Atando Cabos
El Universal

Ayer en Excélsior Andrés Becerril revelaba que la saliente fracción parlamentaria del PRD tomó del presupuesto para trabajos legislativos, originalmente destinada para labores de gestión social, la friolera de 50 millones de pesos para entregárselos directamente al movimiento de López Obrador. Esto sin contar con las aportaciones mensuales que cada uno de los 127 legisladores perredistas dio de su dieta para apoyar el financiamiento del gobierno legítimo.
Esto es posible por los pavorosos huecos que persisten en la cámara respecto del manejo de los recursos. Además de lo que gana cada legislador, las fracciones reciben dinero del que dispone con mucha libertad el coordinador de cada bancada. Antier, a la hora de hacer cuentas y ver por qué les faltaba dinero para liquidar a los trabajadores del PRD en la cámara, salió el dato. Los 50 millones que debieron servir para robustecer el trabajo de los diputados perredistas se fueron para financiar un movimiento político. Otros 10 millones para apuntalar las finanzas del PRD.
Nada se puede decir de lo que cada uno decida hacer con su sueldo, es cosa de ellos, pero lo otro es un abuso. Si de financiar la diversidad política se trata, ya gastamos suficiente dinero a través del IFE, en partidos y asociaciones políticas. El gobierno legítimo de López Obrador no es ni una cosa ni la otra.
Indigna que mientras se dan golpes de pecho, prometen ser austeros y honestos, contritos justifican estos desvíos. Las razones las hemos escuchado muchas veces: en 2006 hubo un fraude electoral y sólo López Obrador podía encauzar de forma pacífica el enojo popular, o había que darle recursos para que recorriera el país y, en el fondo, nos salió barato. En suma, lo hicieron por el movimiento, por una buena causa, por el país.
Urge ponerle límites a los diputados. Cada fracción tiene una idea diferente de lo que necesitamos y está visto que no dudan en ensuciar su reputación por el bien de todos. Pretenden no verlo, pero salta a la vista que la gran causa sorprendentemente termina siendo siempre su causa.