Consultor y profesor de la Universidad Iberoamericana
ruben.aguilarv@gmail.com
Lo que quiso decir...
El Financiero

La elección presidencial “jala” la votación y eleva el porcentaje de la participación. La de medio término siempre ha sido menor. Los números que recogen las encuestas indican que se profundiza el desinterés por estas elecciones. En ellas tradicionalmente sólo votan las clientelas, el voto duro de los partidos, y, en menor medida, ciudadanos que no tienen simpatía particular por ninguno de éstos.
El abstencionismo es manifestación de la apatía y el desinterés ciudadano por la política, pero ahora también expresión de la desilusión en los políticos y los partidos. El aumento de abstencionistas que registran las encuestas con relación a otras elecciones intermedias es porque se agravan el desinterés y la desilusión en el proceso de parte de los electores.
Lo que resulta nuevo son las múltiples campañas por Internet, pero también de boca en boca, que llaman al sufragio, no a la abstención, pero anulando el voto como manifestación de protesta frente a los políticos y los actuales partidos. Los promotores de esta iniciativa, que tiene múltiples y muy diversas expresiones, son personas o grupos de ciudadanos que de manera espontánea y desinteresada han decidido hacer suya esta causa.
Los argumentos que se dan y difunden por Internet y las redes sociales para anular el voto, son tres: que todos los políticos y partidos son básicamente iguales, que no hay actitudes y propuestas que distingan a unos de los otros; que los políticos y los partidos sólo velan por sus intereses particulares y no por los de la ciudadanía y el país; que los partidos son cotos cerrados alejados cada vez más de la ciudadanía y la sociedad.
Hay una clara diferencia entre el abstencionismo y el voto de rechazo. El primero expresa sobre todo la apatía e indiferencia, y el segundo es un acto de conciencia ciudadana que valora su derecho y obligación de votar, y por eso mismo lo utiliza como un instrumento para expresar su rechazo a los políticos y a los actuales partidos. El propósito de los ciudadanos que encabezan este movimiento inorgánico, que utiliza la Internet, los pasillos y la calle, es que los políticos y los partidos sepan del rechazo que sus actitudes y comportamiento provocan en la ciudadanía. Pretenden también que éstos tomen conciencia de la protesta e inicien un proceso de cambio que los ponga a la altura de lo que el país necesita de ellos.
El jueves anterior pregunté a mis alumnas y alumnos del seminario “Sociedad civil y ciudadanía”, que imparto en el departamento de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe, por quién iban a votar, y el 75 por ciento expresó que participaría en la jornada, algunos habían sido elegidos como integrantes de las mesas de votación, pero anularían su voto.
Me sorprendió el porcentaje, pero todavía más escuchar sus razones y argumentos. Su actitud expresaba una real conciencia ciudadana interesada en el país y no sólo una respuesta visceral de rechazo a la política y a los partidos. Me quedé con la idea de que su decisión era resultado de una reflexión personal y colectiva que pone de manifiesto la presencia de una nueva posición ciudadana ante el proceso electoral. Se asume con interés y por eso se quiere, tenga un nuevo significado.
El voto de rechazo puede ahora estar perdido entre los abstencionistas y los indecisos. No se sabe todavía cuál es la dimensión de esta protesta ni tampoco cuántos ciudadanos, el día de la elección, van a decidirse por esta posibilidad. En realidad, sólo se sabrá con el conteo oficial del IFE. Sin duda, se trata de una minoría, pero que no debe ser ignorada por los políticos y los partidos. Se puede estar o no de acuerdo con su posición, pero es evidente que expresa el sentir de cientos de miles y tal vez millones de ciudadanas y ciudadanos que no se sienten identificados con los políticos y los actuales partidos.
Posdata:
El 25 de mayo se cumplieron dos años de la desaparición de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, integrantes del Ejército Popular Revolucionario (EPR). Tras la formación de una comisión de intermediación, el EPR decretó en mayo del año pasado una “tregua unilateral”. Los integrantes de la comisión anunciaron su disolución a finales de abril, aduciendo “falta de voluntad del gobierno para investigar”, pero éste siempre ha dicho que está abierto al diálogo. Estamos frente a un nuevo escenario y cualquier cosa puede pasar. Se exige imaginación y voluntad de las partes para evitar actos de sabotaje y mantener la tranquilidad.
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Hace diez años…
Publicado por Rubén Aguilar Valenzuela en Mayo 22, 2009
Ahora que se habla de Zedillo y de los presidentes que fueron del PRI… Artículo publicado el 22 de mayo de 1999 en El Universal.
Las reglas del PRI y la gran coalición
Al Partido Revolucionario Institucional (PRI), por fin, algo le salió bien. Después de acumular errores políticos, uno tras otro, a lo largo de los cuatro años de gobierno del presidente Zedillo es el propio mandatario quien ahora se alza con un triunfo fundamental, al conseguir que se aprueben, por parte del PRI, las reglas para elegir en elecciones primarias al que habrá de ser el candidato a la Presidencia de la República por ese partido. La aceptación de esta nueva modalidad y de las reglas para normarla trae consigo cuatro efectos inmediatos: el presidente logra imponer al candidato que quería; desmantela el clima de enfrentamiento y conflicto que se venía gastando en el interior del PRI; se posesiona en la imagen pública nacional e internacional como un presidente y un partido preocupados por el cambio y la renovación democrática; gana terreno y ponen a las fuer zas de la oposición a la defensiva.
Los mecanismos acordados por el Consejo Político Nacional del PRI no eliminan que el presidente Zedillo ejerza el “dedazo” sino que más bien le otorga y restituye, en una situación conflictiva, esa posibilidad. Esto es cier to, pero también lo es que existen cambios reales que van en la línea de abrir el espacio a la participación y com petencia al interior del PRI. Las atribuciones del Pre sidente se ven disminuidas. Las posibilidades de decidir de manera unipersonal se ven acotadas. Hay, sobre todo, nuevas reglas que en el futuro pueden brindar las bases para que los posibles candidatos del PRI reclamen de verdad elecciones democráticas. Las reglas al parecer traen consigo otro efecto y es el que la totalidad de los aspirantes del PRI se van a retirar de la contienda. Todo está tan amarrado, tan perfectamente construido, que no tienen ninguna posibilidad real. En aras de la unidad, todos van a declinar y sólo va a permanecer el candidato del Presidente, Francisco Labastida. La contradicción está en que al final las reglas no van a servir para dirimir ninguna competencia, porque lo han hecho antes de que inicie la misma.
A sólo un día de promulgadas las reglas del juego el candidato de Zedillo, el actual secretario de Gobernación, anuncia su intención de competir. Los reflejos de las viejas maneras y usos no se hacen esperar. Dirigentes sindicales, políticos y también empresarios se van sin recato alguno a la “cargada” a pesar de que las nuevas reglas invitan a la mesura. Es imposible resistirse al atrac tivo de estar en presencia, esa es la lógica, del “bueno”, “del efectivo”, del que va a ser el presidente de México. Se hace la bola de nieve y uno llama al otro. Se aclara el panorama. Hay un solo candidato y es el candidato del Presidente. La maniobra ha estado tan bien orquestada que Zedillo se ha dado el lujo de no estar en el país cuando ocurrió el anuncio de las reglas y el destape de su candidato.
El PRI se fortalece con la decisión de ir a unas elec ciones primarias a la candidatura de la Presidencia abier tas a la totalidad del electorado que quiera participar en ellas, con la sola condición de tener su credencial de elector. Los más influyentes periódicos de Estados Unidos y Europa han tratado de manera muy positiva la decisión del Presidente y del PRI. Se habla de un avance real en el camino de consolidar la democracia mexicana. El im pacto en el conjunto de los electores en el país habrá que analizarlo con cuidado, pero la primera impresión es que la decisión del PRI y las reglas que la acompañan se han recibido bien por una buena parte de la opinión pública. El PRI se ubica ahora en una mejor posición que hace sólo unas semanas atrás. El éxito de esta medida del PRI exige y obliga a las fuerzas de la oposición. No pueden ignorar lo que ha ocurrido.
Si la coalición de las fuerzas de la oposición se veía desde hace días como la condición única para vencer al PRI, ahora se hace absolutamente indispensable. Es cier to que Fox, el seguro candidato del PAN, va a la cabeza de las preferencias electorales seguido de Cárdenas, el can didato seguro del PRD. A pesar de esto no se ve posible que cada uno por separado pueda ganar las elecciones presidenciales a un candidato del PRI fortalecido por algunas buenas decisiones y por el lastre y los vicios de un sistema en crisis, pero que sigue manteniendo mucha de su capacidad operativa. Vale aquí lo de aquel refrán que plantea “que más tiene el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece”. La coalición del PRD y el PAN, las dos fuerzas mayoritarias de la oposición, y de los pequeños partidos opositores, darían el triunfo seguro a las fuerzas de la coalición.
El PRD y el PAN tienen diferencias, pero nunca ma yores de las que pudieron existir entre el partido de los blancos y el partido de las negros en Sudáfrica, que al fin se pusieron de acuerdo. En los dos partidos hay quienes ven con claridad los efectos formidables que podría tener la coalición y también en los dos hay quienes la descalifican, supuestamente por razones ideológicas o simplemente porque la ven imposible en términos prácticos y operativos. La mayoría de los dirigentes de los partidos pequeños ven con muy buenos ojos la posibilidad de la alianza. La coalición ahora es más necesaria que antes. Las posibilidades del PRI con un candidato dedicado de tiempo completo a la campaña y con el uso millonario de recursos de precampaña que no están vigilados por el Instituto Federal Electoral (IFE) tiene muchas ventajas sobre sus contendientes.
La coalición es la única posibilidad real y segura de garantizar la alternancia del poder en el 2000, después de 70 años de un mismo partido en el gobierno. Las candidaturas de Fox y Cárdenas, cada una por separado, pueden ganar terreno, pero se ve muy difícil, para no decir imposible, que en lo individual se puedan hacer de la victoria. Los datos del entorno político-electoral revelan la necesidad de construir la alianza de las fuerzas opositoras. El aporte histórico de la coalición, lo que la hace realmente importante y significativa, es que obligaría a la derecha y a la izquierda, al PAN y al PRD, a construir por consenso una plataforma y un programa de gobierno que definiría el camino a seguir y el proyecto de nación a implantar. Garantizaría la gobernabilidad, por la cons trucción previa de los consensos a los que estarían obligadas las fuerzas coligadas. El gobierno ganaría certidumbre y generaría confianza y simpatía ante la ciudadanía que reconocería el valor de un gobierno capaz de reunir a fuerzas políticas distintas, pero unidas en la convicción compartida de que el país necesita cambios y también certidumbres. El PRD y el PAN están en la ca pacidad de tomar la decisión. Ellos tienen la palabra. El triunfo de la coalición, que tiene altos niveles de po sibilidad, abriría un nuevo espacio de posibilidades a la transición democrática y daría inicio, con la alternancia del poder, a una nueva etapa en la historia del país.
Posdata:
El triunfo de Ehud Barak y la derrota de Benjamin Netanyahu en las elecciones del pasado do mingo en Israel, abre nuevas posibilidades para la paz entre judíos y palestinos que repercutiría en el conjunto del Medio Oriente. El asesinato primer ministro israelí, Isaac Rabin, había planteado que la paz pasa por el necesario reconocimiento de un Estado palestino. El go bierno de Netanyahu cerró todos los caminos a la paz y al reconocimiento al derecho palestino de tener, como los judíos, un país. En manos de Barak, del partido de Rabin, está la posibilidad de solución a un conflicto que no tiene más salidas que la proclamación del Estado palestino.