Pablo HiriartVida Nacional
Excélsior
Supongamos que el llamado que formuló en Puerto Vallarta la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, para una alianza entre su partido y el PRD, es así como lo planteó y no lleva otras intenciones más que ésa: la alianza.
A juzgar por las reacciones en el PRD, la suya fue una propuesta que cayó en el vacío.
Los dirigentes perredistas le dieron una salida comedida a lo que interpretaron como un guiño no pedido de la líder priista.
“Agradecemos a Beatriz Paredes sus palabras, pero no está a discusión una alianza con el PRI”, dijo, palabras más o palabras menos, Guadalupe Acosta Naranjo, en calidad de presidente interino del PRD.
El vacío es peor que el rechazo.
Para un partido con la presencia nacional, fuerza legislativa y territorial como es el PRI, no es buena noticia que la presidenta del CEN haga una propuesta de tan elevado calibre y reciba como respuesta el silencio, o unas palmaditas de cortesía.
Bueno, pero hablemos en serio de esa alianza “para cambiar a México”.
El PRI y el PRD ya fueron un solo partido.
Ese partido se quebró en el sexenio de Miguel de la Madrid por distintas razones.
Unos se fueron del PRI porque ahí ya no se cumplían sus expectativas personales, en términos de candidaturas, puestos públicos y partidistas.
Otros se fueron del PRI porque en verdad creyeron en el proyecto de Cuauhtémoc Cárdenas.
El argumento que unió a unos y otros fue que con De la Madrid el gobierno se había apartado de lo que ellos interpretan como la vía revolucionaria y progresista.
Tampoco les gustó el candidato que De la Madrid eligió para sucederlo. Era, en su opinión, continuar con el abandono de la Revolución.
Esa alianza a la que se refiere Beatriz Paredes es una reconciliación con el priismo que abandonó ese partido dizque desencantado por el rumbo de México a partir de 1982.
Así lo han dicho y le han puesto como punto de quiebre ideológico ese año emblemático: 1982.
Pregunta: ¿cuál va a ser la argamasa ideológica que los reúna, si es que se da esa alianza que propone Beatriz Paredes?
¿La del PRI reformador que tomó el gobierno a fines de 1982?
¿O la del PRI echeveriista y lopezportillista que gobernó hasta diciembre de 1982?
Fue en esa época, también conocida como la “docena trágica”, cuando el PRI estuvo completo, con todos sus dinosaurios y jóvenes valores, bajo un mismo techo.
Ahí estaban juntos quienes han sido las figuras centrales del PRD, sus fundadores, y quien dirige al PRI en la actualidad: Beatriz Paredes.
En esa época a la oposición se le combatía con la represión abierta, la tortura, las desapariciones y la cárcel.
José López Portillo (quien tuvo la virtud histórica de iniciar la reforma política al inicio de su gobierno, y luego se frenó) fue candidato único a la Presidencia.
Ahí estaba, de presidente del PRI, Porfirio Muñoz Ledo, por decisión de Luis Echeverría.
En fin, esa alianza no tiene los mejores antecedentes ni en lo político ni en lo económico.
Cuando Luis Echeverría llegó al gobierno, la deuda externa de México apenas si rebasaba los cuatro mil millones de dólares.
Al concluir la docena trágica, en 1982, esa deuda era de 91 mil millones de dólares.
Ese año que tanto añoran los perredistas que provienen del PRI, la inflación fue de 99 por ciento, contra cinco por ciento de ahora.
En 1982 el crecimiento fue de menos 0.3 por ciento del PIB, y no había crisis internacional y nadábamos en petróleo.
Ese año el déficit del sector público fue de 17 por ciento del PIB.
En 1982 las exportaciones de manufacturas representaban sólo 14 por ciento del total de las exportaciones del país; el resto era petróleo. Hoy es al revés.
Las exportaciones en 1982 fueron de 21 mil millones de dólares. Hoy, con el Tratado de Libre Comercio, las exportaciones anuales son de 170 mil millones de dólares.
¿Esa es la alianza que va a cambiar a México?
Desde luego que no. No para bien, por lo menos.