
octubre 05, 2008
Conspiración mata ansiedad
Luis González de Alba
Se descubrió que...
Milenio
Fui al DF a una plática sobre los 40 años del 68 y una joven veinteañera me explicó que a mis 24 años fui torturado psicológicamente en el Campo Militar No. 1. Fui a Aguascalientes a presentar mi libro Otros días, otros años, y un señor me explicó que soy parte de una conspiración que tiende a negar los hechos del 68, como los miles de cadáveres que fueron a tirar al mar en decenas de camiones del Ejército, los gritos de los heridos que asaron vivos en los hornos crematorios del Campo Militar, los cadáveres despedazados por los tanques y recogidos con pala tras el desalojo del Zócalo la noche del 27 de agosto, los muertos mientras detenían la puerta de la Prepa 1 cuando el bazukazo que incendió el 68 (¿y qué le detenían?), todo lo cual vio y relata el entonces profesor Fausto Trejo.
Qué casualidad, hiló con lógica aristotélica el personaje, que Aguilar Camín, “ese becario del salinismo”, niega también los hechos de Acteal, donde, como todos sabemos, los malos llegaron a matar a los buenos mientras éstos rezaban el santo rosario. Y los mataron porque los malos suelen matar a los buenos. Y la tal Mastretta de seguro obtendrá el Óscar por su peli, predijo con certeza. Y también se niegan los hechos de Atenco, Oaxaca, etcétera.
En fin: un compló que ni el Loco López, en adelante LoLo para abreviar, había desentrañado y debí contemplar con azoro, al lado del ultraderechista Román Revueltas, mi presentador. Luego, fui invitado a la cena... con los becarios del Fonca.
No asistí porque detesto a los huevones becarios que hacen con mis impuestos “instalaciones” con un televisor viejo atravesado por un lanzazo de tubo neón. Y lo habría dicho así, para horror de autoridades y silencio de becarios.
Como Science, ya se sabe, es parte de la peor conspiración: la del imperialismo que busca imponernos a todos su gusto por las hamburguesas, el cine joligudense y el modelo de belleza estilo Marilyn Monroe, el viernes pasado publicó un mamotreto que desprestigia las conspiraciones como simples arreglos de nuestra percepción en busca de orden, porque resulta que el desorden nos pone muy nerviosos.
Creer que estamos en control de los hechos es una bien establecida y efectiva ruta para reducir ansiedad y estrés. Por el contrario, ser colocado en una situación que no nos permite su control activa conductas dirigidas a rehacer nuestro piso de seguridad. En la página 115 del semanario, Whitson y Galinsky (nótense los apellidos extranjeros) muestran que la necesidad de control, de explicación de los hechos, es lo bastante fuerte como para influir la percepción, al grado de ver perfiles de pautas donde no existen.
En una serie de estudios, se puso a prueba si la falta de control de la situación experimental incrementaba la ilusión de patrones perceptivos. De ser así, un conjunto al azar de estímulos sin relación sería identificado como relaciones significativas y coherentes. En efecto, los participantes que carecieron de control sobre los estímulos al azar que recibían tendieron más a percibir en ellos patrones ilusorios: vieron imágenes en ruidos, descubrieron correlaciones ilusorias entre informes de la Bolsa de Valores, percibieron conspiraciones y desarrollaron supersticiones.
“Demostramos que el incremento de patrones perceptuales tiene una base motivacional”. Midieron la necesidad de estructura y mostraron que la relación causal entre falta de control y patrones de percepción ilusorios se reduce reafirmando el yo.
Al incrementarse en los sujetos de estudio la necesidad de dar estructura a estímulos al azar (y por ende sin estructura), se incrementaba también la posibilidad de que vieran pautas en lo que no era sino casualidad, y eso los llevaba a encontrar conspiraciones donde no había ninguna. Permitir a los sujetos el combate de su ansiedad por medio de ejercicios de auto-afirmación, consigue mantener bajo control sus percepciones ilusorias.
El deseo de combatir la incertidumbre y mantener control sobre el medio ha sido siempre considerada una fuerza primaria y fundamental en las motivaciones humanas y una de las más importantes variables que gobiernan el bienestar psicológico y la salud física.
Por ejemplo, cuando pueden controlar, o creen que pueden controlar, la duración de choques eléctricos, se muestran menos ansiosos. Lo peor de un malestar es ignorar cuánto pueda durar. La falta de control activa la amígdala cerebral y produce respuestas de temor. No sorprende que las personas busquen, de forma activa, reestablecer el control cuando lo pierden y crean encontrar relaciones de causa-efecto en secuencias que no las tienen. Y esto ocurre más cuando los hechos son inesperados, más que cuando son desagradables. Una pauta comprensible evita el sentimiento de desamparo y ajusta a la persona con su medio. Esto sugiere que nos resulta más insoportable no entender algo que entender algo desagradable.
_____
Contacto: jennifer.whitson@mccombs.utexas.edu
Se descubrió que...
Milenio
Qué casualidad, hiló con lógica aristotélica el personaje, que Aguilar Camín, “ese becario del salinismo”, niega también los hechos de Acteal, donde, como todos sabemos, los malos llegaron a matar a los buenos mientras éstos rezaban el santo rosario. Y los mataron porque los malos suelen matar a los buenos. Y la tal Mastretta de seguro obtendrá el Óscar por su peli, predijo con certeza. Y también se niegan los hechos de Atenco, Oaxaca, etcétera.
En fin: un compló que ni el Loco López, en adelante LoLo para abreviar, había desentrañado y debí contemplar con azoro, al lado del ultraderechista Román Revueltas, mi presentador. Luego, fui invitado a la cena... con los becarios del Fonca.
No asistí porque detesto a los huevones becarios que hacen con mis impuestos “instalaciones” con un televisor viejo atravesado por un lanzazo de tubo neón. Y lo habría dicho así, para horror de autoridades y silencio de becarios.
Como Science, ya se sabe, es parte de la peor conspiración: la del imperialismo que busca imponernos a todos su gusto por las hamburguesas, el cine joligudense y el modelo de belleza estilo Marilyn Monroe, el viernes pasado publicó un mamotreto que desprestigia las conspiraciones como simples arreglos de nuestra percepción en busca de orden, porque resulta que el desorden nos pone muy nerviosos.
Creer que estamos en control de los hechos es una bien establecida y efectiva ruta para reducir ansiedad y estrés. Por el contrario, ser colocado en una situación que no nos permite su control activa conductas dirigidas a rehacer nuestro piso de seguridad. En la página 115 del semanario, Whitson y Galinsky (nótense los apellidos extranjeros) muestran que la necesidad de control, de explicación de los hechos, es lo bastante fuerte como para influir la percepción, al grado de ver perfiles de pautas donde no existen.
En una serie de estudios, se puso a prueba si la falta de control de la situación experimental incrementaba la ilusión de patrones perceptivos. De ser así, un conjunto al azar de estímulos sin relación sería identificado como relaciones significativas y coherentes. En efecto, los participantes que carecieron de control sobre los estímulos al azar que recibían tendieron más a percibir en ellos patrones ilusorios: vieron imágenes en ruidos, descubrieron correlaciones ilusorias entre informes de la Bolsa de Valores, percibieron conspiraciones y desarrollaron supersticiones.
“Demostramos que el incremento de patrones perceptuales tiene una base motivacional”. Midieron la necesidad de estructura y mostraron que la relación causal entre falta de control y patrones de percepción ilusorios se reduce reafirmando el yo.
Al incrementarse en los sujetos de estudio la necesidad de dar estructura a estímulos al azar (y por ende sin estructura), se incrementaba también la posibilidad de que vieran pautas en lo que no era sino casualidad, y eso los llevaba a encontrar conspiraciones donde no había ninguna. Permitir a los sujetos el combate de su ansiedad por medio de ejercicios de auto-afirmación, consigue mantener bajo control sus percepciones ilusorias.
El deseo de combatir la incertidumbre y mantener control sobre el medio ha sido siempre considerada una fuerza primaria y fundamental en las motivaciones humanas y una de las más importantes variables que gobiernan el bienestar psicológico y la salud física.
Por ejemplo, cuando pueden controlar, o creen que pueden controlar, la duración de choques eléctricos, se muestran menos ansiosos. Lo peor de un malestar es ignorar cuánto pueda durar. La falta de control activa la amígdala cerebral y produce respuestas de temor. No sorprende que las personas busquen, de forma activa, reestablecer el control cuando lo pierden y crean encontrar relaciones de causa-efecto en secuencias que no las tienen. Y esto ocurre más cuando los hechos son inesperados, más que cuando son desagradables. Una pauta comprensible evita el sentimiento de desamparo y ajusta a la persona con su medio. Esto sugiere que nos resulta más insoportable no entender algo que entender algo desagradable.
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Contacto: jennifer.whitson@mccombs.utexas.edu
¡Espurio!
Fernando Rivera Calderón
La Crónica de Hoy
Esta semana ha nacido un nuevo héroe de “la resistance”. Un estudiante curiosamente llamado Andrés le gritó “espurio” al Presidente y se convirtió en el nuevo estandarte de la disidencia juvenil.
¿Por qué? Porque su grito detonó una vez más el rostro intolerante del gobierno y al chavo lo incomunicaron y se lo llevaron detenido por haber expresado su opinión, mientras el Presidente hablaba precisamente de libertad de expresión. Un error imperdonable de la Presidencia y de sus equipos de seguridad que fallaron dramáticamente en su encomienda, ya que nada vulnera más a un gobierno que la exhibición descarada de su autoritarismo.
Lamento mucho la situación, porque creo que a estas alturas no deberían suceder actos represivos de esa naturaleza en México, y porque creo que el chavo tenía derecho a decirlo sin que tuviera que pasarle nada, sin embargo, tampoco aplaudo el sentido de la protesta de este joven émulo de López Obrador. Creo que al decirle “espurio” a Felipe Calderón gastó su cartucho en vano y, aunque muchos ahora lo vean como el nuevo adalid de la libertad y la nueva víctima de la represión y la censura del Estado, en su grito a Calderón sólo logró convertirse en una repetidora más del canal del Peje, en uno de los muchos robots programados para decirle “espurio” a Calderón.
Yo conozco un montón de esos. Memorizan lo que dice el Peje y luego te lo repiten como si ellos lo hubieran pensado. Es más, cuando te lo dicen, hasta hacen cara como de que lo están deduciendo en ese momento, cuando tú ya lo leíste en La Jornada por la mañana.
Cuando estos seres (a los que llamaré Pejebots) dicen “espurio” como que se les llena la boca y sienten que están arrojando sus palabras de despecho como si éstas fueran el mismísimo Juan Escutia arrojándose con la bandera nacional. Cuando dicen “espurio” sienten que luchan, que resisten, que hacen la revolución. Imaginan en la inocencia de su pedestre insolencia que Calderón siente cada vez que dicen espurio, igualito que el aficionado pueril que le mienta su madre al árbitro a sabiendas de que está en su casa viendo el partido por televisión.
Claro, puede ser que este muchacho no sea un pejebot. Puede ser que sea un nostálgico y que en vez de pensar en decirle algo a Calderón, que nos remitiera a sus pifias en la lucha contra el crimen organizado, o a su necedad de tener a Mouriño en Gobernación, o a su cobarde y costosa tolerancia a la rapiña sindical, o a su narcisismo mediático, o a su apoyo al góber precioso y al Ulises Ruiz, decidió recordar los días postelectorales del 2006 cuando Andrés Manuel López Obrador, al no contar con elementos medianamente convincentes para demostrar su “victoria” (elementos que, para ser justos, tampoco tuvo Felipe Calderón) decidió autoproclamarse presidente legítimo endilgándole a su rival el estigma de “espurio”, un apodo mucho más pegador que el de “presidente legítimo” y que de inmediato encontró eco entre los pejebots.
Si yo hubiera sido este chavo y tuviera su edad no le hubiera gritado “espurio”, primero, porque no es original. Segundo: porque está trilladísimo, y tercero: porque no corresponde a lo que habría que gritarle a Calderón en estos días. ¿Por favor? Me cae que una mentada de madre hubiera sido mucho más oportuna y coyuntural, ¿pero espurio? ¿Qué es eso? No manches, Andrés, ¿para eso querías tus 15 minutos de fama warholiana? Hubieras dicho lo que hubieras dicho, igual el Estado Mayor te iba a “levantar”... ¿por qué no pensarlo un poco más?
Lo que sí le reconozco a este joven es el hecho de haberle dicho “espurio” a Calderón en su cara. Eso tiene su mérito. Y no porque el brazo siempre prepotente y represor del Estado Mayor le haya dado una probadita de su fuerza, sino por esa manera en la que su protagonismo juvenil interactuando con su conciencia política logró un momento que será citado y recordado los años venideros. Y porque López Obrador, a pesar de repetir su famoso “espurio” por toda la República jamás, jamás se lo ha dicho a Felipe Calderón en su cara. Tal vez por eso el Peje no ha tardado en declarar: “mi tocayo es la pura verdad”.
En fin, espero que si este muchacho, en vista del éxito obtenido, decide seguir por esa senda y convertirse algún día en, no sé, un Gerardo Fernández Noroña, por ejemplo, pues que por lo menos invente sus propios insultos o que se actualice un poco para que éstos encuentren eco entre todos (Y que conste que esto no quiere decir que lo que le hicieron después no sea una bajeza de Estado).
La Crónica de Hoy
Esta semana ha nacido un nuevo héroe de “la resistance”. Un estudiante curiosamente llamado Andrés le gritó “espurio” al Presidente y se convirtió en el nuevo estandarte de la disidencia juvenil.
¿Por qué? Porque su grito detonó una vez más el rostro intolerante del gobierno y al chavo lo incomunicaron y se lo llevaron detenido por haber expresado su opinión, mientras el Presidente hablaba precisamente de libertad de expresión. Un error imperdonable de la Presidencia y de sus equipos de seguridad que fallaron dramáticamente en su encomienda, ya que nada vulnera más a un gobierno que la exhibición descarada de su autoritarismo.
Lamento mucho la situación, porque creo que a estas alturas no deberían suceder actos represivos de esa naturaleza en México, y porque creo que el chavo tenía derecho a decirlo sin que tuviera que pasarle nada, sin embargo, tampoco aplaudo el sentido de la protesta de este joven émulo de López Obrador. Creo que al decirle “espurio” a Felipe Calderón gastó su cartucho en vano y, aunque muchos ahora lo vean como el nuevo adalid de la libertad y la nueva víctima de la represión y la censura del Estado, en su grito a Calderón sólo logró convertirse en una repetidora más del canal del Peje, en uno de los muchos robots programados para decirle “espurio” a Calderón.
Yo conozco un montón de esos. Memorizan lo que dice el Peje y luego te lo repiten como si ellos lo hubieran pensado. Es más, cuando te lo dicen, hasta hacen cara como de que lo están deduciendo en ese momento, cuando tú ya lo leíste en La Jornada por la mañana.
Cuando estos seres (a los que llamaré Pejebots) dicen “espurio” como que se les llena la boca y sienten que están arrojando sus palabras de despecho como si éstas fueran el mismísimo Juan Escutia arrojándose con la bandera nacional. Cuando dicen “espurio” sienten que luchan, que resisten, que hacen la revolución. Imaginan en la inocencia de su pedestre insolencia que Calderón siente cada vez que dicen espurio, igualito que el aficionado pueril que le mienta su madre al árbitro a sabiendas de que está en su casa viendo el partido por televisión.
Claro, puede ser que este muchacho no sea un pejebot. Puede ser que sea un nostálgico y que en vez de pensar en decirle algo a Calderón, que nos remitiera a sus pifias en la lucha contra el crimen organizado, o a su necedad de tener a Mouriño en Gobernación, o a su cobarde y costosa tolerancia a la rapiña sindical, o a su narcisismo mediático, o a su apoyo al góber precioso y al Ulises Ruiz, decidió recordar los días postelectorales del 2006 cuando Andrés Manuel López Obrador, al no contar con elementos medianamente convincentes para demostrar su “victoria” (elementos que, para ser justos, tampoco tuvo Felipe Calderón) decidió autoproclamarse presidente legítimo endilgándole a su rival el estigma de “espurio”, un apodo mucho más pegador que el de “presidente legítimo” y que de inmediato encontró eco entre los pejebots.
Si yo hubiera sido este chavo y tuviera su edad no le hubiera gritado “espurio”, primero, porque no es original. Segundo: porque está trilladísimo, y tercero: porque no corresponde a lo que habría que gritarle a Calderón en estos días. ¿Por favor? Me cae que una mentada de madre hubiera sido mucho más oportuna y coyuntural, ¿pero espurio? ¿Qué es eso? No manches, Andrés, ¿para eso querías tus 15 minutos de fama warholiana? Hubieras dicho lo que hubieras dicho, igual el Estado Mayor te iba a “levantar”... ¿por qué no pensarlo un poco más?
Lo que sí le reconozco a este joven es el hecho de haberle dicho “espurio” a Calderón en su cara. Eso tiene su mérito. Y no porque el brazo siempre prepotente y represor del Estado Mayor le haya dado una probadita de su fuerza, sino por esa manera en la que su protagonismo juvenil interactuando con su conciencia política logró un momento que será citado y recordado los años venideros. Y porque López Obrador, a pesar de repetir su famoso “espurio” por toda la República jamás, jamás se lo ha dicho a Felipe Calderón en su cara. Tal vez por eso el Peje no ha tardado en declarar: “mi tocayo es la pura verdad”.
En fin, espero que si este muchacho, en vista del éxito obtenido, decide seguir por esa senda y convertirse algún día en, no sé, un Gerardo Fernández Noroña, por ejemplo, pues que por lo menos invente sus propios insultos o que se actualice un poco para que éstos encuentren eco entre todos (Y que conste que esto no quiere decir que lo que le hicieron después no sea una bajeza de Estado).
Desestabilización, ¡a sólo una hora..!
Enrique Aranda
De naturaleza política
Excélsior

Luego de 47 días de iniciado el actual ciclo escolar, y de que la mayoría de las escuelas de nivel primaria y secundaria de la entidad han mantenido sus puertas cerradas, Morelos parece avanzar —cada vez de manera más evidente— hacia una situación de desestabilización política que lo asemeja a la Oaxaca de la última mitad de 2006, cuando un movimiento presumiblemente magisterial y popular sumió a la sociedad oaxaqueña en tal caos que las consecuencias se pagan aún hoy.
En las últimas semanas, efectivamente, y de manera mucho más concreta desde el pasado fin de semana, la entidad vecina de la capital del país ha constatado cómo aquello que se inició como una protesta magisterial contra la aplicación del Acuerdo por la Calidad en la Educación, suscrito entre la Secretaría de Educación Pública federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se ha convertido en un movimiento político con una clara pretensión desestabilizadora, ajeno del todo a la suerte de casi medio millón de menores en edad escolar.
Un movimiento, habría que decir, que ya a mediados de la semana que concluye involucraba no sólo a maestros —o supuestos maestros— morelenses, sino también a activistas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llegados de Zacatecas, Michoacán, Guerrero y Jalisco, por sólo citar algunos estados, lo mismo que a dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la funesta APPO, con el perredista ex convicto Flavio Sosa a la cabeza e incluso a líderes y militantes de otros movimientos radicales, presuntamente de izquierda.
No pasará mucho tiempo antes de que el hoy llamado Movimiento Magisterial de Bases dé a luz a la Asamblea Popular de los Pueblos del Estado de Morelos (APPEM), o algún engendro parecido, y de que se comience a hablar del real o del supuesto involucramiento en él de militantes del Ejército Popular Revolucionario (EPR), cuya presencia en la entidad es más que reconocida.
Sobra, pues, ante la irrefutable realidad, advertir que en el tradicionalmente pacífico Morelos, gobernado por el panista Marco Adame Castillo, parece estar hoy en juego mucho más que el retorno a clases de miles de niños y niñas; mucho más que la suerte de un acuerdo cuyas firmantes y primeras beneficiarias políticas, la secretaria Josefina Vázquez Mota y la profesora Elba Esther Gordillo, han cuidado de mantenerse lejos del conflicto —“a la distancia de un discurso…”, diría alguien— y de las mesas en que se negocia su posible solución… está en juego la estabilidad misma del gobierno estatal, y también la del gobierno federal.
¿A qué viene lo anterior? A que, salvo mejor explicación, en calles y plazas de la vecina entidad parece estar siendo puesta a prueba, hoy, una estrategia política de desestabilización ¡a escasos 75 kilómetros de la capital del país..!, un país donde, como es el México de nuestros días, se multiplican los problemas y los retos que cotidianamente ponen en entredicho la estabilidad, la gobernabilidad e incluso la unidad nacionales. Y eso, digámoslo fuerte y claro, a nadie conviene… a nadie.
Asteriscos
* En Monterrey, con el paso de los días, el “caso Madedido” tiende a complicarse. Más, después que el equipo del edil Adalberto Madero organizó a éste una fiesta de cumpleaños con ¡ocho mil invitados!, música en vivo, algo más que canapés y buen ambiente… además de imágenes en los medios, como para que a nadie le quepa duda de donde está el músculo…
* En verdad grande es el malestar que entre miembros de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), de Miguel Marón, suscitó la inexplicada cancelación, a última hora, de la participación del “ausente de Covián”, Juan Camilo Mouriño, en el pasado cónclave del organismo. ¿Habrá sido por que estaban aquí el príncipe Felipe de Borbón y su esposa Letizia?
* Para el 8 y 9 de noviembre próximos, se espera la visita a México del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, en una visita que le permitirá intercambiar puntos de vista sobre seguridad y lucha contra el narcotráfico con el presidente Felipe Calderón y otros funcionarios, además de visitar plazas turísticas y de interés empresarial: Monterrey, Guanajuato y Guadalajara.
Veámonos el miércoles, con otro tema De naturaleza política.
De naturaleza política
Excélsior

Luego de 47 días de iniciado el actual ciclo escolar, y de que la mayoría de las escuelas de nivel primaria y secundaria de la entidad han mantenido sus puertas cerradas, Morelos parece avanzar —cada vez de manera más evidente— hacia una situación de desestabilización política que lo asemeja a la Oaxaca de la última mitad de 2006, cuando un movimiento presumiblemente magisterial y popular sumió a la sociedad oaxaqueña en tal caos que las consecuencias se pagan aún hoy.
En las últimas semanas, efectivamente, y de manera mucho más concreta desde el pasado fin de semana, la entidad vecina de la capital del país ha constatado cómo aquello que se inició como una protesta magisterial contra la aplicación del Acuerdo por la Calidad en la Educación, suscrito entre la Secretaría de Educación Pública federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se ha convertido en un movimiento político con una clara pretensión desestabilizadora, ajeno del todo a la suerte de casi medio millón de menores en edad escolar.
Un movimiento, habría que decir, que ya a mediados de la semana que concluye involucraba no sólo a maestros —o supuestos maestros— morelenses, sino también a activistas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llegados de Zacatecas, Michoacán, Guerrero y Jalisco, por sólo citar algunos estados, lo mismo que a dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la funesta APPO, con el perredista ex convicto Flavio Sosa a la cabeza e incluso a líderes y militantes de otros movimientos radicales, presuntamente de izquierda.
No pasará mucho tiempo antes de que el hoy llamado Movimiento Magisterial de Bases dé a luz a la Asamblea Popular de los Pueblos del Estado de Morelos (APPEM), o algún engendro parecido, y de que se comience a hablar del real o del supuesto involucramiento en él de militantes del Ejército Popular Revolucionario (EPR), cuya presencia en la entidad es más que reconocida.
Sobra, pues, ante la irrefutable realidad, advertir que en el tradicionalmente pacífico Morelos, gobernado por el panista Marco Adame Castillo, parece estar hoy en juego mucho más que el retorno a clases de miles de niños y niñas; mucho más que la suerte de un acuerdo cuyas firmantes y primeras beneficiarias políticas, la secretaria Josefina Vázquez Mota y la profesora Elba Esther Gordillo, han cuidado de mantenerse lejos del conflicto —“a la distancia de un discurso…”, diría alguien— y de las mesas en que se negocia su posible solución… está en juego la estabilidad misma del gobierno estatal, y también la del gobierno federal.
¿A qué viene lo anterior? A que, salvo mejor explicación, en calles y plazas de la vecina entidad parece estar siendo puesta a prueba, hoy, una estrategia política de desestabilización ¡a escasos 75 kilómetros de la capital del país..!, un país donde, como es el México de nuestros días, se multiplican los problemas y los retos que cotidianamente ponen en entredicho la estabilidad, la gobernabilidad e incluso la unidad nacionales. Y eso, digámoslo fuerte y claro, a nadie conviene… a nadie.
Asteriscos
* En Monterrey, con el paso de los días, el “caso Madedido” tiende a complicarse. Más, después que el equipo del edil Adalberto Madero organizó a éste una fiesta de cumpleaños con ¡ocho mil invitados!, música en vivo, algo más que canapés y buen ambiente… además de imágenes en los medios, como para que a nadie le quepa duda de donde está el músculo…
* En verdad grande es el malestar que entre miembros de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), de Miguel Marón, suscitó la inexplicada cancelación, a última hora, de la participación del “ausente de Covián”, Juan Camilo Mouriño, en el pasado cónclave del organismo. ¿Habrá sido por que estaban aquí el príncipe Felipe de Borbón y su esposa Letizia?
* Para el 8 y 9 de noviembre próximos, se espera la visita a México del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, en una visita que le permitirá intercambiar puntos de vista sobre seguridad y lucha contra el narcotráfico con el presidente Felipe Calderón y otros funcionarios, además de visitar plazas turísticas y de interés empresarial: Monterrey, Guanajuato y Guadalajara.
Veámonos el miércoles, con otro tema De naturaleza política.
El país de la Santa Muerte
Jean Meyer
Profesor investigador del CIDE
jean.meyer@cide.edu
El Universal
A propósito de un libro de antropología publicado sobre el culto a la Santa Muerte, un amigo me hace notar que decir “la Santa Muerte” es como gritar ¡Viva la muerte! Y que es lo que hacen, consciente o inconscientemente los criminales, asesinos, sicarios, matones o como quiera usted llamarlos, que lanzan granadas a la muchedumbre inocente (perdón, un paréntesis, un famoso bandido francés, dizque anarquista, un tiempo muy popular por un romanticismo irresponsable del cual uno termina arrepintiéndose, demasiado tarde, contesta al juez que le pregunta “¿Por qué lanzó usted la bomba en el café si esa gente era inocente?”: “Nadie es inocente”. Fin de paréntesis), lanzan granadas en Morelia, avientan cabezas, torturan, mutilan, desfiguran sus víctimas, inocentes o no.
¿Y por qué no lanzar una granada en medio de esa gente p… que no vale nada? Es un antojo y ¡viva la Santa Muerte! No es el ¡viva la muerte! del general español compañero de Franco, grito bastante siniestro al cual contestó valientemente Miguel de Unamuno. No, es un grito mucho más siniestro, de ser posible.
Siniestro como el “Zamora se borra del mapa”, comentario terrorífico, equivalente a una narcomanta, reproducido en un gran diario capitalino. En Zamora, Michoacán, se descubrió un explosivo en el centro de la ciudad y luego vino ese discurso. “Raza, ya no pongan dedos, los corchos no pagan, Zamora es la punta de la mecha donde la última letra se va a arrepentir de haber venido y ni el gallito ni el teniente coronel los van a salvar. Vamos a tumbar a ario y la cale por proteger costrosos, la guerra inicia… Jacona, te vas a quedar sin estrellas, va a ver (sic) puesto vacante pronto… Zamora se borra del mapa”.
Y, de repente, despertamos en una sociedad asustada, entrampada en sus temores más que fundados, porque nadie puede acusar a los mexicanos de ser miedosos; tardó en llegarnos el miedo porque cuando el agua empezó a subir hace más de 20 años, no hicimos caso. No faltaron los profetas que gritaron ¡cuidado con el narco! No los escuchamos, pensando que era cosa de la sierra de Guerrero o de Coalcomán o de las serranías de Sinaloa y Chihuahua, cosa del subdesarrollo, pues.
Ya el agua subió a los aparejos y somos noticia mundial (“Bajo el terror del narco”, “México salvaje”, en El País del domingo 28 de septiembre, cuatro planas completas), por más que nuestros amigos gabachos reconozcan a la vez: “México sigue siendo un país amable, exquisito en las formas, de una belleza difícilmente igualable y quizá, a partir de ahora, concienciado del peligro que el narco entraña para su desarrollo”. Documentan las estadísticas de la “Santa Muerte” en acción, de nuestra histórica corrupción no sólo policial, sino política, abren viejos expedientes, mencionan nombres de gobernadores, ministros, generales, almirantes…
Frente al espectáculo de la Santa Muerte, el historiador recuerda cuan indispensable es el Estado. En su larga prehistoria homo, mal llamado sapiens, perdió poco a poco las conductas complejas instintivas, en especial la de la barrera de no agresión en el seno de la especie; el lobo, fuera de la época de celo, no ataca al lobo, pero el hombre es un lobo para el hombre. Había de 10% a 15 % de defunciones por muerte violenta antes del surgimiento del Estado, menos de 1% desde que el Estado monopoliza el uso legítimo de la fuerza y que, entre las naciones, la guerra formal institucionalizó la violencia. Con la llegada de la Santa Muerte frente a un Estado débil o debilitado, la violencia resurge con gran ímpetu. Y con ella el miedo.
El miedo es tan viejo como la historia de la humanidad; pregunten a sus ancianos qué les contaban sus padres de la vida en México cuando, después del asesinato de Madero, empezaron a cabalgar los cuatro jinetes del Apocalipsis. Cuando desapareció el Estado, millones de mexicanos pacíficos fueron presas del miedo cotidiano, un miedo justificado porque la Santa Muerte andaba suelta.
“El ángel exterminador giraba alrededor de México como el sol alrededor del globo”, me contaba don Luis González, el padre de nuestro querido historiador, también Luis González, al evocar la llegada de las hordas de Inés Chávez García. ¡Cuál revolución ni que nada! Violencia pura. Cuando los crímenes, especialmente los crímenes de cierto tipo, se acumulan en un lugar, chico o grande, tarde o temprano llega el ángel exterminador. Hay todavía un poco de luz en nuestra sociedad. Tenemos que caminar para que la noche no nos caiga encima.
Profesor investigador del CIDE
jean.meyer@cide.edu
El Universal

¿Y por qué no lanzar una granada en medio de esa gente p… que no vale nada? Es un antojo y ¡viva la Santa Muerte! No es el ¡viva la muerte! del general español compañero de Franco, grito bastante siniestro al cual contestó valientemente Miguel de Unamuno. No, es un grito mucho más siniestro, de ser posible.
Siniestro como el “Zamora se borra del mapa”, comentario terrorífico, equivalente a una narcomanta, reproducido en un gran diario capitalino. En Zamora, Michoacán, se descubrió un explosivo en el centro de la ciudad y luego vino ese discurso. “Raza, ya no pongan dedos, los corchos no pagan, Zamora es la punta de la mecha donde la última letra se va a arrepentir de haber venido y ni el gallito ni el teniente coronel los van a salvar. Vamos a tumbar a ario y la cale por proteger costrosos, la guerra inicia… Jacona, te vas a quedar sin estrellas, va a ver (sic) puesto vacante pronto… Zamora se borra del mapa”.
Y, de repente, despertamos en una sociedad asustada, entrampada en sus temores más que fundados, porque nadie puede acusar a los mexicanos de ser miedosos; tardó en llegarnos el miedo porque cuando el agua empezó a subir hace más de 20 años, no hicimos caso. No faltaron los profetas que gritaron ¡cuidado con el narco! No los escuchamos, pensando que era cosa de la sierra de Guerrero o de Coalcomán o de las serranías de Sinaloa y Chihuahua, cosa del subdesarrollo, pues.
Ya el agua subió a los aparejos y somos noticia mundial (“Bajo el terror del narco”, “México salvaje”, en El País del domingo 28 de septiembre, cuatro planas completas), por más que nuestros amigos gabachos reconozcan a la vez: “México sigue siendo un país amable, exquisito en las formas, de una belleza difícilmente igualable y quizá, a partir de ahora, concienciado del peligro que el narco entraña para su desarrollo”. Documentan las estadísticas de la “Santa Muerte” en acción, de nuestra histórica corrupción no sólo policial, sino política, abren viejos expedientes, mencionan nombres de gobernadores, ministros, generales, almirantes…
Frente al espectáculo de la Santa Muerte, el historiador recuerda cuan indispensable es el Estado. En su larga prehistoria homo, mal llamado sapiens, perdió poco a poco las conductas complejas instintivas, en especial la de la barrera de no agresión en el seno de la especie; el lobo, fuera de la época de celo, no ataca al lobo, pero el hombre es un lobo para el hombre. Había de 10% a 15 % de defunciones por muerte violenta antes del surgimiento del Estado, menos de 1% desde que el Estado monopoliza el uso legítimo de la fuerza y que, entre las naciones, la guerra formal institucionalizó la violencia. Con la llegada de la Santa Muerte frente a un Estado débil o debilitado, la violencia resurge con gran ímpetu. Y con ella el miedo.
El miedo es tan viejo como la historia de la humanidad; pregunten a sus ancianos qué les contaban sus padres de la vida en México cuando, después del asesinato de Madero, empezaron a cabalgar los cuatro jinetes del Apocalipsis. Cuando desapareció el Estado, millones de mexicanos pacíficos fueron presas del miedo cotidiano, un miedo justificado porque la Santa Muerte andaba suelta.
“El ángel exterminador giraba alrededor de México como el sol alrededor del globo”, me contaba don Luis González, el padre de nuestro querido historiador, también Luis González, al evocar la llegada de las hordas de Inés Chávez García. ¡Cuál revolución ni que nada! Violencia pura. Cuando los crímenes, especialmente los crímenes de cierto tipo, se acumulan en un lugar, chico o grande, tarde o temprano llega el ángel exterminador. Hay todavía un poco de luz en nuestra sociedad. Tenemos que caminar para que la noche no nos caiga encima.
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