Retrovisor
Excélsior

Y es que la simulación y el disimulo tocan fondo entre curules, palacios estatales y las siempre opacas negociaciones del gobierno con la oposición: nadie quiere pagar el costo del paquete fiscal que en algún grado debe ampliar la charola de los contribuyentes.
De modo que todos actúan hipócritamente y tienen argumentos para acusar a los otros del mismo mal.
La hipocresía, sin embargo, comienza a tener tantos o más costos que la brutalidad social que entraña el cobro hacendario en plena crisis.
Claro, el precio de la hipocresía no es parejo: si el poder es mayor, la factura crece. Y la hipocresía pulveriza a quien escupe para arriba en su doble papel y en su doble moral de diputado y líder del PAN.
Sin duda es César Nava quien, en la coyuntura, encarna este mal. Porque culpó a los priistas del incremento a 16 % del IVA, como si el gobierno no hubiera cedido a ese “Plan B” de Beatriz Paredes, la dirigente del tricolor. Y porque la puesta en escena de la hipocresía del ex secretario particular del presidente Felipe Calderón dio pie al montaje de los priistas.
Para descargar el bulto de su hipocresía electoral —porque en campaña dijeron firmar con sangre que nunca subirían impuestos—, los tricolores que operaron la aprobación de su plan, con Paredes a la cabeza, se le fueron a la yugular a Nava, exhibiéndolo como ridículo y cobarde.
En el extremo, la hipocresía le sale barata a un PRD que se fuga de la realidad y que se conforma con la estridencia del petista Gerardo Fernández Noroña.
En medio, nadando de muertito, el priismo tiene en la hipocresía no sólo oficio sino un ingrediente de pragmatismo. Así que en contra de los documentos partidistas, sus diputados cerraron los ojos y votaron un impuesto que beneficiaría las arcas de los gobernadores, sin el estorboso etiquetamiento que el proyecto gubernamental propuso para el 2% contra la pobreza.
Tan buenos son los priistas en sortear recriminaciones por falta de congruencia que, al encarar a sus detractores, soslayan diferencias y cierran filas, como el gobernador Enrique Peña Nieto al apoyar a Paredes para dejar en la lona a Nava.
Y han tenido suerte: el único araño provino del histrionismo letal de Fernández Noroña cuando desde tribuna pegó este jueves en el blanco al increpar a quienes avalaron el 16% del IVA: “¡No sean hipócritas!”.
La indirecta se compensó una vez que el alfil de Andrés Manuel López Obrador en San Lázaro imitó amaneradamente a Nava: “Es que el PRI me obligó, es que no podía decir no”.
Entonces los tricolores estallaron: “Noroña, amigo, el PRI está contigo”.
Un día antes, el priista Sebastián Lerdo de Tejada gritó a los perredistas: “Pegan con la izquierda y cobran con la derecha. ¡No sean hipócritas!” Pero como al final de este cuento todos extendieron una mano y con la otra clavaron el puñal, la hipocresía colectiva desfondó el supuesto arreglo y el aumento de 1% al IVA (de 15 a 16) llegó moribundo al Senado.
La nueva negociación se dará con un PRI de tres cabezas: el de Paredes, el de Peña Nieto y el del senador Manlio Fabio Beltrones.
Los calderonistas conocen ya las debilidades de ese PRI que dejó de ser monolítico y que está dispuesto a pagar el costo del 1%, sea en el IVA o en un impuesto especial. Los priistas dejarán que el gobierno insista en el etiquetamiento contra la pobreza. Mientras los perredistas de Carlos Navarrete intentarán contar más allá de la bufonada.
Como en los buenos amores, este arreglo necesita colgar la hipocresía en el perchero de las vanidades y poner “las netas” sobre la mesa.
¿Nacerá ahora el 1% contra la pobreza, hijo legítimo de la necesidad de más dinero reconocida por todos?
Ayer, en Los Pinos, Calderón perfiló la ruta con los senadores del PAN. Y este lunes, la Comisión de Hacienda presidida por el panista José Isabel Trejo intentará el punto medio, el justo equilibrio entre la hipocresía de azules, tricolores y amarillos.