enero 15, 2009

El modelo empresarial socialista de Venezuela ya muestra algunas grietas

Raúl Gallegos
Dow Jones Newswires
Sentido Común

Caracas, 9 de enero — Después de casi cuatro años de haber firmado un acuerdo para crear una sociedad textil en participación con el presidente Hugo Chávez, evento transmitido en vivo por televisión, el empresario venezolano Joseph Mishkin aún no tiene nada por lo que pueda jactarse.

Alguna vez considerada el ejemplo de la empresa en coadministración, en la que se unen los trabajadores y propietarios, el proyecto conocido como Invetex nunca se materializó.

“Nada sucedió ya que ni siquiera llegamos a un acuerdo sobre los estatutos de la empresa”, dijo Mishkin, quien renunció después de años de pláticas fallidas con funcionarios reacios a colaborar. “No tienen idea de lo que están haciendo”.

La historia es una de muchas en este país rico en petróleo, donde Chávez ha pasado los últimos años promoviendo firmas público-privadas, cooperativas subsidiadas por el Estado y cualquier cosa que lleve a Venezuela más allá del “diabólico” capitalismo.

Sin embargo, su agenda ha tropezado con la pésima preparación y dudosos conocimientos administrativos de su administración y la poca disposición del público para aceptar totalmente su filosofía socialista. Su camino se podría dificultar más ahora que los precios del petróleo, la principal fuente de dinero del país, cayeron más de 100 dólares por barril desde su máximo de 2008.

Chávez ha gastado miles de millones de dólares para nacionalizar algunas de las empresas más importantes del país y crear otras por decreto, mientras hacía caso omiso de los que le advertían de los difíciles tiempos futuros.

Una revisión de Dow Jones Newswires de los registros de la gaceta oficial durante la última década, muestra que el presidente ha creado, confiscado o comprado por lo menos 123 empresas (excluyendo al sector petrolero) y la mayoría aún no inicia operaciones.

La profunda desconfianza del Estado hacia el mundo empresarial ha perjudicado algunos de los proyectos de Chávez. El presidente originalmente ofreció ocho millones de dólares para Invetex, si Mishkin contribuía con el espacio fabril de su familia en la sociedad. Mishkin rechazó el acuerdo cuando el gobierno exigió aprobar todas las compras o contrataciones de la nueva empresa, sin importar qué tan pequeñas fueran. Los funcionarios declinaron comentar sobre el caso.

Poco después de declararse socialista a principios de 2005, Chávez trató de promover la coadministración empresarial como el modelo adecuado para transformar la economía venezolana, un concepto similar a la autoadministración, adoptado por algunos países del antiguo bloque socialista de Europa Oriental. Después de varios inicios en falso, Chávez archivó la idea y siguió adelante, como lo ha hecho con otras anteriores.

Su gran esfuerzo por fomentar el modelo de empresas cooperativas, al cual denominó “crecimiento [económico] endógeno” dio como resultado la creación de casi 280,000 nuevas cooperativas, de acuerdo con las estadísticas recientes, por arriba de las 820 en 1998.

Para contrariedad de Chávez, expresada en público, un gran número de dichas compañías son poco más que pequeñas empresas que buscan tratamientos fiscales favorables y términos generosos en los financiamientos. Mientras, la capacidad industrial del país se ha estancado con respecto al principio de la década, ya que los propietarios han dejado de hacer nuevas inversiones.

El gobierno de Chávez también ha promovido las empresas de producción socialista, las cuales dedican parte de sus ganancias al gasto social, pero las pocas que existen fueron creadas por el Estado.

En el intento más extremo por imbuir los ideales socialistas, el gobierno incitó a los productores agrícolas a comercializar sus bienes en los mercados comunitarios usando divisas alternas que no tienen valor real en el mundo. Hasta ahora esa idea no ha tenido popularidad, pues los productores prefieren vender sus bienes en los mercados tradicionales.

“El Estado nunca creó leyes para establecer cómo funcionarían” las empresas de producción social en coadministración, dijo Alejandro Disilvestro, abogado especializado en administración en Venezuela. “Los trabajadores también quieren tener empleos con altos salarios y todos desean ser jefes”.

En Invepal, un fallido productor de papel y la primera empresa que nacionalizó Chávez, el concepto de coadministración dividió a los empleados.

En esta planta, con 750 trabajadores, sólo unos cuantos pertenecen a una cooperativa que posee 49% del negocio y éstos refieren que compartirían las ganancias con el gobierno si la empresa es rentable. Se eliminó toda nueva contratación. “La mayoría de los miembros de la cooperativa quiere dirigir la empresa y no permite entrar a nuevos miembros”, dijo Alexis Hornebo, un trabajador y miembro de la organización.

Invepal solicitó al estado 130 millones de dólares adicionales de financiamiento para comprar nueva maquinaria y permanecer a flote. La madera de pino usada para producir el papel es importada y difícil de conseguir debido a la falta de fondos. El año pasado, la fábrica no tuvo materia prima para trabajar durante cinco meses, aún así el Estado pagó los salarios.

Los problemas administrativos y las exigencias de los trabajadores son situaciones familiares para Chávez, quien con frecuencia ha criticado en público la cultura venezolana que, dijo, incita el consumo excesivo y priva a las personas del sentido del sacrificio.

Algunos críticos señalan que el gasto social de Chávez ha fomentado esa cultura. Cuando ascendió al poder en 1999, prometió un aparato gubernamental más esbelto; sin embargo, ahora tiene 27 ministerios a diferencia de los 13 de 1998. Así, el tamaño de la nómina también se ha disparado.

Actualmente Venezuela obtiene 37.62 dólares por barril de crudo, menos de la mitad del precio promedio del año pasado. Por tanto, el país se prepara para hacer algunos sacrificios forzosos. Menos dinero podría afectar a las empresas que aún dependen de la generosidad estatal para sobrevivir.

Además, el gobierno aún debe pagar la nacionalización de la industria cementera del año pasado, incluyendo los activos de Cemex de México, Lafarge de Francia y Holcim de Suiza, así como la siderúrgica más grande del país, antiguamente controlada por Ternium, y un banco propiedad de Grupo Santander de España.

Para ahorrar las imprescindibles divisas extranjeras, el ministro de finanzas redujo a la mitad, con base en los controles de capital, la cantidad de dólares que los venezolanos pueden comprar al Estado cuando viajan al extranjero; el monto quedó en 2,500 dólares anuales.

También se espera que esta cantidad descienda, ahora que el gobierno asigna dólares sólo para adquirir los bienes que considera básicos, como alimentos y descarta los lujos como los autos y el whiskey.

Ante este freno, después de casi un lustro de consumo estimulado por los elevados precios del crudo, la economía de Venezuela depende mucho más de los ingresos petroleros y de las importaciones, que cuando Chávez asumió el poder, algo que el mandatario prometió cambiar con el socialismo.

Bajo tales circunstancias, algunos empresarios como Mishkin hacen lo que pueden; por ejemplo, éste renta 870,000 metros cuadrados de espacio fabril donde alguna vez planeó instalar la sociedad en participación con el gobierno. “Es más sencillo de esta manera”, dijo Mishkin. “Obtengo un cheque mensual sin tener que preocuparme de la nómina. . .”

Traducido por Luis Cedillo
Editado por Pedro de la Garza

Paco Calderón

Fidel (1926-¿?)

Yuriria Sierra
Nudo Gordiano
Excélsior

En agosto pasado fue cuando, por última vez, se escucharon distintas versiones sobre el estado de salud de Fidel Castro. Las hipótesis apuntaban a un estado gravísimo de salud e incluso hacia una muerte en secreto que no se daría a conocer sino hasta el momento oportuno. A la Mao Tse-tung, digamos. Lo que menos quiere un régimen como el cubano es que su mayor enemigo, Estados Unidos, comience a fraguar una posible intervención en caso de hacer oficial el fallecimiento de una de las últimas figuras del siglo XX. O su inevitable e irreversible deterioro, su inalterable camino hacia el más allá.

Porque más allá, pero de las posturas que alguien como él obliga a tomar, Fidel ha representado la utopía de muchos grupos opositores a la gran potencia que es el gobierno estadunidense, aunque hoy esté tan lacerada. Estos grupos (algunos de aparador —esos que se manifiestan contra el capitalismo usando tenis Nike y con café de Starbucks en la mano— y otros que no siguen con precisión sus pasos pero sí lo ubican como uno de los grandes líderes del siglo pasado —un adjetivo que no le negaremos—) se han encargado de cubrir las espaldas del gobierno cubano, ahora comandado por Raúl, el hermano de Castro.

Ayer se acabó la tregua que, tácitamente, se había impuesto sobre el estado en que se encuentra Fidel y de nuevo comenzaron los rumores, de todo tipo, apuntando a cómo podría encontrarse. Pero, en esta ocasión, alimentados por una esotérica declaración de Hugo Chávez: “El Fidel que recorría las calles y pueblos de madrugada con su uniforme y abrazando a la gente, no volverá, quedará en el recuerdo (…) Fidel va a vivir y vivirá siempre, más allá de la vida física”… Es la primera vez que Chávez, su presumible heredero, se refiere en ese tipo de términos a Castro…

En el medio periodístico la adrenalina sube porque hay eventos que todo el mundo espera, y no exagero cuando digo que varios incluso tienen ya preparada la biografía de Fidel para publicarla en el momento adecuado y responder a la coyuntura. Le van sumando datos y situaciones según la evolución de la noticia porque, a partir de hoy, lo que sea que suceda con Castro cerrará el capítulo del siglo XX, porque Fidel es el único emblema de esos años, que queda desde la muerte de Juan Pablo II.

Aunque mucho se habla ya de Castro como parte de la historia, para muchos, su muerte es ya una crónica anunciada, y eso es justo lo que intriga. ¿Qué prepara el gobierno cubano para enfrentar al mundo cuando Fidel ya no esté, al menos, no oficialmente (porque no ha estado desde hace ya casi un año)? A pesar de que dejó el gobierno, la sola idea de saber que en algún lugar de la isla se encuentra Fidel aún con vida, ha detenido a muchos gobiernos, pero particularmente al estadunidense, de intervenir con el fin de buscar la transición a la democracia en Cuba. En contraparte, esto también ha alentado a gobiernos, como el venezolano, para seguir la lucha contra “el imperio”; el mismo Chávez ha respaldado, en esos momentos de interrogantes, la información que de manera oficial sale de la isla. Por eso extraña más aún su reciente declaración…

Pero hoy seguimos sin poder afirmar alguna versión, los rumores esta vez apuntan a un muy mal estado de salud, tan malo, que incluso EU se ha mantenido alerta. Bush, aún presidente, envió un mensaje “de esperanza” al pueblo cubano. Aunque, a estas alturas, lo que diga él poco importa.

Es ahora Barack Obama quien debe fijar su postura. En su campaña incluyó un posible retiro del embargo económico al que está sometida Cuba. Raúl Castro ha expresado su disposición al diálogo con el próximo gobierno estadunidense, siempre que éste se realice sin intermediarios. Cuba ha propuesto, de inicio, un intercambio de presos políticos. La isla está en posición de responder, “gesto con gesto”, como lo dijo Raúl, pero se reserva las expectativas que hay sobre el gobierno de Obama y no hará nada mientras el régimen estadunidense que está por entrar, no haga sus primeros acercamientos, si es que los tiene planeados.

Pero, entre los mitos, las preguntas que surgen al no ver a Fidel recibiendo visitas, escribiendo ensayos o apareciendo en fotografías con esa chamarra roja que le hemos visto tantas veces, reportamos que, al menos de manera oficial, Castro no ha muerto, aunque, para la historia, la noticia sea ya un mero trámite. Muchos son quienes esperan que algo nuevo ocurra en Cuba, sobre todo, los que habitan en ella.

Acaso, como lo escribíamos hace casi un año, Fidel colgó las botas y el régimen cubano sólo esperaba al cambio de gobierno en Estados Unidos para negociar en mejores condiciones su paulatina transición a la democracia… y al mercado.

El error de siempre

Macario Schettino
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Desde hace ya tiempo hemos insistido en esta columna que el problema económico de México no tiene que ver con la demanda, sino con la oferta

Esto quiere decir que las medidas que se tomen para impulsar la demanda no van a ayudar en nada a la economía nacional, sino que pueden causar más problemas de los ya existentes.

Ahora hay que regresar al tema por la gran cantidad de personas que creen que el gobierno debería tomar medidas que impulsen la economía nacional. Pero estas medidas, típicamente, son medidas de demanda, por lo que caeríamos en el error en que tanto hemos insistido.

Me explico. El escaso crecimiento de la economía mexicana es reflejo de nuestra incapacidad de producir mejor. Lo que producimos no se vende, sea porque resulta caro, porque su calidad es baja, o porque es algo que nadie quiere. O pocos, pues, para no sentirnos mal. Esto ocurre desde hace más de 40 años. Fue a mediados de los 60 cuando alcanzamos nuestro “techo” productivo, y de ahí en adelante cada vez que hemos crecido la economía se ha desequilibrado seriamente. Cuando teníamos la frontera cerrada, ese desequilibrio se mostraba con inflaciones desatadas (nada que ver con lo de ahora). Cuando hemos tenido fronteras abiertas, el desequilibrio se ve en la cuenta corriente. En ambos casos, tarde o temprano ese desequilibrio tiene que reflejarse en el tipo de cambio, que se corrige de manera brusca. Nuevamente, nada que ver con lo de ahora.

De 1965 a 1985, el PIB de México prácticamente se triplicó, pero la inflación pasó de 4% anual a 105%, y la deuda externa de 3 mil a 110 mil millones de dólares. Es decir, el crecimiento de esos 20 años provocó desajustes brutales en la economía, que había que pagar. Fue un espejismo, un crecimiento que nunca debió ocurrir, porque no tenía bases, sino que respondía a ambiciones políticas. Es como si usted, para quedar bien con su familia, decidiera aparentar un mayor nivel de vida haciendo uso de su tarjeta de crédito, pidiendo prestado y empeñando sus propiedades. Así, después de 10 años de vivir por encima de sus posibilidades, su familia de pronto se entera de que usted ha perdido la casa, que le debe a la tarjeta de crédito mucho más de lo que puede pagar, y que lo andan persiguiendo los cobradores del usurero. Y usted, en lugar de reconocer que ha destruido su vida y la de su familia, culpa a quien descubrió sus desfalcos de los problemas. Eso, exactamente, es lo que hacen tantos políticos e intelectuales.

De 1985 a 2005, el PIB ha crecido mucho menos, apenas 68%. A cambio, la deuda se ha reducido significativamente, y la inflación ha regresado a niveles razonables. Es decir, ya recuperamos la casa, ya le pagamos al usurero, y ya tenemos la tarjeta de crédito en refinanciamiento. No es que no debamos nada, pero ya no tenemos encima un desalojo.

Pero no hemos corregido el problema principal, y es que no producimos bien. Mire usted, de lo que vendemos al resto del mundo, 25% son máquinas y material eléctrico de diverso tipo, buena parte producido en las maquiladoras; 15% es petróleo y otro tanto igual son automóviles y autopartes. Aparatos mecánicos diversos suma 11% o 12%, y ya. El resto de las mercancías suma 30%. Concentramos nuestra producción en unas pocas cosas, que se producen en maquiladoras o en empresas que son exactamente iguales pero no se llaman así (bueno, ya ninguna se llama así desde hace un par de años).

Por eso, cada vez que el país crece, no alcanzan los bienes para tantos compradores. Si no hay forma de importar, los bienes suben de precio a gran velocidad; si hay posibilidad de importar, entonces las importaciones son las que crecen, hasta que ya no hay dólares para comprar. En el periodo 65-85, dos veces se nos fue el déficit en cuenta corriente a más de 5% del PIB, provocando devaluaciones bruscas. Es más, el tipo de cambio pasó de 12.50 pesos por dólar a 250, perdió 95% de su valor. En el siguiente período, de 1985 a 2005, en una ocasión se nos fue el déficit y hubo que devaluar, con lo que el tipo de cambio pasó de esos 250 pesos al equivalente de 10 mil, perdiendo ahora 98% del su valor.

Por eso las medidas que impulsan la demanda no sirven para generar crecimiento en el largo plazo. Regresando al ejemplo de hace un momento, es como si usted quisiera resolver su situación financiera gastando más, que ya Dios proveerá. Bueno, eso no pasa, y usted acaba como en el ejemplo anterior, perseguido por el usurero y humillado frente a su familia. Así acabaron Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari. Y así acabarán todos aquellos que crean que se puede crecer promoviendo el gasto.

Si en verdad quisiéramos resolver el asunto del crecimiento económico, podríamos hacerlo. Pero eso implica trabajar, y la verdad, no parece que eso sea lo nuestro. Hay, al menos, 40 años de evidencia. Más los que seguimos acumulando.

La hipótesis del colapso rápido

Héctor Aguilar Camín
acamin@milenio.com
Día con día
Milenio

Sugiere Jorge Castañeda, en su artículo de Reforma de ayer (14/1/09) que México empieza a configurarse en la cabeza de Estados Unidos como un estado en problemas, un estado fallido, equiparable a Pakistán.

Cita Castañeda un párrafo del Comando de las Fuerzas Conjuntas de Estados Unidos, en su informe sobre el “entorno operativo” del ejército estadunidense. El párrafo es toda una advertencia:

“En términos de los peores escenarios para las Fuerzas Conjuntas e incluso para el mundo entero, México y Pakistán deben ser objeto de consideración como dos grandes e importantes Estados susceptibles de un repentino y rápido colapso”.

Dichos estados, añade el texto citado por Castañeda, “suelen presentar problemas crónicos de largo plazo que pueden ser superados con el tiempo. Pero el fenómeno poco estudiado del colapso rápido tiende a aparecer como una sorpresa vertiginosa y presenta problemas agudos”.

Yo creo que a cualquier observador normal de la escena política mexicana, la idea de un “colapso rápido” del Estado mexicano –un súbito desmoronamiento o desplome– ha de sonarle extravagante.

Nos resulta familiar la idea de una fragilidad institucional, o de un estado débil, pero la idea de un “colapso rápido” del Estado mismo, suena extravagante.

El Estado mexicano presenta debilidades estructurales hace muchos años. La democracia, que al fin de cuentas no es sino un mecanismo de reparto de poder, ha hecho esas debilidades más notorias.

La debilidad clave, no de ahora, de hace muchas décadas, es la incapacidad del Estado para aplicar la ley y garantizar la seguridad.

La involución del narcotráfico hacia un negocio de pequeñas bandas que disputan a tiros sus territorios, subraya esta debilidad con miles de muertos.

Si todo esto, más la filtración del crimen organizado en los altos mandos policiacos, ha de entenderse como un “colapso rápido” del Estado, hay que decir que el Estado mexicano está colapsado hace años, al menos desde que empezaron los tiros entre las bandas, hace unos cinco años, y desde que el mismísimo zar antidrogas fue descubierto como cómplice de uno de los cárteles criminales, en los años noventas.

Nada nuevo bajo el sol, salvo la puntual advertencia de Castañeda: si la hipótesis del colapso se impone en la visión estadunidense, va a crujir la relación bilateral. Y, una vez más, como dice Castañeda, los errores de diagnóstico de los norteamericanos nos saldrán “más caros que sus aciertos”.

Punta Colonet: una mala noticia

Leo Zuckermann
Juegos de Poder
Excélsior

Estos días, resulta una pesadilla leer la sección económica de los periódicos: quiebras, despidos, cancelaciones de proyectos de inversión, caída en las acciones, desplome de las ventas, etcétera. Y, por supuesto, en todo el mundo, los gobiernos tratando de rescatar una economía que va en picada. México no es la excepción. Hemos escuchado, hasta la saciedad, que el gobierno implementará una política fiscal contracíclica. Se han anunciado casi 600 mil millones de pesos de gasto para obra pública. Rescatando a Keynes, se habla de los efectos multiplicadores que dicho desembolso tendrá en la economía. Lo que se sigue dudando es la capacidad de ejecución del gobierno mexicano para implementar expedita, eficaz y transparentemente los proyectos de infraestructura. En este sentido, esta semana apareció una muy mala noticia: el aplazamiento de la licitación de Punta Colonet que sería el proyecto más importante de este sexenio.

Situado en la península de Baja California, cerca de Ensenada, se construiría un nuevo puerto marítimo de carga con una conexión ferroviaria hacia Estados Unidos. La idea era aprovechar que los puertos californianos se encontraban saturados debido al crecimiento exponencial del comercio del vecino del norte con los países asiáticos. En Punta Colonet, el gobierno, junto con empresarios privados, estimaba invertir unos cinco mil millones de dólares.

Se prometió la licitación del proyecto en 2008 pero fue aplazada. Se dijo, entonces, que el proceso se haría en 2009. Pero la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) lo ha pospuesto de nuevo. He encontrado dos explicaciones que ha dado Luis Téllez al respecto. La primera tiene que ver con la recesión en EU que ha hecho que la demanda portuaria de carga en California caiga de tal suerte que los puertos allá ya no están saturados. Luego entonces, la demanda potencial de Punta Colonet habría caído y afectado su viabilidad financiera. Según Téllez, la segunda explicación es que en el mundo “hay una competencia por recursos muy amplia” (tan sólo EU estaría buscando captar lo equivalente a 14% de su Producto Interno Bruto) por lo que la SCT duda que se podrían conseguir los cinco mil millones de dólares necesarios para el que sería el proyecto de infraestructura más importante de este sexenio.

En octubre del año pasado, entrevisté a Federico Patiño, encargado del Fondo Nacional de Infraestructura creado el 6 de febrero de 2008 como el instrumento facilitador del gobierno para construir carreteras, puentes, plantas de saneamiento, infraestructura ferroviaria, puertos, aeropuertos, etcétera, lo cual alentaría el crecimiento económico y la generación de empleos. En aquella entrevista, Patiño aceptó que el gobierno tenía importantes cuellos de botella que impedían un gasto más acelerado: falta de proyectos de infraestructura atractivos, liberación de derechos de vía, impedimentos ambientales, trabas burocráticas en la licitación de obras y, ya desde entonces, restricción del crédito para los inversionistas privados.

Sin embargo, Patiño se decía optimista para 2009. Me mencionó varios proyectos que ya estaban cocinándose para este año. El más importante de todos: Punta Colonet. Pues bien, esta semana el gobierno anunció que dicho proyecto se aplaza. Y si el más grande y ambicioso de todos se quedará en la lista de pendientes, la pregunta es si la administración pública tendrá todos los proyectos necesarios para que el gasto fiscal contracíclico sea una realidad. Porque malo sería que la promesa keynesiana fuera meramente discursiva. Y peor sería, por supuesto, que conforme se cancele o atrase la construcción de obras, el gobierno incremente el gasto corriente en lugar del de capital. Ahí sí que el país no ganaría nada más que endeudarse en puro dispendio.

Mensajes desde Washington

Salvador García Soto
Serpientes y Escaleras
El Universal

Mientras en público EU elogia la guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón, su ‘establishment’ critica con dureza el fracaso de la estrategia mexicana

En lo que llaman eufemísticamente la “nueva etapa” de la relación con México, Washington ya tiene bien definidas sus prioridades: su seguridad interna, el proteccionismo económico y la migración controlada.

Y para lograrlas, en la pactada transición entre la desastrosa administración Bush y la esperada gestión de Obama, el imperio recurre a la consabida estrategia de “la zanahoria y el garrote”: mientras Barack sonríe y le da palmaditas en la espalda al presidente Calderón, el saliente George orquesta toda una campaña para declarar a México “Estado fallido” y preparar el terreno para una mayor injerencia e intervención estadounidense en nuestro país.

El doble lenguaje que caracteriza a la política exterior estadounidense es evidente: mientras en público las autoridades de la Casa Blanca —las salientes y las que llegan— elogian la violenta guerra contra el narcotráfico emprendida por el presidente Calderón y le dicen “¡qué valiente decisión!”, a través del poderoso establishment estadounidense, donde se ubica la burocracia que decide la política exterior, le envían al gobierno mexicano mensajes cada vez más duros y directos sobre el fracaso de su estrategia antinarco, y hablan de “focos rojos” en su vecino del sur.

Declarar a México un “Estado fallido”, como ha ocurrido ya en varios círculos de poder de Washington, no parece ya asunto de opiniones aisladas; más bien apunta a una estrategia para decirle al gobierno mexicano que debe aceptar esquemas de colaboración mayor a los actuales, deslizando incluso la posible presencia militar o policiaca en territorio mexicano. Es como si se preparara el terreno para buscar escalar una estrategia de cooperación similar al Plan Colombia, con el argumento de que la violencia del narcotráfico en México se ha vuelto ya un “problema doméstico” para Estados Unidos.

Lo mismo en los comentarios extraoficiales de Condoleezza Rice, revelados por el historiador Enrique Krauze, que en el reporte del Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos que equiparó la inestabilidad en México con la de Paquistán, o en las declaraciones de Michael Chertoff a la revista Forbes, donde habla de la preocupación de las élites de Washington por lo que aquí sucede, se pueden advertir muy claros los mensajes que el establishment estadounidense envía sobre el futuro de la agenda para México.

En los hechos, esas opiniones constituyen el más contundente juicio negativo a la estrategia de Calderón contra el narcotráfico. Y mientras aquí el Presidente tiene dividido y enfrentado a su equipo de seguridad, y hay incluso visiones encontradas entre la PGR y la SSP, sobre si se debe “sólo controlar” el problema —como dice el procurador Medina Mora—, o si se debe “aniquilar sin pactar” a los capos de la droga, como lo plantea el secretario Genaro García Luna, desde Washington el mensaje es contundente: la estrategia fracasó y si solos no pueden, les vamos a tener que ayudar.

Si ya perdimos, con los poderosos vecinos del norte, la soberanía financiera, la alimentaria y de la comercial mejor ni hablamos, ¿estamos dispuestos a ceder la soberanía militar, la única que nos queda?

NOTAS INDISCRETAS... Sensibilidad y solidaridad son palabras desconocidas para los diputados y senadores. Después de despertar el repudio ciudadano por pagarse ofensivos aguinaldos y bonos de fin de año, ahora nuestros legisladores confirman lo poco que les importan las penurias de muchos mexicanos en esta etapa de recesión. La realización de un foro, anunciado por el Senado, para escuchar propuestas y alternativas para enfrentar la difícil situación económica de este año, se atoró porque las dos cámaras del Congreso federal se están peleando la paternidad del evento. Cuando en San Lázaro supieron que los senadores ya tenían lista la convocatoria para el Foro Económico que saldría el 27 de enero y que, incluso, ya tenían lista de invitados, reclamaron que en Xicoténcatl se quisieran llevar todo el crédito y pidieron que la reunión fuera organizada por ambas cámaras. En la junta de coordinadores de ambas cámaras el lunes pasado, los diputados se quejaron y los senadores aceptaron posponer la convocatoria para buscar “consensos”. A los coordinadores de San Lázaro se les oyó decir que no dejarían que Manlio Fabio Beltrones se llevara “todos los reflectores”, como ocurrió con los foros sobre la reforma energética, y que buscará capitalizar el tema económico para la próxima elección. Total, dirán diputados y senadores, las soluciones para la crisis no urgen porque ellos ni la sienten… Se detienen los dados. Cayó serpiente.