octubre 30, 2009

Más impuestos

Sergio Sarmiento
Jaque Mate
Reforma

"Cuando hay un solo ladrón, es robo. Si son mil, se llama impuesto". Vanya Cohen

El Senado está a punto de concluir su discusión sobre la Ley de Ingresos. Los senadores han moderado algunas de las propuestas recaudatorias que surgieron del Gobierno y que fueron aprobadas con modificaciones por la Cámara de Diputados. A fin de cuentas, sin embargo, la versión que saldrá del Senado será también un alza de impuestos. La iniciativa se devolverá con rapidez a los diputados para que la aprueben sin oportunidad ya de hacer cambios. Para qué hacer las cosas con tiempo y reflexión si se pueden hacer al vapor.

El Gobierno no ha prestado ninguna atención a los cuestionamientos que se le han hecho. La decisión estaba tomada: había que subir impuestos. Incluso las justificaciones se han ido olvidando. En las primeras semanas se hablaba de que era necesario aumentar impuestos para combatir la pobreza. Hoy hay un simple reconocimiento de que el Gobierno federal necesita más dinero para gastar y para repartir el botín esperado entre políticos y burócratas.

Un Presidente que prometió bajar impuestos cuando era candidato hoy los sube en medio de una recesión. Con esto demorará la recuperación en nuestro País y hará que ésta dependa, más que nunca, de la expansión estadounidense. Ante las advertencias de los economistas ganadores de Premios Nobel que han advertido de lo insensato de elevar impuestos en medio de una recesión, el Secretario de Hacienda Agustín Carstens responde que "antes de opinar de un país que no conocen, que vean los datos".

Y ahí están los datos. El gasto gubernamental ha venido aumentando de manera constante en los últimos años. Esto no ha ayudado ni a los pobres ni al País. En los años de la mayor bonanza petrolera de la historia, el Gobierno ha desperdiciado el dinero en gasto corriente. La pobreza, en lugar de reducirse, ha aumentado. Las advertencias de que la producción petrolera se estaba reduciendo, y que había que tomar medidas de fondo para transformar la economía, no fueron escuchadas.

Los políticos que han impulsado o aprobado los aumentos de impuestos han estado más preocupados por responsabilizar a sus rivales políticos de las iniciativas que están firmando que de reflexionar sobre el daño que le están haciendo al País. Francisco Rojas, el líder de los diputados priistas, declaró que le dolía muchísimo subir impuestos, pero que era necesario ante la mala gestión de los gobiernos panistas. César Nava, presidente nacional del PAN, dijo que el aumento del IVA sugerido por Hacienda era una propuesta del PRI. Al final, todos los diputados priistas y panistas votaron por el alza de impuestos.

Unos cuantos senadores panistas, entre ellos Rubén Camarillo, tuvieron el valor de cuestionar el alza y señalaron que la medida es contraria a las propuestas defendidas por el PAN en campaña. Pero han dicho que se abstendrán en lugar de votar en contra.

El PRD votó en contra en la Cámara de Diputados, pero el gobierno perredista del Distrito Federal no ha dejado de exigir más dinero del erario federal. Hay en todo esto una actitud hipócrita: ningún político quiere subir impuestos, pero todos quieren más dinero para gastar.

Es verdad que los legisladores han disminuido un poco el golpe del aumento de impuestos, pero el problema es que esos mismos diputados y senadores se han negado a hacer las reformas que nos permitirían tener un sistema fiscal más justo y un gobierno más eficiente. Siempre es más fácil cobrar la factura de los errores del Gobierno a los ciudadanos que tomar las medidas de fondo para hacer prosperar al País.

Recuperación

La economía de Estados Unidos creció 3.5 por ciento en el tercer trimestre del 2009 en comparación anualizada con el segundo trimestre. La recesión en Estados Unidos ha terminado así formalmente. Habrá que ver, sin embargo, si la recuperación es sustentable o si resulta simplemente un espejismo generado por inyecciones artificiales de dinero y subsidios del Gobierno y la Reserva Federal.

Van con el Presidente

Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

Desconcierto fue el común denominador. Tres botones de muestra:

Uno, los senadores priistas, desconcertados de por sí por las circunstancias del paquete fiscal, tratan de descifrar a qué empresarios que no pagan impuestos se dirigió furioso el presidente Calderón miércoles y jueves. Dos veces. ¿Por qué un mensaje tan radical en este momento? Es como Echeverría; mejor dicho: es el discurso de López Obrador. Algunos lo relacionan con otra versión que corre fuerte: en sus propias encuestas, el Presidente está en el punto más bajo de popularidad en tres años. Otros, a los corajes que le están haciendo pasar los panistas de Xicoténcatl.

Dos, Santiago Creel no olvida cómo Germán Martínez, César Nava, el calderonismo pues, le quitaron la coordinación. Sus senadores (García Cervantes, Zapata Perogordo, Aguilar Coronado, Elizondo, Döring) se atrincheran con él y le echan abajo tres votaciones al disciplinado y disminuido coordinador Gustavo Madero. Antes de encerrarse a piedra y lodo, advierten que no pasará el paquete fiscal que les mandaron los diputados. Cerca de la medianoche, se doblan. Federico Döring anuncia que van con el Presidente.

Tres, después de manejar con cuidado extremo la comunicación los últimos siete días, el grupo del PRI manda a los medios al senador Carlos Jiménez Macías para que explique lo que está sucediendo. Lo cuenta así (¡lo cuenta!): el PRI no va a pagar el costo político; por lo tanto, aunque está por bajar el IVA a 15 por ciento, facilitará que se quede en 16 si el PAN le echa pantalones, vota claramente a favor y asume el costo. A la pregunta de por qué no amarran el 15 con el PRD, Jiménez Macías responde que con el PRD no, porque trae un “no” muy radical. Y porque hacerlo ¡echaría abajo la negociación!

Ah, qué pinche jueves.

El dilema de los gobiernos panistas

Leo Zuckermann
Juegos de Poder
Excélsior

Cuando se escriba la historia de los gobiernos panistas, uno de los capítulos importantes, quizás el principal, será su relación con el PRI. Uno de los dilemas que el PAN no ha acabado de resolver es hasta dónde enfrentarse a los priistas y hasta dónde cooperar con ellos.

Vicente Fox no esperaba ganar la elección presidencial de 2000. Todavía al salir de votar en aquellos comicios, declaró que se estaba fraguando un fraude electoral. Horas después sería declarado el ganador. Desde ese momento surgió la duda: ¿qué haría el nuevo gobierno panista con el PRI? Si bien el PAN había ganado la Presidencia, el tricolor seguía teniendo una gran fuerza en los gobiernos locales y en el Congreso.

Dentro del grupo foxista surgieron dos posiciones. Por un lado, estaba la que abanderó el canciller Jorge Castañeda. Para este grupo, el 2 de julio de 2000 había representado una ruptura con el pasado autoritario y, por tanto, Fox debía enterrar de una vez por todas las fuerzas del antiguo régimen. Por el otro, estaba el grupo liderado por el secretario de Gobernación, Santiago Creel. Para ellos, el electorado no había mandado una señal tan contundente de cambio lo cual se vio reflejado en la conformación de un gobierno dividido con una participación importante del PRI en el Legislativo. Fox debía negociar y acomodarse con las fuerzas del antiguo régimen. La primera postura llamaba al desafío directo al PRI; la segunda, al acuerdo con este partido. El Presidente se decidió claramente por la última alternativa. Castañeda salió del gabinete. Creel siguió de secretario y fue el favorito de Los Pinos para suceder a Fox.

En 2006, el PAN volvió a ganar la Presidencia. Pero, a diferencia de 2000, Felipe Calderón llegó muy debilitado. El PRI, aunque electoralmente disminuido, jugó bien sus cartas para asegurar la toma de posesión del Presidente panista. De esta forma, la negociación con el PRI se dio desde antes de que llegara Calderón a Los Pinos. No obstante, del PAN llegaron nuevas voces que invitaban al enfrentamiento con los priistas. Paradójicamente, venían de políticos como Manuel Espino, cercanos al ex presidente Fox.

Durante la primera parte de su sexenio, Calderón privilegió el acomodo con los priistas. La opción del enfrentamiento revivió durante las elecciones intermedias de 2009. El líder del partido, muy cercano al Presidente, entendió que la lucha electoral era con el PRI y procedió a enfrentarse a ellos. Desde el gobierno llegaron voces que alertaron de esta estrategia. Si a Germán Martínez se le pasaba la mano en contra del PRI, luego sería difícil negociar con ellos durante la segunda parte del sexenio. Otra vez se hizo evidente el dilema de los gobiernos panistas: hasta dónde enfrentarse y hasta dónde negociar con el PRI.

El último capítulo de esta historia ha sido el paquete fiscal de 2010. César Nava se enfrenta a los priistas mientras que Calderón los apapacha. El mismo dilema desde 2000. La misma postura dubitativa de qué hacer con el PRI. Pero, al final del día, me parece que los gobiernos panistas han privilegiado el acomodo con el tricolor. De esta manera, los cambios de fondo que prometió el PAN han quedado más en la retórica que en la realidad. La verdad es que los panistas no han tenido ni la fuerza ni la voluntad para desmantelar el poder de los priistas. Incluso me atrevería a decir que lo han aumentado.

Si a Germán Martínez se le pasaba la mano en contra del PRI, luego sería difícil negociar con ellos durante la segunda parte del sexenio.

Impuestos especiales

Arturo Damm Arnal
arturodamm@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy

La acción del gobierno debe ser lo más neutral posible, sobre todo en lo que toca a los impuestos, lo cual se logra con el impuesto único (ni uno más), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (son ninguna excepción), no expoliatorio (para que su cobro no degenere en un robo con todas las de la ley), al consumo (no al ingreso, no al patrimonio), impuesto que cumple con las características que, por lo general, se le atribuyen a un buen sistema tributario: la equidad (todos pagan, porcentualmente, la misma tasa) y la proporcionalidad (quien consume más tributa, peso sobre peso, más), razón por la cual el sistema tributario mexicano debería moverse en esa dirección. Desgraciadamente se está moviendo en la dirección contraria.

Buen ejemplo del engendro tributario lo tenemos en los llamados impuestos especiales, que sintetizan lo peor de dos mundos: el de los impuestos (que en el mejor de los casos son un mal necesario: obligar al contribuyente a entregar parte del producto de su trabajo), y el del ensañamiento recaudatorio (contra aquellos a quienes se les grava de manera especial, lo cual no pasa de ser una discriminación recaudatoria), ensañarse que, nos lo dice el diccionario, consiste en "deleitarse en causar el mayor daño y dolor posibles a quien ya no está en condiciones de defenderse", tal y como sucede con los contribuyentes en este país, tan alejado de la sensatez económica y tan cerca de la voracidad del recaudador, del ensañamiento recaudatorio, del cobro de impuestos convertido en expoliación legal, en robo con todas las de la ley.

En México se cobran impuestos especiales (los IEPS: Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) a gasolinas y diesel para combustión automotriz; a bebidas alcohólicas, cervezas y bebidas refrescantes; a tabacos labrados; a juegos y sorteos, productores y consumidores de tales bienes y servicios que son objeto de discriminación recaudatoria, es decir, que están sujetos a un trato especial, ¡en muchos casos confiscatorio (por ejemplo: el IEPS de 160 por ciento a los tabacos labrados, o el de 50 por ciento a las bebidas alcohólicas), todo lo cual atenta contra la equidad y proporcionalidad que deberían ser características del cobro de impuestos en México, tal y como lo señala la Constitución, en cuyo artículo 31 leemos que es obligación de los mexicanos "contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como del Distrito Federal o del estado y municipio en el que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes". El mero concepto impuesto especial es contrario a la idea de proporcionalidad y equidad. ¿Será que todos esos IEPS son anticonstitucionales? Y si lo son, ¿no deberían eliminarse?

Pues no: no solamente no se pretende eliminarnos, sino que, tal y como lo propuso Hacienda, y tal y como lo dispusieron los diputados, se pretende multiplicarlos al introducir un nuevo IEPS, del tres por ciento, a las telecomunicaciones, mismo que los senadores deben rechazar, eliminando, de paso, todos los otros impuestos especiales

Suiza, centro turístico suicida

yoinfluyo.com

El gobierno suizo comienza a tener una preocupación: Son muchas las personas extranjeras que viajan a su territorio para acabar con sus vidas.

La legislación de Suiza permite el suicidio asistido desde la década de los 40; no obstante, las cifras de extranjeros, especialmente británicos, que acuden a sus clínicas para morir se han elevado considerablemente en los últimos años.

De acuerdo con estudios, cada vez son más las personas extranjeras sanas, sin ningún tipo de enfermedad terminal, que acuden a un suicidio asistido en Suiza: de 1992 para acá, alrededor de un centenar de británicos se han convertido en turistas suicidas.

Para acabar con este “turismo de muerte”, el congreso suizo está considerando limitar el derecho de suicidio asistido a enfermos terminales solamente.

La cámara de legisladores se encuentra dividida en dos posturas: aquéllos que abogan sólo por reforzar el reglamento, y aquéllos que desean quitar ese derecho para las personas que no tengan una enfermedad terminal.

Ambos bandos han presentado diversas propuestas que serán evaluadas hasta el mes de marzo de 2010.

A pesar de las divisiones, el debate político suizo poco a poco se ha inclinado a favor de la defensa de la vida: De acuerdo con la ministra de Justicia, Eveline Widmer-Schlumpf, sólo se debería recurrir al suicidio asistido como último recurso, pues lo primordial es la protección a la vida.

En un comunicado, dicha funcionaria aboga por el impulso y promoción de los cuidados paliativos, en caso de enfermedades crónicas o mentales.

El tema del suicidio asistido obtuvo mayor relevancia a raíz de la muerte del célebre director de orquesta británico, Edgard Downes, de 85 años, quien viajó a Suiza con su esposa a la clínica Dignitas, para suicidarse.

Según un comunicado publicado por los hijos de Downes, la pareja decidió “poner fin a su vida en vez de seguir luchando con serios problemas de salud”.

La clínica Dignitas ya ha ayudado a alrededor de 150 pacientes a morir, entre los que se encuentran parejas de 50 años de edad, que, aun cuando no sufren de enfermedades terminales, deciden acabar con sus vidas.

Mientras tanto, algunas asociaciones británicas a favor de la eutanasia constantemente presionan a su gobierno para aprobar el derecho al suicidio asistido, pues afirman que esa sería la solución al “turismo de la muerte”.

El debate sigue abierto, y en el fondo de las discusiones de aquéllos que están a favor y en contra de esta práctica, se encuentran dos preguntas cruciales: ¿Nuestra vida es, en efecto, nuestra? ¿Tenemos el derecho de decidir cuándo acabarla?