agosto 15, 2009

El poder del Presidente

Liébano Sáenz
Paralaje
Milenio

Resultado de las elecciones pasadas, algunos observadores y comentaristas de los temas nacionales ya dictaron acta de defunción al gobierno del presidente Calderón; yo no lo acepto. El cambio de coordenadas y del equilibrio en el Congreso, con los explicables ajustes en su propio partido, hace ver a algunos como el principio del fin. Ciertamente se ha transformado de manera importante el entorno; sin embargo, un cambio de tal naturaleza, por importante que sea, no significa que la gestión presidencial habría de transitar a una circunstancia de muerte en vida.

Lo peor que podría suceder es que el Presidente y sus colaboradores así lo creyeran y no es el caso. Pero es bueno subrayar que sería muy negativo ignorar que las elecciones intermedias y las locales introducen un cambio muy importante que no puede ser inadvertido, cualquiera que sea la razón de quien piense en contrario. En esto concurren la economía y sus efectos en el programa de gobierno. Todo indica que no hay margen para seguir con la inercia del inicio; el Presidente y su gobierno están obligados a reconocer los cambios que se han dado y actuar en consecuencia.

Es común la apreciación de que el Presidente es la persona mejor informada del país. Es un prejuicio que se asocia a los poderes legales y metalegales de la primera magistratura. No es del todo cierto; en todo caso, los mejor informados serían aquellos que están próximos a un Presidente y saben lo que el Presidente de momento no sabe, pero ellos están obligados a hacérselo saber. El hecho es que en torno al poder hay verdades ocultas y discretas; hay sentimientos y humores que afectan y condenan —también del conocimiento casi exclusivo de los próximos—, pero lo que más importa e impacta al Presidente es lo público, lo que está a la vista de todos y que por su misma visibilidad y naturalidad a veces no se advierte en su trascendencia al considerarse parte del paisaje.

Lo más importante de la elección intermedia es el nuevo equilibrio en la Cámara. No es que el PRI tenga más diputados, sino que la mayoría de éstos ganaron en sus distritos. En la legislatura que concluye dominaron los diputados del PRI de representación proporcional, sólo 65 habían ganado su elección distrital. En la legislatura que inicia, adquieren mayor peso los que triunfaron en la contienda de su distrito. No es una cuestión de nomenclatura, los de representación son, casi todos, designados por las dirigencias de los partidos; los de mayoría y algunos de representación son los de los gobernadores de los estados. Esta dualidad reproduce la tensión que de origen ha existido en el PRI: la inercia centralista vertical y la inercia de los Estados y sus regiones, con mayores niveles de horizontalidad.

Por la forma en que el PRI resolvió las candidaturas distritales, muchos de los diputados de mayoría (y algunos de representación) son muy próximos a los gobernadores y esto no es menor: convoca al Presidente a un rediseño de estrategia y operación; el acuerdo con las cúpulas dirigentes, ahora deberá incorporar inexorablemente a los mandatarios con fuerte presencia en el Congreso. De hecho, en su momento, Fox Presidente estuvo a punto de lograr un acuerdo histórico con el PRI de los gobernadores que fue irresponsablemente boicoteado por el PRI del centro, precisamente porque los gobernadores de aquella época, no quisieron o no supieron movilizar su fuerza en la Cámara de Diputados. Su derrota, la de los mandatarios y la de Fox, fue total y los mexicanos quedamos a merced de lo que aquella dirigencia del PRI dispuso y que posteriormente fue electoralmente rechazada en 2006 con una contundencia que no admite argumento en contario y da luz para lo que ahora debe instrumentarse.

Pero un Presidente es tan fuerte como se lo proponga. Es cuestión de destreza, de sensibilidad sobre lo que es la institución, sus límites y capacidades. Se declina poder o se traslada a otras áreas porque así se decide. Lo cierto es que la Presidencia, aún en condiciones de poder democráticamente acotado y de crisis económica, es la institución e investidura con mayor fuerza y potencial político y no puede permitir que desde otras instancias le diseñen su rol histórico. El país requiere de un Presidente activo, eficaz, articulador de toda la diversidad institucional pública. No es el Presidente del pleito y de la denuncia en abstracto, sino el Presidente conciliador, el que convoca por igual a la sociedad que a los suyos y a los de al lado. La evolución que han tenido el PRI y el PRD por la elección, hoy, lo facilita y lo propicia.

Es el momento de que el Presidente tenga la iniciativa del acuerdo con los mandatarios locales del PRI y de todos los partidos. El Presidente no puede permitirse que el sentimiento de agravio o revancha se imponga por un resultado electoral que tiene que ver más con el humor social nacional que con los excesos reales o imaginarios de los mandatarios del PRI. Hace doce años al Presidente se le presentó un escenario semejante, por primera vez perdió mayoría en la Cámara de Diputados; Felipe Calderón y López Obrador, entonces dirigentes de la oposición, son testigos de la disposición del Presidente de colaborar con los partidos, con un Congreso hostil y beligerante o con gobernadores dados al protagonismo como fue Fox en Guanajuato.

Pudo haberse alcanzado mucho más en los últimos tres años de ese gobierno; los resultados no parecen significativos, pero no es poca cosa haber logrado una solución legislativa al problema de los adeudos bancarios. Se intentó una reforma fiscal y la energética que la oposición en el Congreso y, de algún modo, el mismo PRI, rechazaron. Pero al menos quedó acreditado que la responsabilidad de la Presidencia de la República es hacia el país, no a un partido o a un grupo como quedó también constatado en la sucesión del 2000, caso único en la historia de México, en el que se ha dado una transición de gobierno nacional en condiciones de normalidad, continuidad y consenso político y social.

El entorno ha cambiado de manera importante. Lo de menos es el cambio del equipo de gobierno. Lo más significativo y trascendente es que el mismo Presidente haga el ajuste de estrategia y conducción a partir de las nuevas condiciones de la política y de la economía. La institución que representa tiene no sólo las atribuciones legales y políticas para ello, el presidente Calderón también es un mandatario con amplio acuerdo en la población, tiene el preciado consenso de la mayoría de los mexicanos.

La jefa Vázquez Mota

Yuriria Sierra
Nudo Gordiano
Excélsior

El Partido Acción Nacional ya tiene a su comandante, aunque en realidad debo decir comandanta, para liderar a su bancada en San Lázaro a partir del primero de septiembre. Y 140 de los 142 diputados reunidos en el cónclave panista le dieron su “unanimidad” (ji ji ji, ¡ay!, Fox) y le pusieron la banda en el brazo derecho a Josefina Vázquez Mota para convertirla en capitana del equipo que tendrá que lidiar con la mayoría priista, la cual ya se está frotando las manos para construir su defensiva y encarpetar su probable llegada a Los Pinos en tres años. Eso, en su reunión que, esperaban, duraría una hora, pero no les tomó más de 15 minutos.

César Nava, quien ganó por default disfrazado la dirigencia nacional del partido, anunció ayer por la mañana lo que se venía susurrando desde la noche anterior: la ex secretaria de Educación tiene ya en sus manos un papel que le viene perfecto al gobierno de Felipe Calderón.

Y es que con sus 60 representaciones menos en San Lázaro, más el equipo tricolor, no el que ganó el miércoles, sino el que espera ganar en 2012, le han dicho a Calderón que lo que queda de su sexenio prácticamente será un periodo de transición hasta que llegue un nuevo jefe del Ejecutivo. Los priistas no le pondrán fácil la aprobación de alguna de las iniciativas que presente ni la del presupuesto, vamos, ni las autorizaciones a giras internacionales.

Según lo que dijo BeatrizPoderes, después de los resultados de la elección del pasado 5 de julio, sus legisladores no piensan gobernar desde la Cámara de Diputados, quesque buscarán el diálogo, el consenso y el acuerdo y demás eufemismos para regodearse en su mayoría legislativa con la menor de las soberbias. Pero sabemos que ese poder que hoy comienzan a recuperar es lo que más disfrutan.

Tener a Vázquez Mota, que ha fungido desde el inicio del sexenio como una de las personas más cercanas a Calderón, le servirá al Ejecutivo no sólo para ver por las aspiraciones gubernamentales que aún tiene pendientes el Presidente, sino además, dicen, para ir perfilando a quien podría ser una de las contendientes a la candidatura panista para la elección de 2012. Y nada le caería mejor a la Presidencia actual que una representación con todo el visto bueno.

Ya sólo nos falta conocer quién será el jefe de jefes del tricolor, que está planeando salir a la luz el próximo 24 de agosto, fecha en que se han convocado los priistas electos para San Lázaro; los nombres aún no están definidos, pero sabemos que Beatriz ya se apellida Poderes...

Así que, por lo pronto, podemos contar a Josefina Vázquez Mota para ver de frente al cercano del Peje, Alejandro Encinas, ya nombrado capitán del equipo perredista y que le resulta al PRD y al movimiento pejista el líder perfecto para reposicionar al partido, al menos en San Lázaro; y es que Encinas es el menos radical de todo ese movimiento de AMLO, es de los pocos políticamente correctos que se encuentran en las filas del PRD.

Con dos de los tres principales líderes de bancada para la próxima Legislatura ya elegidos, ya nomás nos queda el suspenso, que ni tanto, de saber quien usa la playera tricolor (o huipil) según sea el caso...