Excélsior
El IFE podrá decir lo que le venga en gana, jamás probará su utilidad ciudadana; lo convirtieron en una oficina al servicio de los partidos.

Mi trabajo como profesor de Comunicación en la UAM-X y mi tarea periodística me exigen estar atento a internet; tengo la obligación de ver y escuchar noticiarios, leo varios diarios y revistas y me queda claro que la campaña por anular el voto salió de una sociedad harta, cuyo malestar por la manera de hacer política en México es evidente. Los medios la han recogido, es su obligación.
¿Tiene sentido hacer un recuento de los horrores del sistema político mexicano, de un sistema exhausto, incapaz de brindarnos soluciones adecuadas, donde la partidocracia (dictadura de los partidos, la llama Marco Rascón) hace y deshace? Oír los intercambios de insultos, mentiras disfrazadas de promesas, ver el despilfarro de dinero, la descomunal corrupción y la ineptitud, son algunas de las causas que han llevado al hartazgo a la sociedad. El IFE podrá decir lo que le venga en gana, jamás probará su utilidad ciudadana; lo convirtieron en una oficina al servicio de los partidos. Al no verse representada la sociedad en este modelo, no tiene otro camino que apelar a las armas que posee: al voto nulo y la insistencia de candidatos ciudadanos.
El abstencionismo siempre ha existido, mas no dice gran cosa, se puede atribuir a la pereza, pero anular el sufragio es otra cosa. También en esta búsqueda social hay otras posibilidades. En Tlalpan, por ejemplo, hay una fuerte discusión sobre la manera de sacar al PRD y su atroz corrupción: unos dicen no hay que ir a las urnas, otros piden darle el voto al partido mejor posicionado para quitar a una mafia cínica. La polémica apenas comienza, la sociedad busca la forma de adueñarse, como debe ser, del poder para darle un uso racional, digno.
La discusión sobre el llamado a votar en blanco es contrarrestada por los partidos, el IFE, las autoridades católicas y los gobiernos. Pero en lugar de regaños a la sociedad y los medios, deberían poner orden interno. Tranquilizar a los partidos. Dudo que los fanáticos de López Obrador gritando majaderías durante el velatorio de Alejandro Rossi en Bellas Artes o Germán Martínez al insultar al PRI o el PRD, junto con el gobierno de Marcelo Ebrard, al hacer timos para someter por completo a la ciudad capital, contribuyan a mejorar el clima turbio que vivimos.
Otros apelan a internet para buscar la mejor forma de actuar y que el sufragio no se pierda. Hablan de una especie de voto útil según las zonas. Esto es, si en Coyoacán el PRD ya es un lastre para el buen desarrollo de la delegación, los demás partidos deberían unir fuerzas para quitarlo. Por ejemplo, el mejor posicionado allí es el panista Obdulio Ávila, entonces otros partidos deberían, en un gesto de inteligencia, cederle sus votos para que gane y aparezca la alternancia.
¿Qué posibilidades tienen el PRI y el PAN capitalinos de enfrentar a los rudos de Convergencia, el PRD y el PT, apoyados en el caudillo tabasqueño y dueños de los recursos del GDF? Mandan incluso gente popular con nulo talento político como Ana Gabriela Guevara o Laura Esquivel. El PT tiene candidatos plurinominales aspirantes a guerrilleros para consolidar, dijo Alberto Anaya, la relación con la guerrilla colombiana, pues las de México nada quieren saber de estas instituciones “de izquierda”.
La lucha capitalina es entre el PRD y el PAN y en Tlalpan y Álvaro Obregón apenas existe el PRI, en tanto que el PAN no tiene el empuje que Demetrio Sodi, Obdulio Ávila y Mario Palacios le han dado en Miguel Hidalgo, Coyoacán y Benito Juárez respectivamente. Es una elección de gobierno en la que Ebrard metió todos los recursos imaginables para vencer al PAN, adueñarse del DF y quitarle la candidatura presidencial a AMLO.
El PRI se ha borrado del DF. La presencia de Beatriz Paredes o de otros dirigentes de ese partido es aquí invisible. Vemos que los candidatos priistas apenas pueden con su alma a causa de la edad y salvo en algunos casos aparecen caras nuevas. ¿Será que confían en que su regreso al poder está en manos de Peña Nieto y que entonces sólo es cuestión de esperar al nuevo caudillo?
Algo es evidente: en México, el Estado, los partidos y el mismo IFE, trabajan para provecho propio, no de la ciudadanía.