junio 07, 2008

El otro manotazo

Ivonne Melgar
Retrovisor
Excélsior

La expedición presidencial hacia el México sin baños ha ido dejando atrás a aquel Felipe Calderón del cabildeo parlamentario. Las giras por las comunidades más empobrecidas de la República lo han conducido este viernes a un segundo manotazo verbal.

El primero ocurrió en septiembre anterior, en aquel encuentro con los influyentes por su dinero, su poder o su visibilidad. El mensaje mostró a un panista que se revelaba frente a la simulación de los llamados líderes, incapaces de asumirse como tales frente a la desigualdad y el desastre nacional. A pesar de su resonancia, el discurso intenso, reflexivo, desafiante, fue flor de un día.

Casi nueve meses después, al evaluar la primera cuarta parte de su estancia en Los Pinos, el experto en negociaciones, el hijo intelectual y político de Carlos Castillo Peraza, el Ejecutivo federal de la más reñida competencia electoral, se ha topado con las limitaciones del gobierno que conduce, las del equipo y, por tanto, las de las personas, sí, pero también las limitaciones estructurales de eso llamado administración pública.

Los descubrimientos hechos por Calderón durante el periplo de la pobreza indígena se suman al decaído optimismo por la trasformación a través de los pactos entre la partidocracia.

Simultáneamente, Andrés Manuel López Obrador sigue mostrado su capacidad de veto, ahora compartida con Marcelo Ebrard, en franca confrontación hacia el gobierno federal. Para colmo, la estrategia de seguridad vive su más sangrienta etapa, abriéndole a la oposición la oportunidad de cuestionarla, calificándola de errática. Con esta mala racha y con el 2009 electoral en puerta, el Presidente ha ido en busca de respaldo popular, de combustible social, a través de una plataforma de acciones que también es un eslogan y una campaña de publicidad, la de Vivir Mejor.

Algo muy pestilente, sin embargo, ha descubierto Calderón en sus viajes a la marginación, algo huele muy mal en esta coyuntura de noticias deficitarias, es algo que lo ha conducido a un segundo manotazo, apenas ayer.

Esta vez, la reclamación ha sido para los suyos, para los casi mil cuadros de primer nivel de medio centenar de secretarías, comisiones y dependencias que integran la burocracia del gobierno central. Los citó en Palacio Nacional para leerles la cartilla: “Este ejercicio, amigas y amigos, se trata de un esfuerzo de unificar el esfuerzo de la Administración Pública Federal, un esfuerzo para comprender que no somos una veintena de entidades separadas o cincuentena de entidades separadas, que no somos una pléyade de servidores públicos donde cada quien trabaja por su lado y para sus intereses, sino, al contrario: que somos un equipo, desde la más modesta afanadora de una secretaría federal, hasta el Presidente de la República, que trabajamos para lograr el México que queremos”, planteó.

¿Quién o quiénes están trabajando por su lado? La incursión al México del rezago le ha puesto al descubierto que el gobierno es eso, un conjunto de ventanillas cuyos encargos en turno simulan una serie de responsabilidades siempre pendientes. Por eso los pueblos de La Montaña de Guerrero siguen sin drenaje y sin maestros.

El manotazo verbal de este viernes tiene como telón de fondo el conocimiento directo de los diversos subterfugios que los gobernadores utilizan para pedir dinero a la Federación. Porque una cosa es el parlamento y las tácticas para sacar adelante reformas legislativas, y otra atestiguar el uso que esos gobernadores hacen de los alcaldes para chantajear al gobierno federal.

De eso se ha dado cuenta Calderón, del nado de muertito y de la comodidad con que se ejerce el llamado servicio público. Porque hacer lo contrario, ni modo, así es, equivale a sacudir el avispero de las complicidades y, por lo tanto, perder el control, reducido al mero hecho de mediocremente administrar lo existente.

Si en Chiapas, en abril pasado, en una reunión con consejeros indígenas, no pudo escapar a los profesionales del activismo y a las consignas zapatistas, pese a que el gobernador Juan Sabines le ofreció una gira tersa; esta semana en Metlatonoc, la denominada capital de la pobreza, el panista atajó las inconformidades sembradas como si hubiera sido un avezado conductor de asambleas ceuístas y no el egresado de la Escuela Libre de Derecho.

Y el martes, en la mixteca oaxaqueña, le dio su estate quieto al alcalde de Tlaxiaco, Rogelio Hernández Martínez, muy afín al gobernador Ulises Ruiz. Y es que el anfitrión lo recibió con la queja de que la administración federal los tenía en el abandono y la petición de ubicar al municipio entre los de muy alta marginación.

La respuesta de Calderón evidenció que se ha preparado para evitar que le vean la cara y pelear por mayores márgenes de gobernabilidad. Dijo que era el INEGI el que determinaba esas clasificaciones y que el apoyo de Oportunidades no es requerido por todos. “Hay otros que, por su condición económica, señor presidente, no lo necesitan y no lo reciben, como usted comprenderá…”, reviró.

Obsesionado desde joven con la idea de que la superación de la desigualdad empieza con las letrinas dignas, en otra de estas giras por Veracruz, no pudo ocultar su enojo cuando sus funcionarios y el gobernador Fidel Herrera justificaron la falta de baños en las nuevas viviendas porque así son los usos y costumbres de la gente.

Ayer contó de sus días de alfabetizador y de cómo, “después de muchos callos y ampollas por tratar de hacer fosas sépticas en las comunidades más pobres”, entendió que sólo mediante el poder público podía cambiarse esa realidad.

El asunto del baño y de las giras, sin embargo, le ha traído otra lección: ser gobierno no es garantía de nada. Ahora debe asegurarse de que los suyos no simulen. Ni en la atención de 20% de hogares que carece de sanitarios ni en los operativos de seguridad.

Y por eso la arenga de ayer, de hora y media, y la aclaración de que “todos los secretarios tienen plena libertad de expresar en reuniones de gabinete sus puntos de vista, y una vez que llegamos a un acuerdo, esa es la directriz del gobierno, esa es la línea que seguimos”.

¿Quién o quiénes hacen lo contrario? Si esto es un auténtico manotazo, pronto sabremos de qué se cansó Calderón. No puede ser de otra manera, porque la ruta del México sin baños también ha puesto al descubierto lo caro que sale la pirotecnia verbal.

El otro manotazo

Ivonne Melgar
Retrovisor
Excélsior

La expedición presidencial hacia el México sin baños ha ido dejando atrás a aquel Felipe Calderón del cabildeo parlamentario. Las giras por las comunidades más empobrecidas de la República lo han conducido este viernes a un segundo manotazo verbal.

El primero ocurrió en septiembre anterior, en aquel encuentro con los influyentes por su dinero, su poder o su visibilidad. El mensaje mostró a un panista que se revelaba frente a la simulación de los llamados líderes, incapaces de asumirse como tales frente a la desigualdad y el desastre nacional. A pesar de su resonancia, el discurso intenso, reflexivo, desafiante, fue flor de un día.

Casi nueve meses después, al evaluar la primera cuarta parte de su estancia en Los Pinos, el experto en negociaciones, el hijo intelectual y político de Carlos Castillo Peraza, el Ejecutivo federal de la más reñida competencia electoral, se ha topado con las limitaciones del gobierno que conduce, las del equipo y, por tanto, las de las personas, sí, pero también las limitaciones estructurales de eso llamado administración pública.

Los descubrimientos hechos por Calderón durante el periplo de la pobreza indígena se suman al decaído optimismo por la trasformación a través de los pactos entre la partidocracia.

Simultáneamente, Andrés Manuel López Obrador sigue mostrado su capacidad de veto, ahora compartida con Marcelo Ebrard, en franca confrontación hacia el gobierno federal. Para colmo, la estrategia de seguridad vive su más sangrienta etapa, abriéndole a la oposición la oportunidad de cuestionarla, calificándola de errática. Con esta mala racha y con el 2009 electoral en puerta, el Presidente ha ido en busca de respaldo popular, de combustible social, a través de una plataforma de acciones que también es un eslogan y una campaña de publicidad, la de Vivir Mejor.

Algo muy pestilente, sin embargo, ha descubierto Calderón en sus viajes a la marginación, algo huele muy mal en esta coyuntura de noticias deficitarias, es algo que lo ha conducido a un segundo manotazo, apenas ayer.

Esta vez, la reclamación ha sido para los suyos, para los casi mil cuadros de primer nivel de medio centenar de secretarías, comisiones y dependencias que integran la burocracia del gobierno central. Los citó en Palacio Nacional para leerles la cartilla: “Este ejercicio, amigas y amigos, se trata de un esfuerzo de unificar el esfuerzo de la Administración Pública Federal, un esfuerzo para comprender que no somos una veintena de entidades separadas o cincuentena de entidades separadas, que no somos una pléyade de servidores públicos donde cada quien trabaja por su lado y para sus intereses, sino, al contrario: que somos un equipo, desde la más modesta afanadora de una secretaría federal, hasta el Presidente de la República, que trabajamos para lograr el México que queremos”, planteó.

¿Quién o quiénes están trabajando por su lado? La incursión al México del rezago le ha puesto al descubierto que el gobierno es eso, un conjunto de ventanillas cuyos encargos en turno simulan una serie de responsabilidades siempre pendientes. Por eso los pueblos de La Montaña de Guerrero siguen sin drenaje y sin maestros.

El manotazo verbal de este viernes tiene como telón de fondo el conocimiento directo de los diversos subterfugios que los gobernadores utilizan para pedir dinero a la Federación. Porque una cosa es el parlamento y las tácticas para sacar adelante reformas legislativas, y otra atestiguar el uso que esos gobernadores hacen de los alcaldes para chantajear al gobierno federal.

De eso se ha dado cuenta Calderón, del nado de muertito y de la comodidad con que se ejerce el llamado servicio público. Porque hacer lo contrario, ni modo, así es, equivale a sacudir el avispero de las complicidades y, por lo tanto, perder el control, reducido al mero hecho de mediocremente administrar lo existente.

Si en Chiapas, en abril pasado, en una reunión con consejeros indígenas, no pudo escapar a los profesionales del activismo y a las consignas zapatistas, pese a que el gobernador Juan Sabines le ofreció una gira tersa; esta semana en Metlatonoc, la denominada capital de la pobreza, el panista atajó las inconformidades sembradas como si hubiera sido un avezado conductor de asambleas ceuístas y no el egresado de la Escuela Libre de Derecho.

Y el martes, en la mixteca oaxaqueña, le dio su estate quieto al alcalde de Tlaxiaco, Rogelio Hernández Martínez, muy afín al gobernador Ulises Ruiz. Y es que el anfitrión lo recibió con la queja de que la administración federal los tenía en el abandono y la petición de ubicar al municipio entre los de muy alta marginación.

La respuesta de Calderón evidenció que se ha preparado para evitar que le vean la cara y pelear por mayores márgenes de gobernabilidad. Dijo que era el INEGI el que determinaba esas clasificaciones y que el apoyo de Oportunidades no es requerido por todos. “Hay otros que, por su condición económica, señor presidente, no lo necesitan y no lo reciben, como usted comprenderá…”, reviró.

Obsesionado desde joven con la idea de que la superación de la desigualdad empieza con las letrinas dignas, en otra de estas giras por Veracruz, no pudo ocultar su enojo cuando sus funcionarios y el gobernador Fidel Herrera justificaron la falta de baños en las nuevas viviendas porque así son los usos y costumbres de la gente.

Ayer contó de sus días de alfabetizador y de cómo, “después de muchos callos y ampollas por tratar de hacer fosas sépticas en las comunidades más pobres”, entendió que sólo mediante el poder público podía cambiarse esa realidad.

El asunto del baño y de las giras, sin embargo, le ha traído otra lección: ser gobierno no es garantía de nada. Ahora debe asegurarse de que los suyos no simulen. Ni en la atención de 20% de hogares que carece de sanitarios ni en los operativos de seguridad.

Y por eso la arenga de ayer, de hora y media, y la aclaración de que “todos los secretarios tienen plena libertad de expresar en reuniones de gabinete sus puntos de vista, y una vez que llegamos a un acuerdo, esa es la directriz del gobierno, esa es la línea que seguimos”.

¿Quién o quiénes hacen lo contrario? Si esto es un auténtico manotazo, pronto sabremos de qué se cansó Calderón. No puede ser de otra manera, porque la ruta del México sin baños también ha puesto al descubierto lo caro que sale la pirotecnia verbal.