Jorge Fernández MenéndezRazones
exonline.com

Hasta ahora, el PRI ha sido uno de los grandes beneficiarios del equilibrio de poder que devino de las elecciones de 2006 y de los increíbles errores que ha cometido el PRD durante estos casi dos años. En los hechos, en vez de adoptar una estrategia de cruda, y contradictoria, oposición legislativa, como en el sexenio pasado, con lo que desperdició, incluso, una situación mejor que la actual, vislumbró el extravío perredista y se dio, durante el primer año y medio de gobierno, a la tarea de reconstruir bases políticas e imagen: ante la beligerancia lopezobradorista y para borrar la percepción de la campaña de Madrazo (recordemos que los legisladores del PRI obtuvieron 5% más de votos que el candidato presidencial), apostaron por buscar posicionarse con una agenda legislativa que tuviera consensos. En eso coincidieron con el gobierno e incluso con un sector del PRD. Y el éxito de esa apuesta se reflejó en los buenos resultados electorales del priismo en 2007 y 2008.
Pero hasta ahora ha trabajado en una situación de relativo confort. Sus principales dirigentes reales: Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Enrique Peña Nieto, sumados quizás a un puñado de sus 18 gobernadores, a pesar de sus diferencias, supieron mantener espacios y diálogo, pero también tuvieron como interlocutor a un gobierno decidido a buscar acuerdos. Desde marzo, sin embargo, la situación ha cambiado: el gobierno federal debe recomponer su situación partidaria, marcada por el desastroso paso de Manuel Espino al frente del PAN; el PRD, que en el ámbito legislativo contribuyó en más de un caso a sacar adelante los acuerdos, está viviendo una crisis inédita y todos sus principales actores han terminado siendo rehenes de la misma. Y, en el PRI, en la misma medida en que se acercan las elecciones legislativas de 2009, las ambiciones por recuperar o mantener posiciones comienzan a afectar su desempeño. Todo ello se catalizó con la reforma energética (que en términos reales es de interés para la mayoría, si no es que de todos, los actores reales de poder en el priismo) y se profundizó ante la declinación del perredismo de seguir siendo parte sustantiva de la negociación.
En los hechos lo ocurrido es que distintos grupos del priismo, la mayoría relativa o absolutamente alejados de los espacios de poder en ese partido, están utilizando el tema energético para tratar de obligar a la dirigencia partidaria real a ofrecerles espacios en el próximo proceso y amenazan, incluso, con acuerdos con los sectores duros del PRD, como una forma de mantenerse, aunque sea, en los reflectores. La verdad es que, salvo casos, muy particulares, no habrá espacios para muchos de ellos: los Manuel Bartlett, los José Murat, no se percibe qué pueden aportarle al priismo en este proceso y, por el contrario, le restan y lo diluyen en una oposición sin sentido ni porvenir.
El priismo real tendrá que adaptarse a esta nueva etapa buscando mayores definiciones propias, con más personalidad y sin recurrir a caminos que ya en otras ocasiones lo han llevado al fracaso. En el tema energético, cuyo debate legislativo comienza hoy, deberá apostar a mantener posiciones reformistas, a darle su propio perfil a la reforma, pero sin perder de vista que, si sus ambiciones de regresar a Los Pinos son ciertas, si quiere que los más importantes de sus gobernadores tengan éxito y recursos, deberá apostar por la misma. Un grupo ha rescatado un discurso del viejo nacionalismo porque quiere mantener su vigencia, pero también porque no tienen nada que perder, ya que están, en la enorme mayoría de los casos, fuera de espacios de decisión. Y los pocos que sí tienen oportunidad de jugar cartas propias dentro de ese grupo, ya están reconsiderando sus posiciones, porque saben que resultarán afectados dentro y fuera del partido.
Pero además de en el tema energético, el priismo buscará presionar con los recursos de la política social y con la posibilidad de una reforma laboral. Y deberá apostar, una vez más, a la vertiente reformista, tratando de que el árbol de la coyuntura no le tape el bosque de su futuro. Y tiene que aprender de su propia historia: nunca el PRI ha sido más exitoso que cuando se la jugó por las reformas; nunca ha sufrido crisis tan duras como cuando dudó de ellas o se dejó presionar por los grupos que trataban de impedirlas para preservar sus respectivos intereses. Nunca tuvo un desempeño electoral tan malo como cuando optó por romper y no prestarse a las reformas (¿hubiera sido tan malo el voto del PRI en 2006 si en vez de propiciar una fractura legislativa y no apoyar la reforma fiscal hubiera participado de ese proceso, impulsando su propia agenda?). Y los resultados electorales lo favorecen cuando se muestra como una oposición constructiva. Allí es donde tienen el espacio y la posibilidad de consolidar y aumentar su acceso al poder.
Será más complejo hacerlo en los siguientes meses porque se acerca la elección intermedia y van a aflorar sus contradicciones. Pero los hombres y las mujeres que tienen el poder real en el priismo, con sus contradicciones, parecen ser conscientes de que en esta oportunidad no pueden equivocarse tanto como en 2005 y 2006.
El EPR dice que quién sabe
Lo más notable del reciente comunicado del EPR no es la profunda confusión y las contradicciones que el texto presenta, sino la advertencia a otros grupos armados, en particular hacia lo que se llama el ERPI, al que no llaman por su nombre, pero lo acusan de haber entregado a sus dirigentes, como Jacobo Silva. El comunicado confirma que, en realidad, no se sabe con quién se habla cuando se dice hablar con el EPR. La pregunta original se mantiene: ¿qué, por qué y con quién negociar en este caso?, ¿lo sabrán por lo menos quienes aceptaron estar en la llamada comisión de intermediación?