enero 20, 2009

Toma de posesión de Barack Obama a través de CNN - NY

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Paco Calderón

Obama y Bush

Héctor Aguilar Camín
acamin@milenio.com
Día con día
Milenio

Con causticidad habitual, la leída y temida columnista de The New York Times Maureen Dowd ha hecho una comparación gozosa y penetrante del presidente de Estados Unidos que se va y del que llega a la Casa Blanca. (17/1/09)

A propósito de la relación de George W. Bush con su padre, el también presidente Bush, Dowd concluye que el Bush que se va, pese a todas sus audacias y bravuconadas, no es un hombre seguro de sí mismo.

En una de sus entrevistas de despedida, George W. dijo no haber consultado nunca a su padre, padre de la guerra del Golfo, en su política hacia Irak. Lo reservaba sólo, dijo W. para recibir de él lo que un presidente no puede recibir de nadie más: amor incondicional.

¿Seguridad en sí mismo? Todo lo contrario, dice Dowd. Y empieza su comparación:

“W. vive en la sombra de la presencia de su padre, mientras Obama vive en la sombra de la ausencia de su padre”.

La diferencia de W. con Obama le parece evidente a Dowd cuando los ve juntos. Uno parece pequeño e intrascendente, aunque sigue insistiendo en que tomó las decisiones difíciles; el otro impresiona y transmite esperanza aun cuando advierte que no esperen mucho de él. Luego de ocho años de habladas en la Casa Blanca, dice Dowd, la cautela de Obama contagia optimismo.

Polos opuestos. W. es “casi una parodia de pistolero monosilábico del oeste que desdeña el matiz; Obama es un profesor complejo y polisilábico que no toma decisiones sino después de revisar todos los ángulos del problema”.

Bush se considera a sí mismo El Decididor. Obama se asume como el Concertador. Tanto, que hay quien teme que su cuarto de guerra se convierta en un salón de seminarios.

A Bush y a Cheney, dice Dowd, les encantaba buscar enemigos porque suponían que entre más enemigos claros tuviera Estados Unidos más podrían ellos sostener su posición sobre la base de un patriotismo sin más alternativa honorable que atacar.

Por el contrario, ¿no se muestra Obama neuróticamente reacio a hacer enemigos y muy preocupado por ganarse a quienes lo han atacado, de Hillary Clinton a los columnistas conservadores del Este?

Mientras Cheney y Fox sintonizan la televisión de la Casa Blanca en Fox News porque les gusta oír porras a su favor, es probable que Obama deje puesto ese canal porque quiere seducir y pelear con sus antagonistas.

“Por lo pronto”, dice Dowd. “es un gran alivio tener una mente inquisitiva y compleja en la Casa Blanca. Se siente bien”.

Fallido

Germán Martínez Cázares
Presidente nacional del PAN
El Universal

Aunque el concepto tiene su fuente en algunos analistas extranjeros, algunos opositores domésticos al gobierno del presidente Calderón y aficionados a la opinión política están hablando de México como un “Estado fallido”.

¿Qué es un “Estado fallido? Pues me imagino que es aquel Estado que pierde su justificación de lo que los estudiosos llaman el “imperio”, es decir, el Estado que no logra tener fundamento jurídico, político o social para que unas personas manden sobre otras.

Dicho con claridad, el Estado es el monopolio del uso de la fuerza para hacer valer la ley, el monopolio de la emisión del dinero para el mercado y, finalmente, el monopolio del cobro de impuestos para redistribuir el gasto nacional. Un “Estado fallido” sería incapaz de usar la policía, tener recursos y poder cobrar impuestos.

Dicho lo anterior, entonces debemos preguntarnos si todas esas plumas, analistas u opinadores del “Estado fallido” estadounidenses, pero sobre todo nacionales, ¿están “previendo” con rigor y honestidad intelectual un fallo del Estado o, simplemente, están “deseando”, desde una posición de partido, el fracaso del gobierno del presidente Calderón?

No es la primera vez que en México, desde distintas trincheras de poder, se hace sentir al gobierno del presidente Calderón que todo está a punto de desmoronarse entre las manos. Lo soñaron y quizá lo siguen fantaseando varios de los adversarios del Partido Acción Nacional.

El concepto del “Estado fallido” ha tenido dos versiones anteriores. La primera fue cuando estaba a punto de calificarse la elección por el Tribunal Electoral y declarar jurídicamente electo al presidente Calderón. Entonces hablaron de un “presidente interino”. Todo estaba animado por los derrotados en las urnas y algunos porristas útiles.

La segunda vez movieron el escenario de que el gobierno no llegaría al segundo año de su mandato para provocar una nueva convocatoria a elecciones generales.

En cada una de estas ocasiones los opositores al presidente Calderón se han quedado sentados con su “análisis” o su “deseo”. Ahora, de cara a la campaña, están de vuelta y en la versión apocalíptica de presentar un Estado a punto del colapso. Un Estado en ruinas.

El meollo del argumento de quienes afirman que el Estado mexicano se estropeó está en el número de muertes que deja la lucha contra la delincuencia organizada, e incluso comparan cifras con Irak, Afganistán, y no tardarán en hablar de Gaza.

Nada más falaz que esas comparaciones. Las muertes provocadas por esa lucha contra la delincuencia no significan la interrupción del desenvolvimiento normal de las instituciones del Estado; por el contrario, la actividad policiaca y militar del Estado mexicano está recuperando espacios, bienes y personas que tenían los delincuentes en varios municipios del país.

¿Hay algún gobernador o alcalde de cualquier partido que se queje o impida los retenes militares que ordena el jefe del Estado mexicano? ¿En verdad no se cobran los impuestos nacionales? ¿Se emite otra moneda? El Estado funciona y provoca actos de poder legítimo, por la sencilla razón de que no está dañada la aceptación de los ciudadanos a sus autoridades.

En palabras de Rousseau, el contrato social entre el gobierno mexicano y sus ciudadanos está vigente y no sufre alteraciones, por eso resulta exagerado hablar de que el Estado mexicano se frustró.

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Barack Obama, es a partir de hoy el 44 presidente de Estados Unidos. Es el presidente de la expectativa, de la ilusión, de la esperanza.