septiembre 10, 2009

Más impuestos para... tirar más dinero

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Me molesta pagar impuestos pero supongo que es tan necesario como lavarte los dientes o hacer ejercicio por las mañanas. El problema es que, a diferencia de resultados como la falta de caries y el colesterol bajo, los tributos que nos cobra papá Gobierno no parecen trasmutarse tan palmariamente en beneficios palpables. Tampoco me resulta muy evidente la necesidad de que Hacienda te exprima la billetera en un país donde las autopistas cuestan, el alumbrado público cuesta, las escuelas adecuadas cuestan, los hospitales buenos cuestan, los aeropuertos cuestan y todo, absolutamente todo cuesta excepto aquello que no se puede utilizar porque es tan dañino para el intelecto, el alma y la salud en general que sólo los más pobres de los pobres lo padecen. La aspiración universal de los mexicanos es alcanzar ese envidiado estatus de “influyente” que, como una varita mágica, te libra de usar los servicios públicos y de afrontar las durezas reservadas a los anónimos ciudadanos de a pie. Hablo, por ejemplo, de la justicia impartida a una sencilla vendedora de baratijas que, de pronto, es acusada de… ¡secuestrar a policías federales! Y hablo, también, de la pavorosa atención hospitalaria que reciben miles de personas afiliadas a la Seguridad Social.

Por lo demás, el agua se está acabando, los bosques desaparecen, los ríos son cloacas pestilentes, los maestros son escandalosamente ignorantes y poco preparados, los campos no producen, el territorio nacional se desertifica, la policía sólo detiene a uno de cada diez asesinos, los jueces dejan ir a nueve de cada diez detenidos, las carreteras están llenas de baches, las calles de las ciudades no tienen drenaje, las cárceles están saturadas, el IMSS está en quiebra, Pemex está en quiebra, los Gobiernos estatales están en quiebra y los municipios están en quiebra. Todo esto, luego de que a las arcas del Estado hayan llegado las más colosales cantidades de dinero en toda la historia de México. ¿Más impuestos todavía? ¿Para qué?

Tres notas sobre el paquete fiscal

Leo Zuckermann
Juegos de Poder
Excélsior

1. Hace bien el Presidente en poner sobre la mesa un paquete fiscal severo. No porque me agrade la idea de pagar más impuestos, sino por la discusión que va a desencadenar. Ya es hora de que los mexicanos debatamos, en serio, qué queremos de nuestro gobierno, qué tamaño debe tener y cómo lo vamos a financiar. Hasta ahora, de alguna forma habíamos evitado esta discusión gracias a la renta petrolera. Pero el petróleo se está acabando. Cada vez tenemos menos materia prima que vender. Se acabó, como en 1982, la bonanza petrolera de los últimos años. En aquella ocasión por un derrumbe de los precios del crudo. En ésta, por una caída paulatina de la cantidad de hidrocarburos producidos. El gobierno ha visto disminuir los ingresos petroleros, lo cual será muy difícil de recuperar en el corto plazo. Para el año que entra tiene un déficit de 300 mil millones de pesos que cubrir. Y, como toda familia o empresa que se encuentra en esta situación, el gobierno tiene tres opciones: recortar su gasto, aumentar los ingresos de otras fuentes o endeudarse. Calderón ha mandado una propuesta al Poder Legislativo que combina las tres alternativas. El Congreso tendrá que discutirlas. Enhorabuena por este debate el cual, me parece, va a dejar en claro que nada es gratis en esta vida; que un gobierno cuesta; que entre más cosas haga este gobierno más impuesto le tiene que cobrar a la sociedad.

2. El paquete fiscal del Presidente es amplio. Quizá lo más polémico sea la propuesta de incrementar 2% el IVA y generalizarlo a todas las transacciones comerciales. Aquellos productos que pagan 15%, ahora pagarán 17%. En las que no se pagaba nada, como los alimentos y las medicinas, se pagará 2%. Es el primer paso para acabar con los regímenes especiales de este impuesto que fomentan la evasión y la elusión fiscal. Además, es la manera más fácil de aumentar la cantidad de ciudadanos que hoy no pagan impuestos. Sin embargo, este tema es uno de los tantos tabúes de la política mexicana. El gobierno, para hacer la medida más digerible a los legisladores y la opinión pública, le ha puesto otro nombre al incremento generalizado del IVA y lo ha etiquetado para combatir la pobreza. El cambio de nombre (Contribución para el Combate a la Pobreza) es una simulación típicamente mexicana. El etiquetamiento, sin embargo, es una ingeniosa medida política. El Ejecutivo promete que los ingresos de 2% del IVA se utilizarán para fortalecer los programas destinados a apoyar a los más pobres del país que, por la crisis económica, han aumentado en estos meses. Resulta políticamente incorrecto oponerse a este noble propósito. ¿Quién se atreverá a rechazarlo?

3. Muy bienvenido el recorte al gasto público del Ejecutivo federal. Lo mismo tendrán que hacer los poderes Legislativo y Judicial, así como todos los gobiernos locales y los organismos autónomos. Es hora de que las instituciones del Estado, al igual que la gran mayoría de los mexicanos, se aprieten el cinturón. Y vaya que hay grasa que cortar en organismos que han engordado bastante durante estos años de jauja petrolera. Ante la falta de dinero, ha llegado el momento de ponerse a dieta estricta. Pero el recorte a los gastos, al parecer, no alcanza para cubrir el déficit público. Por tanto, hay que subir los impuestos o endeudar más al gobierno. Lo primero no es una buena idea en tiempos de crisis económica ya que se desacelera la recuperación. Pero tampoco es una buena idea el endeudamiento ya que pone en peligro la calificación crediticia del país. Una degradación de dicha calificación tendría consecuencias muy negativas para la recuperación económica ya que afectaría las tasas de interés y el tipo de cambio. Además, como bien cuestionan las agencias calificadoras: si México, ahora que está en crisis, no corrige su patética recaudación fiscal, ¿hasta cuándo lo hará? Los mercados quieren ver que el país arregle sus finanzas públicas sin tener que usar mucho su tarjeta de crédito.

El gobierno tiene tres opciones: recortar su gasto, aumentar los ingresos de otras fuentes o endeudarse.