Juegos de Poder
Excélsior

Calderón tiene dos opciones estratégicas. La primera es enfrentarse abiertamente con el PRI. Ponerlos de espalda contra la pared. Enviar al Congreso cinco iniciativas de reformas en temas trascendentales: laboral, fiscal, energética, política y de telecomunicaciones. Decirle al Congreso: “Señores, estas son las reformas que quiere el Presidente de México. Discutámoslas y vótenlas”. Con ello demostraría liderazgo.
Supongo que al PRI no le gustaría que le echaran el poder presidencial encima. Sobre todo si se toma en cuenta que, en un régimen presidencial, cuando se enfrentan el Presidente y el Congreso, la opinión pública tiende a apoyar al primero. Máxime cuando las tasas de aprobación de Calderón son el doble que las que tienen los diputados y los senadores.
Esta estrategia implicaría un mandatario activo, dispuesto a dar la pelea por lo que él considera deben ser las reformas que necesita el país en la actual crisis económica. Y, por supuesto, apoyado por un gabinete de funcionarios listos para dar la batalla. Secretarios con capacidad de debatir y desafiar las posturas de Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones y Andrés Manuel López Obrador.
¿Lograría algo el Presidente con esta estrategia? Dependería en mucho de la reacción de los priistas que no están acostumbrados a los ataques. Pero el enfrentamiento ciertamente desataría un debate nacional que nos permitiría ver cuál es la identidad del PAN después de su derrota y qué quiere hacer el PRI con el poder, más allá de ganar más puestos de elección popular y de mandar más dinero público a los estados.
La segunda opción para Calderón es llevar la fiesta en paz estos tres años con la oposición priista. Dedicarse a combatir la guerra al crimen organizado que le ha generado tan buenos resultados en la opinión pública. Apuntalar la postura de México en el extranjero. En materia legislativa, cooperar. Negociar todo lo que pueda con el PRI, aunque el Presidente tenga pocas fichas para hacerlo. Asumir la corresponsabilidad del gobierno para sacar adelante las famosas reformas posibles, no las deseables. Reformas que no resuelven los problemas, pero se pueden presumir en spots de radio y televisión. “Algo sacamos”, presumirán todos los bandos, afilando sus armas para enfrentarse en 2012. Reformas como la de Pemex que no resuelven el problema de fondo, pero que permiten a los políticos salvar la cara.
Esta estrategia de cooperación implica un gabinete diferente: conciliador, de gente con capacidad de interlocución con el PRI, como ha sido el caso de Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda y de Eduardo Medina-Mora en la Procuraduría General de la República. Ese sería el perfil requerido.
En los cambios que haga en su gabinete veremos qué quiere hacer Felipe Calderón en la segunda parte de su sexenio: si decide enfrentarse al PRI o si escoge cooperar con ellos. Allí está la disyuntiva.