julio 24, 2009

Sergio Sarmiento
Jaque Mate
Reforma

"Si lo van a llamar a uno mentiroso, lo menos que uno puede hacer es ganarse el nombre". A.A. Milne

La mentira es la lengua franca de los políticos. Éstos mienten para conquistar el poder, el cual significa dinero y privilegios, pero también porque es su naturaleza. Hasta cuando no hay razón para mentir lo hacen, porque es el único lenguaje que conocen.

Cuando en sus años como jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador afirmaba que lo dieran por muerto como candidato a la Presidencia de la República, estaba mintiendo. Simplemente le era más fácil preparar su campaña al prometer que no sería candidato.

Roberto Madrazo mintió al afirmar que no había pretendido haber terminado el recorrido del maratón de Berlín en el 2007 cuando entró triunfante en la meta sólo para ser exhibido después por no haber completado el recorrido. También lo hizo cuando dijo que no había gastado más de lo debido en la elección de Tabasco de 1994.

Felipe Calderón prometió durante su campaña que eliminaría la tenencia de automóviles. No dijo, sin embargo, que lo haría en el último año de su gobierno, ni explicó que la abolición de este impuesto, que se estableció de manera temporal en 1968 para financiar los Juegos Olímpicos, dependería de que hubiera una buena recaudación de otras fuentes.

Los legisladores de la LX Legislatura dijeron que su reforma electoral crearía un mejor IFE, promovería campañas más limpias, haría más baratas las elecciones, daría más derechos para los ciudadanos y reduciría la "espotización" de las campañas. Lo que tuvimos fue un IFE censor, campañas sucias, elecciones caras, derechos robados a los ciudadanos y la mayor lluvia de spots políticos en la historia de nuestro país.

Los partidos mienten incluso en sus propios nombres. El PAN se presenta como Partido de Acción Nacional cuando su ideología es reaccionaria, particularmente en temas morales y religiosos. El PRI pretende ser Revolucionario e Institucional, lo cual es una contradicción en términos. El PRD se enorgullece de ser Revolucionario y Democrático, pero ni ha querido ser revolucionario ni ha sabido respetar las reglas básicas de la democracia, como reconocer los triunfos de sus opositores. El PVEM se dice Verde, pero hace campaña por la pena de muerte.

En campaña el PAN pidió apoyar al Presidente en su lucha contra el narco, pero omitió decir a los votantes que esa lucha está condenada a la derrota. El PRI se presentó como el partido que sabe gobernar, sin explicar por qué en 70 años de gobierno no pudo resolver el problema de la pobreza, el más importante del país. El PRD prometió subir los sueldos por decreto, sin explicar las consecuencias económicas negativas de la medida.

Las cosas no paran ahí. El presidente Calderón afirma que no participa en la vida interna del PAN, pero impone al presidente del partido. Enrique Peña Nieto afirma que no está comprando tiempos de medios, pero todos los días surge información que lo demuestra. Jesús Ortega promete que quienes hicieron campaña por otros partidos están fuera del PRD, pero después hace una excepción con López Obrador. Los nuevos diputados llegan a sus cargos prometiendo hacer las reformas que el país necesita, pero advierten desde un principio que no aceptarán aquellas, como una reforma fiscal o una energética de fondo, que son, precisamente, las que permitirían construir una economía más productiva y competitiva.

Yo sé que los políticos mienten por naturaleza. Pero cuando menos los ciudadanos deberíamos tener el valor de plantarnos frente a ellos y llamarlos por su nombre: mentirosos.

Tierras ejidales

Las dificultades para realizar la compra de tierras para la refinería de Tula, y el fallo que ha revertido la venta de las tierras del puerto de Altamira, son dos ejemplos del costo que tiene para el país el régimen de propiedad que representa el ejido. Una de las razones de la enorme pobreza del campo mexicano es la falta de derechos reales de propiedad en el campo.

No juguemos con México

Francisco Martín Moreno
fmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior

La asociación inteligente con los empresarios extranjeros que explotan la industria eléctrica mundial podría representar para México la captación de decenas de decenas de millones de dólares, que no sólo se traducirían en una generosa derrama económica, sino que abatiría nuestros costos de producción haciéndonos mucho más competitivos.

Desechar las alternativas aprovechables para evitar un nuevo cataclismo económico, político y social constituye un juego temerario y peligroso en el que no podemos caer y, sin embargo, nos prestamos por irresponsabilidad, por corrupción política o por traumatismos indígeno-nacionalistas, cuyos orígenes ni siquiera alcanzamos a comprender.

Una de las opciones más lucrativas se encuentra en la explotación inteligente de nuestro subsuelo, aquél al que el poeta se refería cuando afirmaba: “El niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo, el diablo.” Si se abriera la industria petrolera en los términos dispuestos por el propio Lázaro Cárdenas a través de una ley emitida en 1939, en la que hacía constar la insolvencia tecnológica y económica de México para explotar nuestros veneros, le podríamos dar la vuelta al país como a un calcetín. De revivir dicho ordenamiento sería posible rescatar a millones de mexicanos de la miseria, sacar a flote a nuestra industria, al comercio, a la academia, empezando un faraónico proceso de reconstrucción y, en el corto plazo, podríamos hacer de México el país que todos soñamos. Los estudios hablan de la captación de 600 mil millones de dólares en ocho años de abrir la industria a la inversión extranjera, tal como ya lo han hecho todos los países del orbe incluido, no faltaba más, el presidido por el marxista-leninista-stalinista-maoísta-brejnevista, ¡uf!, de Fidel Castro, quien se afianzó aún más en el poder al asociarse con compañías extranjeras dedicadas a explotar el subsuelo marino.

¿Cómo es posible que continuemos exportando crudo e importando gasolinas? ¿Se trata de hacer precisamente todo aquello opuesto a la razón? ¿La idea es exportar azúcar para importar caramelos..? Cada barril se puede desdoblar en un producto petroquímico hasta 10 veces superior al precio de un barril de petróleo. ¿Por qué no aprovechamos este valor agregado en lugar de seguir exportando crudo con una torpeza que raya en lo patético? Si México ya no depende del petróleo, ¿por qué casi 40% del Presupuesto federal de Egresos se financia precisamente con dichas exportaciones y con los impuestos mutiladores que el gobierno federal impone a esa paraestatal para después derrocharlos irresponsablemente en gasto corriente? ¿De qué le han servido a los 50 millones de mexicanos que subsisten en la miseria, a los lacandones, a los tarahumaras o a los mixtecos, el hecho de que México haya expropiado el petróleo hace más de 70 años?

Los extranjeros nos cambiaron collares de oro por cuentas de vidrio; nos conquistaron y ultrajaron a nuestras mujeres robándonos todo lo nuestro y explotándonos como animales; nos despojaron de la mitad del territorio nacional; nos impusieron a un emperador austriaco, hasta que Tata Lázaro les arrebató el petróleo haciendo por primera vez justicia a los desposeídos y a las víctimas históricas. ¿Por esa razón la xenofobia?

La asociación inteligente con los empresarios extranjeros que explotan la industria eléctrica mundial podría representar para México la captación de decenas de decenas de millones de dólares, que no sólo se traducirían en una generosa derrama económica, sino que abatiría nuestros costos de producción haciéndonos mucho más competitivos. Sólo que la corrupción política ha impedido sacudirnos de la garganta al sindicato respectivo que permanece anudado como una sedienta sanguijuela que se alimenta con la mejor sangre de la nación. La alternativa nuevamente no se aprovecha. ¿Los casinos? Los casinos constituyen otra opción que podría traducirse en la captación de 10 mil millones de dólares que irían a dar a polos de desarrollo turístico en nuestro país. Sin embargo, todo parece indicar que esta posibilidad también permanecerá embotellada hasta que desaparezca afortunadamente Castro y Cuba abra otra vez casinos arrebatándonos buena parte del turismo de Estados Unidos, canadiense y europeo. Entonces será tarde, otra vez tarde, muy tarde.

El tesoro mexicano se erosiona agresivamente. La recaudación se ha desplomado en buena medida por la crisis internacional y en otra parte en razón de la ineficacia operativa del gobierno de Calderón para combatirla. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que sea imposible sufragar los costos de una nómina pesadísima integrada por millones y más millones de burócratas, unos más incompetentes que otros? El gasto corriente nos asfixia, como también nos asfixia ese 50% de los mexicanos que subsisten en la economía informal, pero eso sí, disfrutan el seguro médico gratuito sin cooperar al financiamiento del gasto público. ¿Solución? Derogar los impuestos a las nóminas, facilitar las contrataciones de puestos de trabajo, generalizar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) sin excepción alguna, hacerse de recursos para ayudar a los marginados y gravar el consumo, a lo que nadie puede escapar.

Ahí están las soluciones a la vista, sin embargo, no sólo no se toman, sino que se juega con México y su paciencia… ¿Hasta cuándo..?

Las constituciones y la Presidencia

Héctor Aguilar Camín
acamin@milenio.com
Día con día
Milenio

La existencia de gobiernos centrales débiles es una de las plagas políticas de la historia de México. José Antonio Aguilar Rivera rescató hace unos años, bajo la óptica de la ingeniería constitucional, un texto poco o mal leído de Lucas Alamán: el Examen imparcial de la administración de Anastasio Bustamamante (Conaculta, 2006. Col. Los cien de México).

Alamán registra ahí, con lucidez admirable, el problema de diseño institucional que explica medio siglo de desastres de la nación independiente: una mala mezcla constitucional del asambleísmo revolucionario francés, la desconfianza al monarca de los “sombríos y melancólicos” legisladores de las Cortes de Cádiz y el modelo del presidencialismo norteamericano, cuya figura fue trasplantada a la naciente República mexicana en todo menos en los poderes que le permiten a ese Presidente gobernar y defenderse del Congreso.

Por ejemplo: el poder de nombrar a todo su gabinete, incluidos los militares, el poder de vetar los excesos del Congreso y de proponer y nombrar a los miembros de la Suprema Corte, lo que inclina hacia su causa al Poder Judicial.

La mezcla dio como resultado congresos ingobernables y presidentes débiles sujetos por igual al populismo de las asambleas y a la rebelión de los militares, los caudillos y los gobiernos locales.

La Constitución de 1857 repitió el diseño de una Presidencia frágil que obligó al Poder Ejecutivo —Juárez primero y Porfirio Díaz después—, a buscarse por otros medios el poder que las leyes no les daban. Emilio Rabasa describió como nadie el proceso de perversión política derivado de un mal diseño constitucional en su libro clásico La constitución y la dictadura.

La transición democrática de fines del siglo XX, la pérdida de la mayoría priista en el Congreso en 1997 y la derrota presidencial del PRI en el año 2000, dejaron ver que los poderes desmesurados de que gozaban los presidentes mexicanos eran hijos de la política, no de las leyes: no estaban en la Constitución, sino en la hegemonía del PRI.

Perdida la hegemonía del PRI, la Presidencia ha vuelto a mostrarse como un poder débil, en un entorno de otros poderes, fácticos y constitucionales, capaces de obstruirlo, y de poderes locales de autonomía sin contrapesos.

De los gobiernos débiles no ha salido nada bueno en nuestra historia política bicentenaria. De los fuertes, a la larga, tampoco porque su base de arbitrariedad termina haciéndolos vulnerables también.

Quizá es la hora de diseñar un gobierno constitucional fuerte, por primera vez en nuestra historia.

Falta de oficio

Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal

Que Calderón quiera tener a un dirigente nacional de su partido que le sea afín es lo más natural y esperable políticamente. Que designe a César Nava como su candidato es una demostración flagrante de falta de oficio político. ¿Por qué? Porque Calderón demuestra sordera política. Perdió y no entiende. Se enfrenta ahora a un PRI empoderado y hasta magnánimo y en lugar de cerrar heridas en su casa las profundiza. Se empeña en gobernar al país y a su partido con un grupito de cercanos cuyas únicas credenciales son la lealtad, su dependencia y cercanía.

Personajes que quizá con el tiempo se hubieran convertido en las nuevas generaciones de líderes del PAN, pero que Calderón quemó al nombrarlos prematuramente en los puestos más importantes del país. Ninguno tiene carrera política propia ni prestigio personal. Nava es el ejemplo más puro y acabado; ha hecho su carrera a la sombra de Calderón y hasta noviembre de 2008 era su secretario particular. ¿Cómo se salta de ahí a la dirigencia del partido en el poder?

Algunos han comparado esta designación de Calderón con los famosos dedazos priístas. Pero se equivocan. Si algo le permitió al PRI mantenerse en el poder tantos años fue justamente el oficio político. Y no se trata de alabarlos, pero sí de reconocer que si estuvieron en el poder más de 70 años es porque además de sus malas mañas aprendieron a balazos y con el tiempo a conciliar y a leer más allá de sus preferencias personales y aun ideológicas. Hagamos historia.

¿Qué habría pasado si Lázaro Cárdenas, después de seis intensos años de gobierno, en los que nacionalizó el petróleo, enfrentó al clero y se enemistó con las clases altas y medias por su programa de educación socialista, hubiera designado como su sucesor a su amigo, el radical general Múgica? Probablemente el general Almazán habría ganado las elecciones o una nueva guerra civil habría estallado. En todo caso, habría sido el final de lo que esos grupos disímbolos llamados revolucionarios se proponían: mantenerse durablemente en el poder. No me aventuro aquí a decir si fue bueno o malo para el país, pero así fue.

La decisión de Calderón refleja una mentalidad diametralmente opuesta: es aquí, ahora y porque puedo. Y si lo de Nava es finalmente asunto de los panistas, el problema es que se maneja al país así: con secretarios muy chiquitos, con poca disposición al verdadero diálogo, con grandes frases y principios, pero sin mucho esfuerzo por escuchar y convencer. Y todo simplemente porque se puede.

Washington y la crisis de Honduras

Andrés Oppenheimer
El Informe Oppenheimer
Reforma

El conflicto de Honduras se está convirtiendo rápidamente en el centro de una feroz lucha partidista en Washington D.C., lo que podría ser un mal presagio para el futuro de la política estadounidense hacia Latinoamérica

Ya hay signos de que eso está ocurriendo. A inicios de esta semana, el senador republicano Jim DeMint bloqueó temporalmente el proceso de confirmación de Arturo Valenzuela como nuevo jefe de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, y de Thomas Shannon como Embajador en Brasil, el país más grande de Latinoamérica.

A principios de este mes, 17 senadores republicanos, incluyendo algunos pesos pesados, como el líder de la minoría republicana Mitch McConnell, enviaron una carta a la Secretaria de Estado Hillary Clinton pidiendo que el Gobierno de Obama "reconsidere" su postura "unilateral" con respecto a Honduras.

Alegaron que el fuerte respaldo de Obama al regreso al poder del derrocado Presidente hondureño Manuel Zelaya no tomó en cuenta las repetidas violaciones de la Constitución de su país que Zelaya había cometido antes de ser depuesto.

Zelaya fue arrestado por el Ejército el 28 de junio después de haber afirmado que desobedecería un fallo de la Suprema Corte que le prohibía celebrar un referéndum con el que pretendía cambiar las leyes para permitir su reelección. Muchos abogados constitucionalistas dicen que su arresto fue legal, pero que el Ejército violó la Constitución al sacar a Zelaya del país por la fuerza, en vez de someterlo a un juicio en Honduras.

Fuentes del Congreso en Wa- shington, D.C. me dicen que los 17 senadores que enviaron la carta a Clinton no pertenecen al pequeño grupo de legisladores que usualmente se interesan por los asuntos latinoamericanos.

Mas bien, son en su mayoría republicanos conservadores que intentan abrir un nuevo frente de ataque contra el Gobierno de Obama, acusándolo de ser demasiado "blando" con líderes autoritarios antiestadounidenses como el Presidente venezolano, Hugo Chávez, la principal fuente de apoyo de Zelaya.

La mala noticia, según dicen muchos en círculos diplomáticos de Washington, es que el conflicto hondureño podría bloquear la formulación de políticas estadounidenses para Latinoamérica que cuenten con apoyo bipartidista.

"Es la primera vez desde el fin de la Guerra Fría que vemos un verdadero cambio en el consenso bipartidista que existía en Washington respecto a Latinoamérica, que en parte resultaba de la inexistencia de una política hacia la región", dice Cresencio S. Arcos, ex Embajador de Estados Unidos en Honduras. "Uno de los peligros de esto es que podría dificultar aún más la articulación de una política".

Según Arcos, Honduras exigirá un mayor nivel de atención por parte de la Casa Blanca, porque puede convertirse en una prueba de la capacidad del Gobierno de Obama de llevar a cabo una política exterior que genere respeto y credibilidad.

"Si los países del Medio Oriente y de otras partes del mundo ven que no podemos resolver el problema de un pequeño país de nuestro vecindario, ¿cómo podremos lidiar con Irán, o con Corea del Norte?", pregunta Arcos.

Peter Hakim, director del instituto Diálogo Interamericano, de Washington, D.C., no cree que Honduras se convierta en un tema prioritario.

"Honduras será un tema del que probablemente no oiremos hablar dentro de tres meses. Los temas centrales volverán a ser el libre comercio, la inmigración y Cuba".

Mi opinión: Valenzuela y Shannon terminarán siendo confirmados en el Senado. A diferencia de lo ocurrido en pasadas ocasiones, en que nombramientos presidenciales fueron demorados por mucho tiempo en el Congreso, esta vez tenemos a un demócrata en la Casa Blanca y a una mayoría demócrata en el Congreso.

Y tampoco es probable que el Gobierno de Obama cambie su postura respecto de Honduras por las críticas de la Oposición republicana.

Aunque Obama debería haber señalado con mayor energía que el propio Zelaya había violado la ley, y que es irónico ver a Chávez -un ex golpista- y al dictador militar cubano Raúl Castro encabezando una campaña por la restauración de la democracia, Estados Unidos no podía permitirse dar la imagen de que estaba tolerando un golpe militar en Latinoamérica.

Eso hubiera significado la destrucción de tres décadas de política exterior estadounidense en la región, y le hubiera dado a Chávez una munición propagandística inigualable contra lo que llama "el imperio". Sin embargo, la creciente lucha política en Washington en torno a Honduras es una mala noticia, porque está demorando las muy necesarias confirmaciones de Valenzuela y Shannon.

En un momento en el que Estados Unidos necesita prestar más atención a América Latina, la tardanza en confirmar un encargado de la política del país hacia Latinoamérica -sumada al hecho de que, hasta el momento, Obama no ha designado un Enviado Especial para las Américas- puede tener un costo muy alto para Washington en la región.

De guerrilla a guerra en Latinoamérica... y así nos va

Fran Ruiz
fran@cronica.com.mx
La aldea global
La Crónica de Hoy

Ahora que teníamos casi extinguida la palabra “guerrilla” en América Latina, reaparece de manera preocupante en nuestro vocabulario su hermana mayor: “guerra”.

Con las guerrillas en la región, desaparecidas o transformadas en partidos políticos —las pocas que quedan luchan como pueden por sobrevivir, como las colombianas ELN y las FARC, reconvertidas en cárteles del narcotráfico; o el EZLN, apenas una atracción turística más de la selva chiapaneca—, el reciente golpe de Estado en Honduras, como reacción violenta al empuje de la revolución chavista en la zona, ha devuelto a la primera plana un discurso bélico que se creía desaparecido.

Hugo Chávez es su principal promotor; a fin de cuentas, no hay que olvidar que es más un caudillo militar, con pasado golpista, que un político demócrata. Esta semana, sin ir más lejos, ha pronunciado dos veces la palabra “guerra”: una, para amenazar a los militares hondureños golpistas que derrocaron a su aliado Manuel Zelaya; y otra, para amenazar a Colombia por autorizar la presencia de más tropas estadunidenses en nuevas bases conjuntas, lo que considera una amenaza directa a Venezuela.

Tampoco hacen ascos a la palabra “guerra” aliados del presidente venezolano, como el boliviano Evo Morales, que alerta un día sí y otro también de un inminente conflicto orquestado contra su gobierno por las provincias orientales “rebeldes”, aliadas a EU; o el sandinista Daniel Ortega, quien prepara en secreto con Zelaya su regreso a la vecina Honduras, mientras que desde Tegucigalpa el gobierno golpista que preside Roberto Micheletti denuncia movimientos de tropas nicaragüenses hacia la frontera.

En cualquier caso, lo cierto es que, acabada en rotundo fracaso la vía de la negociación, la posibilidad de que estalle una guerra civil en Honduras es muy alta. El ejército de ese país centroamericano no ha dado señas de que se haya arrepentido de haber sacado de la cama a Zelaya, el pasado 28 de junio, y de haberlo puesto en un avión, sin siquiera darle tiempo a que se quitara el pijama.

Por tanto, es difícil imaginar que los mandos militares vayan ahora a ponerse a las órdenes de Zelaya, si de repente aparece en Honduras, y mucho menos para acatar la que sería su primera orden: el encarcelamiento del gobierno usurpador.

Un hecho gravísimo sería si a Zelaya se le ocurre —o es convencido— de marchar sobre Honduras al frente de tropas nicaragüenses o venezolanas. Significaría elevar el peligro de guerra civil a otro aún mayor, al de guerra regional, de la que no podría librarse ni Estados Unidos, ya que posee bases militares en el país centroamericano.

Obama está siendo, de hecho, retado por el propio Chávez a que retire de inmediato sus tropas en Honduras, ya que, de lo contrario, entiende que Washington no sólo estaría permitiendo un gobierno “de facto”, sino que habría participado en el golpe de Estado.

Con grandes dosis de hipocresía, el venezolano acusa a Obama de fomentar el golpismo cuando en realidad es al contrario: es él quien orquestaba un autogolpe de Estado de Zelaya y quien, cuando éste fracasó, amenazó con declarar la guerra a los militares hondureños.

Siempre en una situación bélica o prebélica el manejo de la propaganda, es un arma temible y el frente revolucionario chavista siente que está ganando la batalla de la opinión pública, o al menos la está preparando para un eventual conflicto armado donde el bando de Zelaya sería el bueno de la película.

Por eso Hillary Clinton anda tan enojada con las nuevas autoridades hondureñas, porque sabe que la única forma de desarmar a Chávez y sus aliados es que la crisis se resuelva mediante el diálogo, y Micheletti se niega a entrar en razón.

La paradoja es que, después de tanto tiempo anhelando que Washington deje de interferir en la realidad latinoamericana, no estaría de más una mayor implicación de Obama y más firmeza que la mostrada hasta ahora para doblegar al gobierno “de facto” hondureño, y se restituya de forma pacífica el orden democrático. De lo contrario, la solución bélica deseada por Chávez se impondría con imprevisibles consecuencias para todo el continente.

En Honduras, el segundo país más pobre del continente, se juega estos días la paz o la guerra.

La hora del PAN

José Rubinstein
jrubi80@hotmail.com
Excelsior

Desde su fundación en 1939, picó piedra fiel a sus principios.

La más fuerte oposición que conoció el PRI —como el PNR y el PRM— durante su primer medio siglo de existencia no provino del PAN sino principalmente de partidos efímeros que lanzaron la candidatura de resentidos miembros del sistema al no haber sido respaldados por el partido oficial.

Es así como, en 1929, se enfrentó José Vasconcelos a Pascual Ortiz Rubio, en 1940 Juan Andrew Almazán a Manuel Ávila Camacho, en 1946 Ezequiel Padilla a Miguel Alemán y en 1952 Miguel Henríquez Guzmán a Adolfo Ruiz Cortines.

El PAN, desde su fundación en 1939, por Manuel Gómez Morín, estoicamente picó piedra fiel a sus principios. Acción Nacional fue concebido como el organismo de aquellos que, sin prejuicios, resentimientos ni apetitos personales, decidieron hacer de la vida pública su convicción dentro de una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la nación y conforme con la dignidad de toda persona.

El PAN se manifestó postulante de la moral y del derecho, fuente y causa de la acción política, no mero cambio de personas, sino reforma de estructuras políticas y sociales, para gestionar el bien común.

Desde los altos de modesto edificio en la calle de Serapio Rendón 8, visionarios y decididos pioneros, con los ideales prendidos y el viento en contra, paulatinamente se fueron abriendo espacios dentro de un sistema donde todas las posiciones habidas hasta entonces las ocupaba el partido en el poder.

Es así como el PAN obtuvo sus primeras cuatro diputaciones en 1946, su primera presidencia municipal en 1947, postuló a su primer candidato presidencial en 1952, ya para 1988 fueron 18 diputados en la Asamblea del DF, su primera gubernatura en 1989, su primer senador en 1991, su primera delegación política en el DF en 1994 y, finalmente, tras dos impresionantes campañas presidenciales anteriores, en 2000, el candidato de Acción Nacional asumió la Presidencia de la República.

El PAN en el poder no ha podido, no ha querido o no ha sabido separar gobierno y partido. Tanto Fox como Calderón han estado activamente presentes en la vida interna del PAN, el primero, incontrolable, y el segundo, controlador. Sin embargo, en la coyuntura actual en que el ungido César Nava se perfila para suceder al destroyer Germán Martínez, se han elevado las voces de destacados panistas, para exigir la no intervención del Presidente de la República en el proceso de sucesión interna. César Nava de teniente a general— tal vez se presente como candidato único ante el Consejo Nacional del PAN y sea proclamado líder nacional, sólo que la coyuntura actual, en la que se empieza a oler el divisionismo, requiere que el presidente Calderón confíe y comprenda que esta elección debe celebrarse en Ave. Coyoacán. Para el PAN es esencial demostrar que alcanzó el poder, sabe utilizarlo y tiene proyecto de largo plazo.

La lectura política de este final de julio aconseja al partido mantener la unidad y aplicarse al límite de su capacidad y entrega, apegándose a los principios que le dieron origen o, de lo contrario, resignarse a presenciar nuevamente la función desde la incómoda galería de la oposición. Esta debiera ser la hora del PAN.

Casualmente —o no— fue revelada una carta recibida por Felipe Calderón y enviada por su mentor, Carlos Castillo Peraza, en 1988, al inicio de su gestión como presidente nacional del PAN:

“Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra. Si te dejas llevar por eso, entonces no te asustes de no contar ni con tu sombra… Diles qué quieres y para cuándo. No les digas ni te metas en el cómo y confía; corre el riesgo de confiar. Puedes hacerlo porque en torno a ti no hay gente de mala voluntad ni retrasados mentales”.

Me atrevo a añadir: la única manera de confiar es confiando.

La gran incógnita del caso Martí

Carlos Marín
cmarin@milenio.com
El asalto a la razón
Milenio

Con la captura del asesino por parte de la Policía Federal, la Procuraduría General de la República tiene ahora la oportunidad de intentar aclarar el gran misterio del caso que había estado en manos únicamente de la Procuraduría del DF:

¿Por qué fue asesinado Fernando Martí?

En el mundo criminal, el móvil de los secuestradores es el dinero, y por Alejandro Martí se sabe que el rescate se pagó.

Pero el homicida confeso dice que mató a Fernando porque “no se pagó”.

A la familia del siguiente secuestrado (12 de noviembre) se le presionó con que se le haría lo mismo que a Martí, el dinero se pagó, y la víctima fue liberada tras 14 días de cautiverio.

¿Qué sucedió entre la negociación y el pago del rescate de Fernando Martí?

Negociar un secuestro es delito en el DF, pero el de Martí fue denunciado por el consultor de Alejandro, Ernesto Mendieta.

¿De qué manera, con o sin Mendieta, intervino la Policía Judicial del DF en la negociación y pago del rescate?

Secuestrado por sus miedos

Ramón Alberto Garza
Dossier Índigo
El Universal

Si alguien intenta entender los demonios que dominan al presidente Felipe Calderón en su intento por imponer al nuevo dirigente del PAN, no tiene más que asomarse a la carta que en 1996 le envió su mentor Carlos Castillo Peraza.

Después de leer ese testimonio publicado en el portal de la revista etcétera, que no es sino un sicoanálisis del maestro al alumno, uno puede entender, nunca justificar, los desplantes autoritarios y algunos hasta caprichosos de quien hoy habita en Los Pinos.

“Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra”, le dice el maestro al pupilo. “Si te dejas llevar por ése, entonces no te asustes de no contar ni con tu sombra: ella misma se dará cuenta de que es sombra, pero que no es tuya; será sombra para sí, no contigo, no tuya”.

Y sí, el Presidente es desconfiado por naturaleza. No hay que ir muy lejos para poner a prueba esta radiografía de la personalidad de Calderón. Cuestión de preguntarle a cualquier miembro del gabinete, o tener un video de álgidas reuniones del círculo cercano, para comprobar la asertividad que el maestro tenía sobre la psique de su alumno.

Por eso el gabinete luce pequeño. Porque los que son grandes, que los hay, no tienen la oportunidad de lucir la grandeza debido a que esa desconfianza presidencial los achica. Y los que son pequeños, que abundan, se arropan bajo esa sombra para esperar a que les den la petición exacta y la instrucción precisa para actuar. Están paralizados.

Y en esa falta de decisiones autónomas y en esos excesos de supervisión presidencial, los días pasan, las estrategias se agotan, el sexenio se consume. Castillo Peraza lo vio con una claridad meridiana: “Y te ahogará el trabajo. Y sabrás todo, pero no presidirás. Y tendrás a tu gente en el temor, en la disciplina, pero no en el entusiasmo ni en la creatividad”, le recrimina el filósofo maestro a su alumno que hoy preside esta nación.

Pero el Castillo Peraza de 1996 es más profético aún sobre el destino del carácter de Calderón. “Y (...) tendrás que meterte en todo para que te hagan caso, porque tú no les haces caso a tus subalternos, y ellos saben que no cuentan, que tienen que esperar a que tú decidas, que les vas a cambiar las órdenes sobre la marcha, que no los consideras responsables”.

Cualquiera que vea las decisiones de estos primeros tres años de gobierno puede dar fe de ello. Cualquier panista legítimamente interesado en reconstruir el partido que el 5 de julio quedó en escombros sabe de lo que hablaba el maestro cuando recriminaba al alumno. Pero nunca es tarde para aprender. El primer mandatario tiene la oportunidad de leer y releer esa premonitoria misiva. Y tendrá ante sí dos opciones.

Maldecir al mentor que nunca supo apreciar sus virtudes, a pesar de que lo convirtió en uno de los presidentes más jóvenes en la historia del PAN. O tratar de reinventarse desde la reflexión profunda del legado del maestro, demostrando la madurez que dan los años y el aprender de los errores. Asumirse más mortal, menos infalible. Menos partidista y más estadista.

Sólo así podrá evitarse que las enseñanzas del sabio Séneca terminen por consumir el ánimo y los pensamientos de un Nerón. Sólo así podrá evitarse que arda Roma.