Brújula
Excélsior

Aquel que se inauguró con Hugo Chávez en 1992, cuando éste le dio un golpe de Estado fallido a Carlos Andrés Pérez, pero que finalmente logró colocarse por la vía electoral en el Palacio de Miraflores en 1999.
Es el estilo del autócrata. Del hombre que no cree en las instituciones, pero quiere que los demás crean que las respeta.
Estilo que le ha funcionado a Hugo Chávez hasta ahora a las mil maravillas.
Va por América Latina y el resto del mundo haciendo y diciendo lo que le viene en gana y linda, de manera astuta, con la delgada línea que separa la legalidad de la ilegalidad.
Tan astuta, que ya lleva una década en el poder. Digno ejemplo para todo aquel líder que siente que un periodo o dos de gobierno son insuficientes. No sabemos si esta forma de pensar se debe a que creen que nadie más puede hacer las cosas tan bien como ellos y que precisamente es necesario mover una que otra reglita, una que otra ley, hacer algunos cambiecitos en la Constitución (en algunos casos reescribirla), todo con tal de que el país gobernado esté mejor.
Y en esa tesitura se movía Manuel Zelaya en Honduras. Hasta que le pusieron un alto.
Pero, de pronto, cuando los hondureños le han dado la espalda al presidente que fue elegido por una agenda, mas a la mitad del camino decidió adoptar la opuesta, ¡oh sorpresa!, el mundo entero le abre los brazos al señor Mel.
Y en primerísimo lugar apoyando a Zelaya ha estado Felipe Calderón.
No ha sido suficiente avalar el Plan Arias, además se le ha invitado a México como jefe de Estado y se le ha recibido con honores en el Senado de la República para que haga dos cosas que lo vuelven a mostrar de cuerpo entero.
La primera, evidentemente, ha sido el apapacho a Andrés Manuel López Obrador. De este hombre, que ha sido el dolor de cabeza de Felipe Calderón desde que ganó la Presidencia. Pero si ese simple hecho no fuera suficiente, ahí está el cínico: “¡Ay!, ¿qué dije?… realmente no quise decir lo que dije…”
Indignante para los que sí creemos en las instituciones y los que vemos como un absurdo que, más de tres años después de haber perdido la elección presidencial, el señor López Obrador siga siendo tan mal perdedor que se haga llamar el presidente legítimo de México.
En segundo lugar, que el depuesto presidente de Honduras denunciara desde México que el golpe que lo derrocó fue financiado por los halcones de Washington a cuatro días de que llegue a nuestro país el presidente de EU y que no hará más que desperdiciar tiempo de la Cumbre de Líderes de Norteamérica y de la reunión con Obama y Harper para hablar de la situación en Honduras.
Tiempo que en este momento podría mejor dedicarse al tema de derechos humanos y los recursos de la Iniciativa Mérida, en el caso de Obama, y al de las visas con Canadá, en el de Harper.
Pero el Presidente que salió en pijama de Honduras y en México recibió el mismo trato que se le dará a Obama y a Harper obliga a modificar la agenda.
Todo sin romper ninguna regla. Pero todo estando muy cerca de hacerlo.
Justo en la raya que le permite poner cara de nocente sorprendido.
El presidente que salió en pijama de Honduras y aquí recibió el mismo trato que se le dará a Obama y a Harper obliga a modificar la agenda.