas” que a toda costa persiguen el gobierno de Estados Unidos y sus aliados (no necesariamente con invasiones ni con la receta colombiana), ¿qué suceso extraordinario pudo hacer que llamara a la puerta de Los Pinos?

El EPR está urgido de una salida política y el único que puede tenderle un puente es el gobierno, y lo hizo tomando el riesgo de que se rechazara su petición.

Mouriño dijo “sí” porque la propuesta es un espléndido regalo (sólo faltaron envoltura, moño y tarjeta “con los atentos saludos”) para el calderonato.

Y aceptó a sabiendas de que, en las pocas experiencias de mediación en México (la estéril Comisión Nacional de Intermediación para Chiapas fue la más reciente), la propuesta presenta características que el gobierno federal entiende: nula neutralidad de los nominados, poca eficacia, protagonismo y confusión de roles.

Por eso los notables, sin proponérselo, dieron la razón al gobierno cuando contestaron el mensaje de Mouriño que no iba dirigido a ellos.

Por eso, también desde su posición de fuerza y ni un ápice de candidez, el gobierno, ocupado sobre todo en la guerra contra el narco y en proteger a sus policías menos desconfiables de morir asesinados, se da el lujo de aceptar “dialogar” con el más extremista de sus opositores.

El llamado de Liébano

Ciro Gómez Leyva
La historia en breve
Milenio

La semana de mayor aflicción en la guerra contra el narco coincidió con el lanzamiento del libro de Carlos Salinas de Gortari. Lejos de suavizar su plan mercadotécnico, Salinas hizo más fuego, esencialmente contra su obsesivo objetivo: Ernesto Zedillo. No aportó conocimiento y dudo que reflexión. Diseminó rencor, animado por el anhelo de reescribir en primera persona una historia donde aparece desautorizado desde casi ya década y media.

Fiel a su estilo, Zedillo dejó pasar los disparos. Algunos pensamos que una forma de respuesta se daría en la colaboración sabatina de uno de los más lúcidos y fieles zedillistas, Liébano Sáenz. Lejos de eso, el ex secretario particular dedicó su espacio en MILENIO para subrayar que México, no sólo su gobierno, pelea una cruenta guerra contra la delincuencia organizada, y que frente a ello la grandeza política reclama talento para identificar lo fundamental y lo importante.

Los acontecimientos de la última semana, escribió, son un llamado de atención a los políticos que no parecen comprender que el combate al crimen es una tarea de Estado. Y planteó “poner un alto a diferencias ociosas y a resistencias de quienes por sistema se oponen a todo lo que hace o proviene del gobierno”.

La propuesta de Liébano consiste, a grandes rasgos, en transitar hacia un acuerdo nacional que sume voluntades y reduzca “la pesada carga de rencor”.

Sí, es desastroso y desalentador para la cruzada contra esa forma de terrorismo mexicano del siglo XXI que es el narco, que mientras policías y soldados se juegan la vida, muchos políticos se siguen cobrando agravios personales, y/o apuestan a la demolición del presidencialismo y, a fin de cuentas, a que se pudra todo.

El que va a enjuiciar a Calderón

Pablo Hiriart
Vida nacional
exonline.com

En el Simposio Petróleo y Seguridad Energética, que organizó el Frente Amplio Progresista la semana anterior, hubo una declaración francamente telúrica:

“El intento de Felipe Calderón de trampear la Constitución modificando leyes secundarias para privatizar Petróleos Mexicanos lo hace sujeto de juicio político, advirtió el doctor en derecho Raúl Carrancá y Rivas.”

Carrancá tiene toda la libertad para decir lo que se le ocurra, pero el ciudadano también tiene derecho a recordar.

Recordar, por ejemplo, cuando Raúl Carrancá y Rivas quiso comprar el cargo de procurador general de la República en 60 mil dólares, en el año 1998.

Todo empezó cuando un narcotraficante (así lo dice un boletín de la PGR del 24 de enero de 1998), de nombre Raúl Medina Gaxiola, convenció al ex gobernador de Jalisco, Flavio Romero de Velasco, de que él tenía una relación muy estrecha con el entonces presidente Ernesto Zedillo.

Romero de Velasco, que había sido gobernador en plena “docena trágica”, estaba impresionado por la relación de su amigo con el Presidente de la República, a quien por teléfono le hablaba de tú.

El socio de Medina Gaxiola, Jorge Alejandro Ábrego Reyna, le dijo a Romero de Velasco: “Mira, ‘Ernesto’ quiere que le compres a tu nombre una finca en Ajijic (calle Pedro Moreno número 75)”.

El ex gobernador cumplió la “orden presidencial”.

Una vez, incluso, le pasaron al teléfono a “Ernesto”, quien le adelantó sus intenciones de invertir más en Jalisco.

En una de las más de 30 reuniones que tuvieron Ábrego y Romero de Velasco, en viajes a todo lujo por Mazatlán, Culiacán y Hermosillo, Jorge Ábrego le dio una noticia que le impactó aún más:

La nota de La Jornada, del 27 de enero de 1988, reporta que (ante el juez tercero, de Almoloya de Juárez), el ex gobernador declaró que Ábrego le había expresado que Ernesto Zedillo había pensado en él como procurador, pero como no llenaba los requisitos, “me ofreció el cargo de secretario de Gobernación, y también me pidió que si podía recomendar a otra persona con el perfil necesario para ocuparse de la PGR”

Convencido de la estrecha relación del narcotraficante con el Poder Ejecutivo, “Romero de Velasco se comunicó telefónicamente con su ex alumno, el jurista Raúl Carrancá y Rivas, con quien se reunió en un restaurante de la Ciudad de México, donde le afirmó que estaba frente al próximo secretario de Gobernación”.

En esa reunión, Romero de Velasco “le ofreció (a Carrancá) el cargo de procurador general de la República, pero le indicó que necesitaba reunirse con unos amigos del presidente Zedillo para iniciar los trabajos previos a su designación, condición que fue aceptada por el jurista universitario, quien recibió 100 mil pesos para sus gastos, mismos que habrían sido ordenados por la Presidencia de la República” (La Jornada, 27-1-98).

Poco después, para amarrar su nombramiento al frente de la PGR, Romero de Velasco le dijo a Carrancá que debía “aceitar la maquinaria”, de entrada, con 60 mil dólares.

Pasaron los días y el nombramiento de procurador general de la República no llegaba, así es que Carrancá decidió ir personalmente a Los Pinos a preguntarle al secretario particular del Presidente, Liébano Sáenz, ¿qué pasaba, por qué el retraso si él había jugado derecho?

“Maestro, ¿de qué me habla? Lo engañaron”, recibió como respuesta Carrancá.

El 24 de enero de ese año, la PGR emitió un boletín en el que explicó el caso:

“Se recibió en la propia Presidencia de la República la manifestación del jurista Raúl Carrancá y Rivas en el sentido de que Romero de Velasco, después de asegurarle que estaba a pocos días de ser nombrado secretario de Gobernación, le había ofrecido a Carrancá que se hiciera cargo de la titularidad de la Procuraduría General de la República, habiéndole solicitado incluso una contraprestación de 500 mil pesos para contar con la seguridad de dicho nombramiento”.

Bueno, ahora el doctor Carrancá es el abogado de lujo del Frente Amplio Progresista para tumbar la reforma energética y llevar a “juicio político” al presidente Calderón.

Cuidado, doctor Carrancá: no le vayan a vender la presidencia interina o un asiento en la Suprema Corte, a cambio de sus servicios a la aventura desestabilizadora del Frente Amplio Progresista.

La lucha ideológica en el PRD

Leo Zuckermann
Juegos de Poder
exonline.com

Muchas veces los politólogos cometemos el error de subestimar las ideas y sobreestimar los intereses para interpretar los hechos políticos. Ha sido, me parece, el caso en el conflicto del PRD. El domingo tuve una interesante plática en Imagen Electoral con Guadalupe Acosta Naranjo, presidente sustituto del PRD, donde me hizo ver la importancia del conflicto ideológico para explicar lo que está sucediendo en este partido. Un conflicto ideológico típico de la izquierda desde los tiempos de Karl Marx.

Revolucionarios y reformistas

El gran fin de la izquierda política siempre ha sido la igualdad social. Sin embargo, históricamente ha habido grandes diferencias en los medios para lograr este fin. Karl Marx y Friedrich Engels rechazaron al socialismo utópico que pugnaba por la reconciliación de las clases. En su lugar, estos pensadores promovieron la idea de la lucha de clases. La igualdad social se conseguiría a través de un gran evento revolucionario, de un cambio violento de las instituciones políticas, económicas, culturales y sociales. Por medio de una revolución, el proletariado se impondría a la burguesía instaurando el comunismo.

Marx y Engels consideraban a la democracia liberal como un instrumento de la burguesía para dominar al proletariado. No creían en ella. Sin embargo, Eduard Bernstein, a partir del pensamiento marxista, desarrolló el llamado revisionismo que admitía que la igualdad social podía conseguirse dentro de la democracia por medio de reformas parlamentarias. Para esta corriente socialdemócrata, las injusticias del sistema capitalista se corregirían a través de regulaciones gubernamentales. No era necesario un cambio violento.

Desde el siglo XIX, los izquierdistas revolucionarios aborrecieron a los reformistas. Los consideraban como los mayores traidores de las clases desprotegidas. De hecho, para los comunistas, se consideraba como gran insulto el término “revisionista”.

Bolcheviques y mencheviques

Marx siempre creyó que la primera revolución ocurriría en Inglaterra, el país con mayor desarrollo capitalista en el siglo XIX y con el proletariado más amplio. Sin embargo, sucedió en el país más subdesarrollado de Europa, Rusia, ya en el siglo XX. Y en esta historia también estuvo presente el conflicto entre revolucionarios y reformistas.

Ambos grupos buscaban la igualdad social. Diferían, sin embargo, en los medios. Dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso se enfrentaron las posiciones de los bolcheviques, al mando de Vladimir Lenin, y los mencheviques, cuyo líder era Julius Martov. Mientras que los primeros rehusaban hacer acuerdos con la burguesía liberal en contra de la aristocracia, los segundos proponían una alianza táctica con ellos. Lenin criticó esta política de “colaboración de clases” que traicionaba los intereses del proletariado. León Trotsky, ideólogo bolchevique, desde 1904 consideró a los mencheviques como “imprecisos, desganados, faltos de decisión e inclinados a la traición”.

En el fondo, la diferencia de estos dos grupos de izquierda es que unos creían en la revolución del proletariado y otros en las reformas dentro de un sistema democrático para conseguir la igualdad social. En este caso, los bolcheviques se impusieron a los mencheviques. Y la palabra “menchevique” se convirtió en insulto para los izquierdistas radicales del mundo.

Populistas y reformistas

Hoy, en el PRD hay dos grupos enfrentados: el de López Obrador y el de Jesús Ortega. No se pueden poner de acuerdo, como es costumbre en la izquierda. Se aborrecen más entre ellos de lo que detestan a sus adversarios de otros partidos políticos.

Ambos grupos quieren una mayor igualdad social pero difieren de los medios. En el caso de Nueva Izquierda (coloquialmente conocidos como Los Chuchos), dicen que la igualdad se puede conseguir desde adentro de las instituciones democráticas. Quieren cambiar las leyes y beneficiar así a los más desprotegidos. Ejercer el músculo del partido en las cámaras buscando acuerdos con otras fuerzas políticas, incluido el gobierno. Se dicen los moderados de esta historia.

Sería un error decir que el otro bando, el lopezobradorismo, son los marxistas, revolucionarios o bolcheviques de esta historia. No. Aquí más bien estamos frente a un grupo populista, derivación izquierdista tan particular en América Latina, que en el caso mexicano deviene del nacionalismo revolucionario priista. Esta corriente piensa que la igualdad social no puede conseguirse dentro de las instituciones democráticas que han sido capturadas por las clases privilegiadas. Piensan, por tanto, que hay que buscar una vía externa: la movilización de las mayorías, del pueblo “verdadero”, guiado por un líder carismático.

No es gratuito que López Obrador, en alusión a la corriente Nueva Izquierda, haya dicho que “los moderados no son más que conservadores más despiertos”, citando a Melchor Ocampo. Y abundó: “No queremos una izquierda dócil, legitimadora ni modosita”. Hoy por hoy los lopezobradoristas tildan de “traidores” y “colaboracionistas” a Los Chuchos. Se trata, sin duda, del desprecio que muchos izquierdistas tienen de otros izquierdistas que creen que la igualdad social puede lograrse dentro de la democracia liberal.

Pero, como le comenté a Acosta Naranjo, hay algo que no me cuadra en esta historia. ¿Por qué los reformistas le siguen besando la mano a López Obrador? ¿Por qué justifican las acciones de los populistas en contra de las instituciones democráticas? Desgraciadamente este miembro de Nueva Izquierda no supo qué contestar. Me parece que el grupo que se dice moderado no sabe qué hacer con el líder populista.

Si de verdad Los Chuchos quieren ser los reformistas que dicen ser, algún día tendrán que decidirse. Que no tengan miedo: la apuesta socialdemócrata es la mejor de todas. Históricamente esta corriente de izquierda ha sido la que más igualdad y bienestar social ha generado en el mundo. Mucha más que la revolución comunista o el populismo latinoamericano.