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Itinerario Político
El Universal
A los ojos de todos —sin pudor y como si no existiera control alguno de poder—, pelean en el Coliseo mediático los “presuntos implicados” de la “tragedia del antro”: Joel Ortega y Rodolfo Félix
¿Realidad o ficción la pelea entreOrtega y Félix?
Ebrard y Ortega, relación que vienedesde Salinas

Pero no, que nadie se equivoque. En esta ocasión no se trata de una disputa cualquiera, de una pelea más. No, lo que ocurre hoy no es igual a aquellas luchas por las que se han enfrentado en los últimos 17 meses los responsables del GDF de la seguridad pública y la procuración de justicia —la imagen de eficaces y siempre leales servidores públicos—, sino que ahora el motivo de la disputa es mucho más importante: hoy en ambos bandos está en juego la supervivencia.
Dicen los conocedores del comportamiento humano y de la respuesta muy animal de supervivencia, que en la naturaleza la víctima siempre es más audaz, veloz y diestra que el predador. Es decir, que siempre tiene más ventaja aquel que “corre para vivir” que el que “corre para comer”. Pero resulta que en este caso, tanto el secretario de Seguridad Pública, Joel Ortega, como el procurador del Distrito Federal, Rodolfo Félix, corren para no ser presa de las fieras del Coliseo y menos de las intrigas del poder. En la peculiar pelea que vemos en el Coliseo mediático entre los dos servidores públicos del gobierno de Ebrard, los dos corren por salvar la vida.
Acaso por eso, atrapados en el escándalo de ese poco serio control de daños de la “tragedia del antro”, los dos dizque “servidores públicos” —no creemos que exista quien los quiera reconocer como tales—, se acusan uno al otro y el segundo contra el primero de la culpa más importante, luego de la muerte de 12 personas, en la tragedia en cuestión; de la violación de los derechos humanos de medio millar de niñas que fueron desnudadas, vejadas y hasta tratadas como en un campo de concentración nazi.
¿GAVILÁN O PALOMA?
¿Quién tiene la culpa de tal bajeza?
La SSP de Joel Ortega dice que el culpable es el Ministerio Público de Rodolfo Félix, en tanto que el responsable de la procuración de justicia se defiende y culpa a su par, de la SSP, Joel Ortega, de mentiroso. ¿A quién podemos creerle? Por supuesto que a ninguno de los dos, porque en ambos extremos se trata de personeros de Marcelo Ebrard que responden no a una responsabilidad oficial, ética y pública, y menos a la rendición de cuentas elemental. Los dos responden a la lógica del poder. ¿Y cuál es esa lógica? Es elemental, salvar a su jefe del costo político por la tragedia.
Al parecer, asistimos a una pelea mortal entre Joel Ortega y Rodolfo Félix; pelea por la responsabilidad en la “tragedia del antro”, pero al mismo tiempo encontramos signos muy evidentes de que detrás de esa pelea existe una buena dosis de montaje teatral, lo que quiere ser presentado como una pelea fundamental entre dos presuntos responsables que intentan salvar el pellejo ante un jefe comprensivo, nada arbitrario y menos autoritario como es Marcelo Ebrard. ¿Por qué un montaje?
Porque en la medida que Ortega y Félix disputen la paternidad de la tragedia; en la medida que se lancen toda clase de proyectiles hediondos y hasta nocivos para la salud, el señor Marcelo Ebrard lava su imagen como presunto responsable. ¿A poco existe, en la clase política, un mortal capaz de creer que Ortega y Félix son inocentes hermanas de la caridad capaces de dedicar su tiempo al señor? Está claro que no, que en el fondo esa pelea debía mostrar, por lo menos, la incapacidad del jefe de gobierno para tener control en su propia casa.
¿Quién puede creer que Marcelo Ebrard es un político bisoño, timorato, falto de agallas para hacer frente a una crisis como la que vive; que por cierto es la peor que ha vivido? Por supuesto que nadie. El jefe de Gobierno del DF está muy lejos de esa caracterización y, sobre todo, se ha vendido en los espacios mediáticos precisamente como un político y un gobernante que brilla por sus capacidades.
Más aún, apenas el pasado viernes, el propio Ebrard dijo que frente a la crisis que viven él y su gobierno, actúa “como todo un hombre”—al grado que con esa declaración desbancó a Santiago Creel del mote del “hombrecito”—, y se colocó como un hombre rudo de la política. Y si es así, si Marcelo Ebrard tiene las agallas suficientes, la capacidad de control de sus colaboradores, los hilos del poder en el GDF y en la capital del país, entonces no habría espacio para peleas entre sus colaboradores como la que en el terreno mediático existe entre los señores Joel Ortega y Rodolfo Félix.
Y si la pelea no es real, entonces ¿qué existe detrás? Bueno, lo opuesto a la realidad es la simulación. Si la pelea no es real, entonces asistimos a una representación teatral. Pero si es real la pelea, entonces Marcelo Ebrard nos engañó a todos, y no es el político que muchos han creído y que otros han vendido al Coliseo mediático. Es decir, en ese caso sería un político timorato, al que sus colaboradores mangonean y quienes con sus pleitos son capaces de poner en peligro la supervivencia de la propia casa. ¿Cuál de las dos hipótesis es real?
VIEJA RELACIÓN
En el fondo parece muy clara la estrategia. Es decir, que son muchos los indicios de que Marcelo Ebrard intenta desviar la atención con una pelea —ficticia o real—, entre dos de sus más importantes colaboradores, con lo cual el jefe de Gobierno queda libre de toda culpa en la “tragedia del antro”. Y la hipótesis se refuerza si hacemos un rápido repaso de la historia de Ebrard, respecto del grupo político al que pertenece.
Desde los terremotos de 1985, cuando Manuel Camacho y su fiel escudero se encargaron de los programas de vivienda, nació el grupo político que luego sirvió a Camacho, a AMLO y a Ebrard, para sostener su hegemonía clientelar en el DF. Todos saben que en esos años, el grupo de Manuel Camacho y Marcelo Ebrard mantuvieron control de los damnificados del terremoto —grupo del que surgieron los liderazgos de René Bejarano y Dolores Padierna—, y que controlaron un bastión de lo que fue el CEU histórico de la UNAM —del que surgió la familia Batres—, y controló al entonces naciente líder tabasqueño, Andrés Manuel López Obrador, al que financiaron todas sus movilizaciones de Tabasco al DF.
Esos eran los grupos políticos que apoyarían, en 1994 al casi seguro candidato presidencial del PRI, Manuel Camacho. Pero resulta que cuando Carlos Salinas convierte a Luis Donaldo Colosio en el candidato del PRI a Los Pinos, ese grupo —que tenía un pie en el naciente PRD y otro en la tendencia democrática del PRI—, decide apoderarse del PRD, y lo consigue en el año 2000. Bueno, desde esos años viene la relación de Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y Joel Ortega. Relación vinculada con Salinas.