Vida Nacional
Excélsior
Son útiles como generadoras de empleo e impulsoras de la industria asociada. Atraen tecnología, absorben técnicos calificados y detonan una cadena de beneficios a su alrededor.
El problema es que sólo se va a construir una, y la va a hacer el Estado.
Pero si los gobernadores hubieran tenido una buena interlocución con sus senadores y diputados, probablemente se podrían hacer otras cuatro.
¿Por qué no se construyen?
Porque los senadores y los diputados se oponen a que el sector privado las construya y maquile a Pemex la producción de gasolinas y otros derivados del petróleo.
Según los legisladores eso es “privatizar” la renta petrolera, con lo cual confunden la gimnasia con la magnesia.
En la refinación de petróleo no hay renta petrolera.
Eso se ha explicado en los medios de comunicación, lo han hecho Pemex y la Secretaría de Energía, pero los diputados y los senadores se hacen como que no entienden.
Si los gobernadores hubieran puesto en juego su autoridad política y dedicado tiempo a convencer a los legisladores de sus estados acerca de que es necesario que el sector privado participe en la refinación, hoy el panorama sería diferente.
Tendríamos un fuerte atractivo para la llegada de capitales, inversión, y con ello empleo y crecimiento de la actividad económica.
Es decir, tendríamos lo que se necesita en este momento de crisis.
Por eso la rebatinga de los gobernadores por una sola refinería, a la que se le va a hacer una inversión inicial de apenas 12 mil millones de pesos, que es decir un 13 o 15% de su costo total.
Se están disputando un bocadillo cuando podrían tener una canasta completa para repartir.
Los gobernadores, por lo menos muchos de ellos, no movieron un dedo para que la propuesta de abrir la refinación al sector privado se aprobara.
Y no lo movieron por alguna de estas dos razones: porque su liderazgo político es prácticamente nulo y carecen de ascendiente moral sobre los legisladores que representan a sus estados o porque varios gobernadores se han convertido en auténticos zánganos.
Hay casos en que sólo estiran la mano para que la Federación se las llene con el dinero de los excedentes petroleros y no hacen ni la finta de un esfuerzo por ayudar a llenar la alcancía nacional ni la estatal.
Los gobernadores no quieren cobrar impuestos, pero sí que el gobierno federal saque recursos de algún lado para que ellos puedan hacer alguna obra que los justifique, sin mayor esfuerzo.
Hay gobiernos estatales que sólo están dedicados a profitar del trabajo de la Federación. Y cuando les va mal, le echan la culpa al gobierno central.
Ello ocurre no sólo en el caso del dinero, pues no apoyan una reforma que a todas luces conviene al país —y por ende a sus estados y a sus gobernados— ni quieren cobrar impuestos locales, sino que este fenómeno se da también en el caso de la seguridad.
Todos sus problemas de seguridad se los debe resolver la Federación.
¿Y qué hacen ellos? Por un lado piden, imploran, la presencia del Ejército en sus entidades. Por el otro, sus legisladores declaran una y otra vez en contra de la presencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad.
Un gobierno estatal, Chihuahua, puede contabilizar más de mil asesinatos en su territorio, y se queja de la Federación.
Los crímenes pertenecen al fuero local, no al federal.
Con un Presidente del PRI en Los Pinos, el gobernador Reyes Baeza ya habría caído desde hace rato.
¿Cómo que más de mil muertos en lo que va del año, y la culpa es de la Federación?
Es cierto, esos asesinatos están vinculados, en su mayoría, al tráfico de drogas, que es de competencia federal, pero… ¿y qué hace el gobierno estatal?
En Ciudad Juárez prácticamente todos los policías asesinados son municipales. Y en Chihuahua capital, los policías muertos son, prácticamente todos, judiciales.
¿Ese es problema federal?
Volvamos al punto: los gobernadores —no todos, desde luego— no hacen su trabajo. No ejercen su liderazgo político para colaborar con la marcha del país.
Quieren que les vaya bien sin despeinarse.
Y entre ellos hay algunos verdaderos zánganos de la política.