Francisco Báez Rodríguezfabaez@gmail.comLa Crónica de Hoy 
Hace 20 años colapsó el muro de Berlín y, con él, pieza a pieza cayó la maquinaria del sistema social soviético, que había sido exportado con calzador a otros países. Fue el fin de gobiernos que, con la bandera y pretexto del socialismo, habían instaurado regímenes policiacos que ahogaban todas las libertades y no cumplían con la promesa de bienestar hecha a sus ciudadanos.
Este proceso, que culminó con la desintegración de la Unión Soviética, supuso también el fin de la Guerra Fría, en la que comunismo y capitalismo se enfrentaron con todas las armas posibles, empezando por las de la propaganda —pero también incluyendo a las nucleares, aunque éstas nada más se insinuaron como “disuasivo”.
Se llegó a pensar que la derrota de la URSS significaba, automáticamente, la victoria del capitalismo en sus versiones más puras. Incluso se declaró, prematuramente, que las ideologías estaban muertas. Eran tiempos en los que el pensamiento económico ortodoxo parecía incontrastado, mientras se esperaba que los beneficios del mercado fueran poco a poco derramándose en las clases sociales que habían sido excluidas de ellos.
Dos décadas después, los desatinos de los regímenes del llamado “socialismo real” han quedado más que documentados. Pero esto no significó el triunfo absoluto que proclamaban los defensores del mercado a ultranza. Así como cayó el muro y, como piezas de dominó, fueron desplomándose los gobiernos comunistas en Europa del Este, cayó Lehman Brothers y, uno por uno, se fueron derrumbando gigantes financieros con pies de barro.
El mercado libre ha quedado lejos del triunfo total. Por una parte, la regulación insuficiente devino en crisis de mercados mal portados y en una depresión económica de proporciones mundiales. Por otra, la promesa de un tarro de mermelada para mañana, que traían consigo los proyectos de apertura y privatización, nunca se convirtió, para las mayorías, en mermelada para hoy, por mucha eficiencia empresarial que haya generado.
¿Cuál es el veredicto popular en el mundo acerca del funcionamiento del capitalismo, tras 20 años de la caída del muro? De eso trata una encuesta, realizada en 27 países, para BBC Global Services. Y el resultado no le es nada halagüeño.
En la encuesta, sólo 11 por ciento de los entrevistados consideró que el capitalismo (“el sistema de libre mercado”) funciona bien y no requiere de mayor regulación; poco más de la mitad (51 por ciento) opina que tiene problemas y es necesario regularlo más o reformarlo, y casi la cuarta parte (23 por ciento) juzga que es un sistema fallido, que requiere ser sustituido por otro.
Las respuestas a las diferentes preguntas de la encuesta, lógicamente varían de país a país. Respecto a la desintegración de la Unión Soviética, amplias mayorías en Estados Unidos, Japón, Polonia y Alemania (aproximadamente las cuatro quintas partes de los ciudadanos) opinan que fue buena; mientras que para rusos y ucranianos las proporciones se invierten (y también en Egipto, India y Pakistán es mayoritaria la idea de que fue mala).
El apoyo al capitalismo sin regulación sólo suma más de 20 por ciento en dos países: EU y Pakistán; por contra, en Francia, México, Brasil y Ucrania, aproximadamente un tercio de la población piensa que el sistema no tiene remedio. Quienes más apuestan por reformarlo son los alemanes.
¿Cuáles serían las aristas de una reforma? El consenso más notable es que los gobiernos tengan un papel más activo en la redistribución del ingreso. Esta idea no es mayoritaria sólo en Estados Unidos, Polonia, Turquía y Pakistán, y es particularmente popular en América Latina, con México a la cabeza.
Algo similar sucede con la capacidad del gobierno para regular a las empresas. La voz ampliamente mayoritaria en el mundo es que aumente y, de nuevo, América Latina —esta vez encabezada por Brasil— es la región donde más consenso hay al respecto, si bien hay que acotar que es altísima la proporción de quienes lo piden en Francia, España, Italia, Rusia, Egipto, África subsahariana, China e Indonesia.
También es mayoritaria —pero ya no con números aplastantes— la idea de que los gobiernos posean o controlen más empresas estratégicas. Esta lista es encabezada por naciones ex socialistas: Rusia, Ucrania, República Checa, pero incluye entre los más altos a países como Francia, Indonesia y Chile.
Nuestro país quedó en segundo lugar, detrás de Francia, en afirmar que el capitalismo de libre mercado es un sistema fallido irreparable, que debe ser sustituido (38 por ciento); sólo 2 por ciento cree que reformas o regulación lo harían ineficiente. Dos mexicanos de cada 100.
México tuvo la mayoría más amplia (92 por ciento) en señalar que el gobierno debería hacer más para una mejor distribución del ingreso. Casi dos terceras partes (64 por ciento) dicen que el gobierno debe regular más fuertemente a las empresas, y tres de cada cinco creen que debería tener un mayor papel controlando empresas clave, frente a 17 por ciento que opina que debería deshacerse de ellas.
Respecto a la caída de la URSS, 54 por ciento de los mexicanos considera que fue algo bueno, frente a sólo cuatro por ciento que lo ve como algo negativo, con un altísimo 43 por ciento que no tuvo opinión.
Así que celebremos todos la caída de aquellos regímenes inhumanos. Pero recordemos también que no fue el fin de la historia ni de las ideologías, que el sistema de mercado requiere de muchas más reformas de las que se están realizando y que, en una democracia, los legisladores representan a todos los ciudadanos, no nada más al dos por ciento que está contento con el actual estado de cosas.