ugalde@unam.mx
Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
El Universal

Antes del escándalo del libro de Carlos Ahumada y de las declaraciones y arrepentimiento de Miguel de la Madrid sobre la corrupción de Salinas de Gortari y su familia, las encuestas reportaban la probabilidad de un alto abstencionismo. María de las Heras el 27 de abril lo calcula en 65% (contra 41% en 2006), al igual que proyecta la intención de voto de una mayoría relativa de 40% para el PRI, 34% para el PAN y 19% para el PRD. En otro ejercicio, Consulta Mitofsky recoge una intención de voto de 40%, 33% y 19% en el mismo orden.
Estas apreciaciones consideran la preferencia de los votantes identificados con dichos partidos. Comparativamente al 2006, el cambio favorece al PRI, perjudica al PRD y mantiene al PAN casi igual que en la elección previa. Este dato es llamativo: el PAN mantiene mayor estabilidad en la intención de los votantes, mientras que los otros dos grandes atraen preferencias más volátiles.
Las cifras pueden variar. Ninguna encuesta predice lo que pasará en un mes y medio. Máxime cuando hay dos asuntos muy relevantes que se han atravesado desde el levantamiento de estos indicadores: la emergencia epidemiológica y la exhibición de tres ex presidentes priístas (Zedillo incluido) que han mostrado la potente crisis de esa costra de poder en el partido otrora dominante. Esta exhibición de podredumbre y la llamada del jefe de la fracción priísta en el Senado para que guarden silencio no atraerán, al menos inmediatamente, mejorías en los pronósticos para ese partido.
El PRD, además de su grave división interna que ha alejado a sus simpatizantes demócratas, enfrenta ahora un escándalo que seguramente le perjudicará: el “descubrimiento” de 14 toneladas en la bodega de la empresa de un hermano del senador con licencia Ricardo Monreal. Esta coyuntura ha dado prominencia al conflicto por el control tribal del gobierno de Zacatecas y ocasión para exhibir al PRD como parte de una clase política corrupta que abona a su desprestigio.
En cambio, la apreciación pública de buen manejo de la crisis epidemiológica puede beneficiar al PAN en los próximos comicios, no obstante la “ahumada” que recibieron varios personajes suyos.
También puede atraer un “copeteo” de votos para el PRD en el Distrito Federal, especialmente para los candidatos identificados con el jefe de Gobierno, de quien se aprecia un buen desempeño en el control de la emergencia por la influenza humana.
Los datos de ambas encuestas ofrecen un panorama de más de lo mismo en la composición de la Cámara de Diputados, si bien con la inversión de los términos entre el PAN y el PRI. Empero, los escándalos que raspan el prestigio de los partidos, principalmente los de oposición, podría alterar los pronósticos.
Tampoco debe perderse de vista la alta calificación que aún recibe el presidente Felipe Calderón (62% en abril, según Mitofsky). Probablemente, esta aprobación crecerá por el manejo de la emergencia sanitaria y los golpes recientes (y quizás crecientes) al narco.
Esa aprobación pública podría endosarse al PAN, favoreciendo su repunte en un momento en que buscará intensamente conseguir mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, objetivo que se antoja inviable pero que será tenazmente perseguido. Nada indica que se romperá el ciclo de gobiernos sin mayoría, pero en política no hay nada escrito de antemano. El hartazgo puede traer sorpresas. Veremos.