Reforma

Según las más recientes cifras de Reforma pero también de otras casas como GEA, el movimiento del voto nulo, en blanco o a favor de candidatos independientes, podría haber rebasado 15%. A cinco días de la elección no existe un liderazgo sino varios, lo cual nos habla del grado de espontaneidad del movimiento. Si a los nulos, blancos e independientes sumamos a los mexicanos que votarán por un partido, que no están dispuestos a sacrificar su voto -y pueden tener muy buenas razones- es decir los que sí votarán a pesar de su inconformidad, las cifras podrían englobar a varios millones de mexicanos. A ello se suma otro fenómeno muy interesante.
Pareciera que en las últimas semanas la intención abstencionista ha disminuido. Podría ser menor a lo calculado al principio, en lugar de 70%, sesenta o menos. Pero la intención a favor de los partidos no aumenta en la misma proporción, sí en cambio la intención anulista. En pocas palabras: pareciera que los mexicanos están decidiendo salir a votar pero no por los partidos, sino también por los otros cauces legales que les permiten expresar inconformidad. No tiene sentido lanzar decenas de razones para votar o afirmar que el movimiento anulista nos llevará a la antesala de la dictadura. Antes de lanzar juicios morales a favor o en contra, lo primero es entender el fenómeno, explicarlo y rescatar el mensaje.
Podríamos estar hablando de la tercera fuerza política nacional que estando dispersa -en tanto que esos mexicanos no militan o simpatizan por un partido político y tampoco expresan una misma inclinación ideológica- sí coinciden en el cansancio y aburrimiento, en el hartazgo. Si el PRI sube, si el PAN sigue siendo oposición en Nuevo León o qué tanto caerá la izquierda, se miran ya como asuntos menores frente a una manifestación ciudadana que, tanto por cantidad y como por calidad, debe ser tomada en cuenta. El cerco que los partidos construyeron alrededor de la ciudadanía se empieza a cimbrar. Si el 5 de julio un número significativo de mexicanos expresa su inconformidad votando o anulando y si además logramos descifrar el mensaje, los partidos no podrán negar el hecho. Sería tanto como ignorar la realidad, sería suicida.
Reforma nos brinda ya un primer bosquejo. Anulistas y votantes coinciden en varios puntos: reducir los recursos que el Estado otorga a los partidos (79%); reducir los diputados de representación proporcional (68%); permitir las candidaturas ciudadanas o independientes (58%). Los porcentajes corresponden a quienes opinan que esas medidas ayudarían mucho o algo a mejorar la vida política. Hay otros temas controvertidos, quizá por complejos, como el número de senadores de representación proporcional o permitir que los partidos se anuncien en los medios de comunicación o la reelección. Pero quizá lo más relevante de este estudio (Enfoque, 28 de junio, 2009) es la radiografía general del sistema.
Los anulistas se sienten con menos derechos plenos (67%) que los no anulistas (85%). ¿Por qué? Seis de cada diez anulistas sienten que las elecciones no son libres y equitativas lo cual también es la percepción del 42% de los que sí votarán. ¿Por qué de esta percepción? Dos de cada tres anulistas expresan que todos los partidos son iguales, pero también hay 41% de los votantes que tienen la misma impresión. Un porcentaje altísimo, 91%, reclama que sus representantes informen lo que han hecho. Es una inquietud muy sana. Pero quizá lo más relevante es que anulistas (87%) y no anulistas (76%) no se sienten representados por algún partido. Ocho de cada diez mexicanos NO se sienten representados por algún partido. Hay un problema real y profundo. Ojalá y las dirigencias lean el mensaje.
Pero para quienes miran en este movimiento ciudadano el inicio del incendio basta revisar la convicción democrática de unos y otros. La gran mayoría de los anulistas (76%) y de los no anulistas (84%) declaran que la democracia es una buena forma de gobierno y que debemos fortalecerla. ¿Cuál es el miedo? Sí a la democracia, no al exceso de recursos, no a la excesiva representación proporcional, sí a las candidaturas independientes. Y, finalmente, no nos sentimos representados. No apunten al mensajero, mejor lean el mensaje.