agosto 09, 2009

PRD: una izquierda autoritaria

René Avilés Fabila
Excélsior

No hay duda, la siguiente lucha, la que ya comenzó, debe ser contra la dictadura perredista.

En mi primera novela, Los juegos, 1967, un joven se queja del Partido Comunista: “¿Cuál democracia, si el Comité Central nos da órdenes y nosotros sólo las cumplimos?” Así era. La organización pedía justicia, igualdad, extinción de las clases sociales, veía un futuro luminoso sin la brutalidad del Estado, represor por naturaleza, una utopía maravillosa. Uno a veces podía discutir en las bases y elevar alguna protesta; no iba más allá del responsable de la célula. Los dirigentes siempre tenían razón e inalterablemente en su apoyo una cita de Lenin o del propio Marx, la acusación de ser liberal, un traidor o un pequeñoburgués, caía sobre uno. Cuánta rigidez me abrumó en mis años de juventud a pesar de que nacía el eurocomunismo y se hablaba de un socialismo con rostro humano. De ello dejé constancia (humorística, para qué llorar luego de 20 años en el PCM) en un libro: Memorias de un comunista, maquinuscrito encontrado en un basurero de Perisur. Lo publiqué al derrumbe del comunismo, mucho después del gran libro trágico: Ensayo de un proletariado sin cabeza de José Revueltas, mi maestro y amigo entrañable. La reacción de algunos camaradas que sobrevivían a la debacle no se hizo esperar: “Eso, René, es una traición a la causa.” Bueno, yo sólo quería recordar cómo sobreviví al autoritarismo del comunismo. Con los demás grupúsculos, trotsquistas o espartacos, el asunto era similar.

Del otro lado estaba el PRI: el campeón del autoritarismo, el que mejor lo llevaba a la práctica lo que Mario Vargas Llosa calificó como la “dictadura perfecta”. El presidente era todo. Casi Dios. Venía del encontronazo de dos autocracias, la azteca y la española, siguieron tres siglos de dominio y en 1821 el autoritarismo pasó a manos de dictadores, emperadores y altezas serenísimas. La nuestra es una historia de tiranías, de escasos momentos de libertad y democracia. Vaya mundo que padecimos. Los camaradas se la pasaban gritando: “Contra la revolución y el socialismo nada, contra sus enemigos todo.” Y un idiota que ahora es un escritor más o menos conocido, tenía señalados los puntos claves del DF para poner dinamita y un plan para, de inmediato, al primer tiro, someter al país, instaurar la dictadura del proletariado y controlar a una ciudadanía (“un pueblo agachón”) incapaz de aceptar el nuevo sistema, explicaba, y eso que los jóvenes de Mayo 68 en París, habían acuñado una frase magnífica: “Prohibido prohibir”.

Por décadas, el PRI doblegó al país. Tuvo un sistema rígido para controlarlo. No había más ideología que el pensamiento del Presidente en turno, él decidía por todos. La mayor prueba de su poderosa voluntad era la censura, el control de los actos ciudadanos y la designación del hombre que lo seguiría en el poder.

Apareció el PRD, una asociación de ex priistas, ex comunistas y de algunos dirigentes sociales que venían de los bajos fondos. La verdad es que desde el principio me pareció una mezcla peligrosa, a pesar de que fui invitado por el fundador a ser parte del nuevo organismo. Fiel a las tradiciones del país, tuvo un caudillo, enseguida vino otro, López Obrador. En poco más de una década se corrompieron e hicieron gala del absolutismo que todo político lleva oculto.

Si en 2000 muchos millones de mexicanos fuimos a repudiar el autoritarismo priista, no nos percatamos de que venía otro peor: el perredista. Allí está el ejemplo de López Obrador, ya sin bases, sigue gritando, dando órdenes demenciales y manejando un ejército invisible en el país, aplaudido por sus más cercanos colaboradores que tampoco están en sus cabales. Cada delegación, cada municipio en sus manos, ha sido un alarde de control sobre la ciudadanía. La mejor prueba es la Ciudad de México, donde los jefes de Gobierno han duplicado el modo autoritario. No he visto peor absolutismo que el implantado por López Obrador y nada me irrita más que el dominio feroz que sobre ciudadanos e instituciones ejerce Marcelo Ebrard. Víctor Hugo Círigo acaba de señalar, en estas páginas, brutales ejemplos: el dominio sobre la Asamblea Legislativa, el atropello a las leyes existentes y la explotación de diversas fuentes de ingresos, permisibles e ilegales, para ganarle a otros partidos. Algo parecido ha precisado René Arce.

Si bien es posible decir que Calderón es un tanto ajeno a esa posibilidad aterradora (y no mucho si lo vemos manipulando a su partido), nada podemos señalar en beneficio de Ebrard. Es un acabado proyecto de tirano. Está formado en el mejor autoritarismo priista. No hay duda, la siguiente lucha, la que ya comenzó, debe ser contra la dictadura perredista en las delegaciones, municipios, ciertas gubernaturas y, desde luego, en la ciudad capital. En algún momento tendremos que comenzar a democratizar al país. Y esto pasa por la expulsión de Ebrard, AMLO, Barrales, Bejarano y Encinas, baluartes de la corrupción política y del despotismo tenaz.

Si me llamara Luis Telésforo Agapito...

Luis González de Alba
Se descubrió que...
Milenio

No me atrevería a dar ese nombre como exige el Festival Internacional Cervantino (FIC en adelante) para que en tremebundos carteles quedara yo desdorado urbi et orbi.

Pero comencemos por el principio: Me invitaron a participar en el FIC. Como este año celebramos las primeras observaciones celestes de Galileo empleando un telescopio, querían una plática sobre “Ciencia y literatura”. Acepté porque recuerdo varias patas que grandes escritores han metido en ciencia y de lo que ya he escrito: las pupilas “azules” de Scott Fitzgerald, la edad del universo en millones de millones de años según Octavio Paz, y otras muy divertidas. Tengo además una breve historia de la física cuántica: El burro de Sancho y el gato de Schrödinger y un gran entusiasmo por Galileo, ninguno por Copérnico y mucho más por Eratóstenes, quien en la Alejandría helénica del siglo III a. C. no sólo dijo que la Tierra era redonda, sino que midió su circunferencia… Sí, toda entera, con gran exactitud y empleando solamente un palo y su sombra (y claro, la catedral fulgurante de la Geometría de Euclides). Estaríamos Volpi y yo.

Comenzamos mal y terminamos pior: Lo primero fue que me indicaban que yo coordinaría la mesa. Entonces me vi, investido de Román Revueltas ante la Sinfónica de Aguascalientes, dirigiendo a Volpi: “¡No, no, no, Jorge! ¡Vas muy rápido! ¡Es allegro, sí, pero non troppo!” Luego golpearía con mi batuta la mesa y, con los brazos caídos, en señal de derrota, exclamaría: “Pero, George, ¿es que no logras hacer un crescendo? No, así no podemos seguir, George, qué haremos cuando lleguemos al scherzando?”

Pregunté lo pertinente, esto es cómo iba yo a coordinar a Volpi y me quedé con la duda: ¿será Volpi coordinable? Me respondieron de inmediato que habían cometido un lamentabilísimo error y que yo era parte del dúo y no director del solista. Me ofrecieron cinco mil pesos y un boleto del DF a Guanajuato. Pregunté si debía a todo trance pasar por el DF para alcanzar Guanajuato y si no sería mejor un autobús Guadalajara-Gto. Nuevo “Usted perdone” y me comenzaron a llamar Maestro con M y Usted con U. Me dejaron con eso muy impresionado.

Envié mi currículum y foto. Nuevo correo-e me informó que la fecha no era la fecha sino otra fecha. Respondí que me daba igual una que otra y dijeron que gracias.

Pero luego me solicitaron firmar tres cartas tres: en una juro sobre De revolutionibus… de Copérnico que nunca he timado al fisco y no lo pienso timar y que voy a declarar mis cinco mil pesos cuando llegado sea el momento.

Pero no se gana uno tan así como así cinco mil pesos, así que una segunda carta era mi cotización, al FIC, de un Coro Femenino de Nosédónde. ¿Y yo por qué? ¿Y por qué el coro femenino que seguramente dirijo, pues cotizo sus funciones, cobra tan bara como cinco mil para todas las muchachas? Nueva disculpa del FIC.

Pero me faltaba lo mejor: debía firmar una carta que trascribo, y juro con la mano sobre el Almagesto de Ptolomeo y los Diálogos sobre dos nuevas ciencias, de Galileo, que hice copy-paste simple.

México, D.F. a 04 de agosto de 2009

LIC. SERGIO CARRION

DIRECTOR DE ADMINISTRACIÓN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL CERVANTINO

P R E S E N T E

En cumplimiento a lo ordenado por el artículo 50 de la Ley de Adquisiciones y Servicios del Sector Público, así como lo estipulado en la fracción XX del artículo 8 de la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, publicada en el Diario Oficial de la Federación del 13 de marzo de 2002, me permito manifestar bajo protesta de decir verdad, que conozco el contenido de los referidos artículos, así como los alcances legales, y en esa virtud informo a usted que no me encuentro en ninguno de los supuestos que establecen dichos preceptos.

A t e n t a m e n te

Luis González de Alba

Respondí que no conocía ni por el nombre la tal Ley, menos aún si me encuentro en un supuesto de sus preceptos, y no la leeré. Digo… no por cinco mil pesos. Ni por 50 mil. Comienzo a dudarlo a partir de los 500 mil. Y con cinco millones corro a comprar la L de A y S del S P. Y hasta me la leo para no jurar en falso. Una apuesta: ¿cuántos firmantes de la carta lo hicieron en falso?

Pero viene lo mejor: la carta de presentación. Aquí va copia fiel:

“Estimado maestro González de Alba anexo al presente tres cartas,conl a súplica de que nos sean devueltas firmadas. Asimismo, solicito a Usted el envío de la documentación que anteriormente le fue requerida para su contratación.Gracias. Alejandro Cruz. suplico a Usted revisar su nombre ya que debe ir exactamente como aparezca en su identificación.”

Muchos lectores no notarán nada raro porque así escriben.

Una duda me asalta: ¿No será que el FIC volvió a sus orígenes, los Entremeses cervantinos, y formo parte de uno chistosísimo?