Pablo HiriartVida Nacional
Excélsior
La marcha del sábado, a la que desde luego asistí, mostró el gran problema que tiene el país, además de la inseguridad: ausencia de líderes.
Es duro decirlo, pero López Obrador, con seguidores que no llegan a 20% del conglomerado humano que marchó el sábado, tiene suficiente para poner al país de cabeza, frenar las reformas que quiere frenar y colocar a las instituciones contra las cuerdas.
¿Y las mayorías?
¿Dónde están los líderes de las mayorías que den cauce al clamor de sus aliados?
Uno de los riesgos de la marcha del sábado es la frustración.
Que esos ríos humanos que llenaron Paseo de la Reforma y Avenida Juárez hasta el Zócalo se pregunten en las siguientes semanas y meses: ¿Y ahora, qué?
Esa marcha, que es expresión del descontento y la desesperación por la falta de resultados en seguridad pública, puede quedarse sólo en un monólogo.
Es la sociedad civil que habla sola. No la escuchan o, si la escuchan, no saben cómo responderle satisfactoriamente.
La sociedad habló el día 30 de agosto en las calles de la capital y en las principales ciudades del país.
El gobierno dejó pasar la oportunidad de responder el 1 de septiembre. Dejó pasar la oportunidad de tenderle la mano a ese de la población que es su aliado natural, pero puede dejar de serlo.
Los que se manifestaron el sábado son, en efecto, los aliados naturales del gobierno que encabeza el presidente Calderón.
Lo son porque quieren el rescate de México, y no destruirlo.
Son sus aliados porque exigen que el gobierno funcione, y no que se caiga.
Son sus aliados porque quieren orden y seguridad, no caos ni violencia.
Este es el momento para que el Presidente se ponga delante del clamor de sus aliados. Es una llamada crucial para que se crezca ante la zozobra y dé tranquilidad y confianza.
Para eso tiene que haber mensaje, contenido, no sólo spots, que son otra forma de monólogo.
Llama poderosamente la atención que Los Pinos haya decidido suspender la presentación del Presidente de la República el 1 de septiembre, como se había previsto.
¿Por qué esos titubeos?
Así sólo fomentan la incertidumbre.
¿Quién le impidió dar el mensaje del 1 de septiembre a través de la red nacional de televisión?
¿Qué iba a decir el Presidente y luego se arrepintió o consideró prudente dejarlo para otra ocasión?
¿Cuál fue la poderosa razón que obligó al Presidente de la República a cambiar de planes y abstenerse de dirigirse al país luego de la histórica marcha del sábado?
Tuvo un muy inoportuno accidente en la bicicleta, pero eso no le impide hablar en televisión, para mandar el mensaje que la ciudadanía espera: el mensaje de la confianza.
El vacío de mensaje crea más incertidumbre y deja a las mayorías pacíficas de este país en la orfandad.
Los líderes políticos de las mayorías pacíficas no están respondiendo a la intensidad del reclamo de sus aliados… que pueden dejar de serlo.
Del otro lado, del que quienes quieren que aumente el deterioro del país para quedarse con el poder, sí tienen mensaje y saben qué hacer.
Son menos, pero poseen la claridad de objetivos y el liderazgo para frenar el avance del país y obstaculizar el funcionamiento de algunas instituciones clave.
Van a tomar el Congreso y bloquear aeropuertos, por la reforma petrolera, y le van a llenar el Zócalo de enemigos al Presidente la noche del 15 de septiembre.
Puras piedras en el camino para probar que el Estado de derecho es casi inexistente y que las autoridades federales están acorraladas.
¿Por qué si somos mayoría los que queremos que las instituciones funcionen y el país avance?
Porque no hay respuestas a la altura del reto y del clamor de los aliados del orden y de la estabilidad.
El Presidente se reunió en privado con las 14 personas que convocaron a la marcha y acordaron crear un Instituto Ciudadano de Prevención Social del Delito.
Excelente. ¿Y? ¿Qué más?
Esas 14 personas tuvieron la buena idea de hacer una marcha, pero no son líderes de nadie y sólo se representan a sí mismos.
El país necesita que el Presidente salga a responderle, pero no a esos 14 con la creación de un Instituto, sino a la ciudadanía, a los millones que marcharon y darles un gran mensaje de confianza.
La mayoría pacífica necesita que el Presidente se ponga delante de ella y de sus reclamos.
La nación necesita de su Presidente un mensaje claro, creíble, emotivo, que indique que sí se entendió la demanda ciudadana.
Se necesita liderazgo, que hasta ahora ha sido escaso.
Aún hay tiempo, aunque poco.