
noviembre 20, 2009
El error de noviembre
José Cárdenas
Ventana
El Universal
Ganaron los gobernadores, perdieron los ciudadanos
Ganaron los gobernadores, perdieron los ciudadanos. No hubo sorpresa. Ya se veía venir. El pleno de la Cámara de Diputados aprobó, a machetazos, el Presupuesto de Egresos. El PAN se arrodilló. El PRD asumió que los recursos para los estados en que gobierna son favorables; se sumó y se sumió. Como Juan Pirulero, cada quien atendió su juego. Se apuntaló al Estado patrimonialista, al ogro filantrópico acostumbrado a devorar y despilfarrar. Cabe la frase del periodista y político veracruzano César El Tlacuache Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
De hoy en adelante la lucha política se dará en los estados. El poder de los gobernadores queda demostrado; han replicado la estructura jerárquica y el ejercicio vertical del poder omnímodo que antaño tenía el presidente de la República. Los congresos locales, ayuntamientos y organismos autónomos no pueden sino obedecer la voluntad del señor feudal. A decir del investigador Lorenzo Córdova: “El Presupuesto de Egresos es una expresión más del empoderamiento desde la periferia”.
Es verdad. El presupuesto refleja el desequilibrio del poder. Enrique Peña Nieto es la muestra: contaba con 660 millones de pesos aprobados, para cuatro proyectos carreteros; los diputados le concedieron mil 575 millones (142% más); le alcanza para 14 obras de oropel.
Aún más grave es haber eliminado los candados a la fiscalización; el gobierno federal no podrá exigir a los estados un mínimo informe de cómo se ejerce el gasto. Los únicos que sabrán cómo, cuánto, cuándo y en qué se gasta son los gobernadores; ni siquiera los congresos estatales, porque ese dinero no es auditable. Hay un hoyo negro; los gobernadores andan sueltos como demonios, justo cuando Transparencia Internacional nos señala más corruptos que hace un año; como Lesotho y Ruanda; peor que Guatemala y El Salvador.
Si bien el combate a la pobreza fue la razón con la que Calderón defendió su paquete fiscal, el presupuesto no se asume como instrumento de redistribución de ingresos, de búsqueda del equilibrio económico entre las regiones del país, como mecanismo de justicia social. Se asume como patrimonio político; para invertir, a manos llenas, en proyectos electorales, rentables. El presupuesto no es funcional para los ciudadanos, pero sí —y mucho— para la clase política. La situación tiene poco de democrática y mucho de indeseable y peligrosa. Crece la impunidad. Llueve sobre mojado. Será memorable el error de noviembre.
RENDIJA: Tarde o temprano, todo se sabe. A las tres de una madrugada de agosto, sonó el teléfono en casa de Eduardo Medina Mora, procurador general de la República; alterado, a esa hora llamaba el presidente Calderón para reclamarle su deslealtad en vísperas electorales. La mañana siguiente, el procurador fue a Los Pinos; portaba la renuncia irrevocable. ¿Por qué? —preguntó Calderón—. Porque usted me ha perdido la confianza —respondió Medina Mora—. ¿De qué me hablas? Yo no recuerdo haberte llamado anoche.
Ventana
El Universal
Ganaron los gobernadores, perdieron los ciudadanos

De hoy en adelante la lucha política se dará en los estados. El poder de los gobernadores queda demostrado; han replicado la estructura jerárquica y el ejercicio vertical del poder omnímodo que antaño tenía el presidente de la República. Los congresos locales, ayuntamientos y organismos autónomos no pueden sino obedecer la voluntad del señor feudal. A decir del investigador Lorenzo Córdova: “El Presupuesto de Egresos es una expresión más del empoderamiento desde la periferia”.
Es verdad. El presupuesto refleja el desequilibrio del poder. Enrique Peña Nieto es la muestra: contaba con 660 millones de pesos aprobados, para cuatro proyectos carreteros; los diputados le concedieron mil 575 millones (142% más); le alcanza para 14 obras de oropel.
Aún más grave es haber eliminado los candados a la fiscalización; el gobierno federal no podrá exigir a los estados un mínimo informe de cómo se ejerce el gasto. Los únicos que sabrán cómo, cuánto, cuándo y en qué se gasta son los gobernadores; ni siquiera los congresos estatales, porque ese dinero no es auditable. Hay un hoyo negro; los gobernadores andan sueltos como demonios, justo cuando Transparencia Internacional nos señala más corruptos que hace un año; como Lesotho y Ruanda; peor que Guatemala y El Salvador.
Si bien el combate a la pobreza fue la razón con la que Calderón defendió su paquete fiscal, el presupuesto no se asume como instrumento de redistribución de ingresos, de búsqueda del equilibrio económico entre las regiones del país, como mecanismo de justicia social. Se asume como patrimonio político; para invertir, a manos llenas, en proyectos electorales, rentables. El presupuesto no es funcional para los ciudadanos, pero sí —y mucho— para la clase política. La situación tiene poco de democrática y mucho de indeseable y peligrosa. Crece la impunidad. Llueve sobre mojado. Será memorable el error de noviembre.
RENDIJA: Tarde o temprano, todo se sabe. A las tres de una madrugada de agosto, sonó el teléfono en casa de Eduardo Medina Mora, procurador general de la República; alterado, a esa hora llamaba el presidente Calderón para reclamarle su deslealtad en vísperas electorales. La mañana siguiente, el procurador fue a Los Pinos; portaba la renuncia irrevocable. ¿Por qué? —preguntó Calderón—. Porque usted me ha perdido la confianza —respondió Medina Mora—. ¿De qué me hablas? Yo no recuerdo haberte llamado anoche.
La mano del Presidente
Joaquín López-Dóriga
lopezdoriga@milenio.com
En privado
Milenio
Los hay que cambian la verdad por lo correcto. Florestán
Cuando hoy en Palacio Nacional el medallista paralímpico Aarón Gordián reciba de manos del Presidente de la República el Premio Nacional del Deporte, sabrá dos cosas: que fue por intervención directa de Felipe Calderón y que el reconocimiento nacional es a todos esos héroes que hacen de su discapacidad, una capacidad conmovedora y ejemplar.
Como le había informado, los integrantes de ese jurado concedieron el premio a Paola Espinosa, Joaquín Capilla y Éder Sánchez; y en lo profesional a Cuauhtémoc Blanco, y declararon desierta la categoría del Premio Nacional Paralímpico por razones impresentables, que luego quisieron presentar como un atenuante, “El jurado no presentó propuesta de candidato a ser galardonado”, lo que en sí es un agravante si tomamos en cuenta que sólo de los Juegos de Pekín, 16 deportistas se trajeron 20 medallas, diez de oro, tres de plata y siete de bronce y que tres atletas se trajeron dos de primer lugar. La delegación estuvo formada por 68 atletas, 38 hombres y 30 mujeres, que con o sin medalla podrían calificar perfecta y sobradamente para ese Premio Nacional que el jurado, en su mezquindad, les regateó.
Cuando Alonso Lujambio, que como secretario de Educación Pública preside ese consejo, envió sus propuestas a Calderón para su resolución definitiva, éste se indignó por la ausencia de los paralímpicos, y con base en las atribuciones que le confiere la Ley de Premios, Estímulos y Recompensas Civiles, decidió otorgar el Premio Nacional del Deporte Paralímpico a un atleta de pista que corre los 500 y mil 500 metros, Aarón Gordián, al que ayer por la mañana le informaron la decisión del Presidente de la República en lo que representa un acto de estricta justicia, que distingue al que lo recibe pero también a quien lo entrega y repone la injusticia miserable de los miembros de ese jurado, que por vergüenza ya debían haber renunciado, pero que igual hasta se presentan hoy a la ceremonia de premiación a las 10 de la mañana en Los Pinos.
Retales
1. CORTE. El presidente Calderón envió su propuesta para relevar a los ministros salientes de la Corte, Mariano Azuela y Genaro Góngora. Para el primero, destaca Luis María Aguilar, en la terna con María Luisa Martínez y Jorge Mario Pardo. Para el segundo, sobresale Arturo Fernando Saldívar, con Jorge Carlos Adame y Eduardo Ferrer;
2. DISCULPAS. La senadora del PAN, María Teresa Ortuño, se tuvo que disculpar no por estar arrepentida de su dicho infame sobre los niños con alguna discapacidad, sino por la presión para que lo hiciera; y
3. TURISTA. A como se perciben las cosas en el Senado y entre los gobernadores, será rechazada la propuesta presidencial para que la Secretaría de Turismo pase a formar parte de la de Economía.
Nos vemos el martes, pero en privado.
lopezdoriga@milenio.com
En privado
Milenio
Los hay que cambian la verdad por lo correcto. Florestán

Como le había informado, los integrantes de ese jurado concedieron el premio a Paola Espinosa, Joaquín Capilla y Éder Sánchez; y en lo profesional a Cuauhtémoc Blanco, y declararon desierta la categoría del Premio Nacional Paralímpico por razones impresentables, que luego quisieron presentar como un atenuante, “El jurado no presentó propuesta de candidato a ser galardonado”, lo que en sí es un agravante si tomamos en cuenta que sólo de los Juegos de Pekín, 16 deportistas se trajeron 20 medallas, diez de oro, tres de plata y siete de bronce y que tres atletas se trajeron dos de primer lugar. La delegación estuvo formada por 68 atletas, 38 hombres y 30 mujeres, que con o sin medalla podrían calificar perfecta y sobradamente para ese Premio Nacional que el jurado, en su mezquindad, les regateó.
Cuando Alonso Lujambio, que como secretario de Educación Pública preside ese consejo, envió sus propuestas a Calderón para su resolución definitiva, éste se indignó por la ausencia de los paralímpicos, y con base en las atribuciones que le confiere la Ley de Premios, Estímulos y Recompensas Civiles, decidió otorgar el Premio Nacional del Deporte Paralímpico a un atleta de pista que corre los 500 y mil 500 metros, Aarón Gordián, al que ayer por la mañana le informaron la decisión del Presidente de la República en lo que representa un acto de estricta justicia, que distingue al que lo recibe pero también a quien lo entrega y repone la injusticia miserable de los miembros de ese jurado, que por vergüenza ya debían haber renunciado, pero que igual hasta se presentan hoy a la ceremonia de premiación a las 10 de la mañana en Los Pinos.
Retales
1. CORTE. El presidente Calderón envió su propuesta para relevar a los ministros salientes de la Corte, Mariano Azuela y Genaro Góngora. Para el primero, destaca Luis María Aguilar, en la terna con María Luisa Martínez y Jorge Mario Pardo. Para el segundo, sobresale Arturo Fernando Saldívar, con Jorge Carlos Adame y Eduardo Ferrer;
2. DISCULPAS. La senadora del PAN, María Teresa Ortuño, se tuvo que disculpar no por estar arrepentida de su dicho infame sobre los niños con alguna discapacidad, sino por la presión para que lo hiciera; y
3. TURISTA. A como se perciben las cosas en el Senado y entre los gobernadores, será rechazada la propuesta presidencial para que la Secretaría de Turismo pase a formar parte de la de Economía.
Nos vemos el martes, pero en privado.
La utilidad de las revoluciones
Francisco Martín Moreno
fmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior
Habíamos pagado un precio muy elevado para derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, así como la de Victoriano Huerta. ¿Quién podría disputarle a México su derecho a la libertad, a la evolución y al progreso? Sólo que la terrible revolución de 1913 sólo sirvió para centralizar aún más el poder.
Cuando Jean François Revel sentenció de cara a la historia aquello de que “las revoluciones o sirven para centralizar aún más el poder o no sirven para nada”, en un principio, semejante afirmación tan radical, me pareció ciertamente exagerada. Por esa razón decidí repasar algunos de los recientes movimientos armados a lo largo y ancho del mundo, para estar en condiciones de refutar, en su caso, dicha aseveración.
En China, a modo de ejemplo, cuando la terrible dictadura de Chiang Kai-shek, fue derrocada por Mao Tse-tung en 1948, analistas y observadores supusieron que el arribo de los comunistas al poder después de una interminable revolución, implicaría igualmente el arribo de la democracia y de la libertad. Sin embargo, la tiranía china se perpetuó hasta nuestros días concentrando aún más el poder en unas cuantas manos.
En el caso de Rusia cualquiera hubiera podido imaginar que, después de la destrucción del imperio zarista por los soviets, advendría una república democrática con una clara división de poderes al estilo occidental. ¿Resultado? Después de siglos de una brutal y no menos cruel tiranía zarista extinguida por medio de una sangrienta revolución, a cambio se instaló la “dictadura del proletariado”, en la que, de nueva cuenta, fueron cancelados los más elementales derechos del hombre.
En este brevísimo análisis resulta imposible ignorar la revolución cubana detonada en la Sierra Maestra para derrocar a la dictadura de derecha ejercida por Fulgencio Batista. ¿Acaso los cubanos no fueron engañados esta vez por Fidel Castro, cuando al concluir el movimiento armado, se instaló otra espantosa dictadura, ahora de derecha, encabezada por ese salvaje primate caribeño que ha usurpado la voluntad de los suyos por más de medio siglo? Al igual que China y Rusia y ahora Cuba, las sangrientas revoluciones sólo sirvieron para centralizar más el poder o no sirvieron para nada.
¿México fue la excepción que escapó a la sentencia de Revel? ¡Por supuesto que no! Cuando en 1915 concluyó la última parte del movimiento armado originado en razón de las diferencias existentes, ahora entre Carranza y Villa, la población agotada, mutilada y enlutada después de haber asistido a la muerte de más de un millón de mexicanos y de la destrucción de la economía, pensó que gozaba de un legítimo derecho para instaurar finalmente la democracia en nuestro país. Habíamos pagado un precio muy elevado para derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, así como la de Victoriano Huerta. ¿Quién podría disputarle a México su derecho a la libertad, a la evolución y al progreso? Sólo que la terrible revolución de 1913 nada más sirvió para centralizar aún más el poder. El primero que intentó hacerlo fue el propio Venustiano Carranza, quien murió asesinado a balazos por Obregón y sus corifeos, después de que aquél trató de eternizarse en el mando supremo imponiendo la triste figura de Ignacio Bonillas. Obregón, por su parte, una vez ungido presidente, en aras de un ejercicio absoluto de sus poderes, mandó también asesinar o secuestrar a legisladores y periodistas, además de liquidar a la inmensa mayoría de sus colaboradores militares que se habían batido junto con él en el campo del honor para aplastar al huertismo. Deseoso de ser enterrado con la banda presidencial cruzada en el pecho, el Manco de Celaya no se detuvo en sus propósitos cuando decidió desconocer el principal postulado de la Revolución Mexicana como fue el Sufragio Efectivo, no Reelección… Cuando se reeligió en 1928 fue asesinado entonces por Calles y por la Iglesia católica. ¿Democracia? ¡Ninguna! ¿Concentración del poder? ¡Sí!, a pesar de la revolución.
Calles tampoco fue la excepción, no sólo al alterar una y otra vez el resultado de las elecciones locales y federales a su favor y al controlar al Poder Judicial y al Legislativo como meros apéndices del Ejecutivo. Si algo demostró de nueva cuenta la centralización del poder fue la imposición del oprobioso maximato callista, del que nadie quiere acordarse.
La experiencia mundial nos debe confirmar a los mexicanos la importancia de preservar nuestra incipiente democracia que, aun cuando desprovista ya de caudillos, dictadores y tiranos, con el tiempo nos permitirá arribar al esplendor de la libertad por más que el camino sea tortuoso y difícil. No perdamos la paciencia y continuemos construyendo el futuro a pesar de todas las dificultades… Ya sabemos para qué sirven las revoluciones…
fmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior
Habíamos pagado un precio muy elevado para derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, así como la de Victoriano Huerta. ¿Quién podría disputarle a México su derecho a la libertad, a la evolución y al progreso? Sólo que la terrible revolución de 1913 sólo sirvió para centralizar aún más el poder.

En China, a modo de ejemplo, cuando la terrible dictadura de Chiang Kai-shek, fue derrocada por Mao Tse-tung en 1948, analistas y observadores supusieron que el arribo de los comunistas al poder después de una interminable revolución, implicaría igualmente el arribo de la democracia y de la libertad. Sin embargo, la tiranía china se perpetuó hasta nuestros días concentrando aún más el poder en unas cuantas manos.
En el caso de Rusia cualquiera hubiera podido imaginar que, después de la destrucción del imperio zarista por los soviets, advendría una república democrática con una clara división de poderes al estilo occidental. ¿Resultado? Después de siglos de una brutal y no menos cruel tiranía zarista extinguida por medio de una sangrienta revolución, a cambio se instaló la “dictadura del proletariado”, en la que, de nueva cuenta, fueron cancelados los más elementales derechos del hombre.
En este brevísimo análisis resulta imposible ignorar la revolución cubana detonada en la Sierra Maestra para derrocar a la dictadura de derecha ejercida por Fulgencio Batista. ¿Acaso los cubanos no fueron engañados esta vez por Fidel Castro, cuando al concluir el movimiento armado, se instaló otra espantosa dictadura, ahora de derecha, encabezada por ese salvaje primate caribeño que ha usurpado la voluntad de los suyos por más de medio siglo? Al igual que China y Rusia y ahora Cuba, las sangrientas revoluciones sólo sirvieron para centralizar más el poder o no sirvieron para nada.
¿México fue la excepción que escapó a la sentencia de Revel? ¡Por supuesto que no! Cuando en 1915 concluyó la última parte del movimiento armado originado en razón de las diferencias existentes, ahora entre Carranza y Villa, la población agotada, mutilada y enlutada después de haber asistido a la muerte de más de un millón de mexicanos y de la destrucción de la economía, pensó que gozaba de un legítimo derecho para instaurar finalmente la democracia en nuestro país. Habíamos pagado un precio muy elevado para derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, así como la de Victoriano Huerta. ¿Quién podría disputarle a México su derecho a la libertad, a la evolución y al progreso? Sólo que la terrible revolución de 1913 nada más sirvió para centralizar aún más el poder. El primero que intentó hacerlo fue el propio Venustiano Carranza, quien murió asesinado a balazos por Obregón y sus corifeos, después de que aquél trató de eternizarse en el mando supremo imponiendo la triste figura de Ignacio Bonillas. Obregón, por su parte, una vez ungido presidente, en aras de un ejercicio absoluto de sus poderes, mandó también asesinar o secuestrar a legisladores y periodistas, además de liquidar a la inmensa mayoría de sus colaboradores militares que se habían batido junto con él en el campo del honor para aplastar al huertismo. Deseoso de ser enterrado con la banda presidencial cruzada en el pecho, el Manco de Celaya no se detuvo en sus propósitos cuando decidió desconocer el principal postulado de la Revolución Mexicana como fue el Sufragio Efectivo, no Reelección… Cuando se reeligió en 1928 fue asesinado entonces por Calles y por la Iglesia católica. ¿Democracia? ¡Ninguna! ¿Concentración del poder? ¡Sí!, a pesar de la revolución.
Calles tampoco fue la excepción, no sólo al alterar una y otra vez el resultado de las elecciones locales y federales a su favor y al controlar al Poder Judicial y al Legislativo como meros apéndices del Ejecutivo. Si algo demostró de nueva cuenta la centralización del poder fue la imposición del oprobioso maximato callista, del que nadie quiere acordarse.
La experiencia mundial nos debe confirmar a los mexicanos la importancia de preservar nuestra incipiente democracia que, aun cuando desprovista ya de caudillos, dictadores y tiranos, con el tiempo nos permitirá arribar al esplendor de la libertad por más que el camino sea tortuoso y difícil. No perdamos la paciencia y continuemos construyendo el futuro a pesar de todas las dificultades… Ya sabemos para qué sirven las revoluciones…
Los Césares de América Latina
Fran Ruiz
fran@cronica.com.mx
La aldea global
La Crónica de Hoy
Acierta plenamente en su diagnóstico Dante Caputo, el ex canciller argentino y actual consejero de la OEA, sobre la deriva hacia el cesarismo en la que se hunde gran parte de América Latina, empujada por unos presidentes ávidos de poder.
Con la excusa de que también en Europa los mandatarios se reeligen indefinidamente, muchos de sus colegas al otro lado del Atlántico están forzando las cartas magnas de sus respectivas repúblicas para permitir una o varias reelecciones de mandato. Sin embargo, lo que denuncia Caputo es que mientras los mandatarios europeos están permanentemente vigilados por lo que define como “sistemas de control republicanos”, principalmente por el Parlamento y en última instancia por la Corte Suprema o Constitucional, en el caso latinoamericano estos sistemas de vigilancia cada vez son más débiles o no existen.
Por ejemplo, un sistema parlamentario como el que hay instalado en Europa permite convocar una moción de censura o de confianza contra un presidente de gobierno o primer ministro. Los legisladores pueden fácilmente forzar la dimisión de un primer ministro cuya gestión sea repudiada por el motivo que sea y obligar a que convoque elecciones anticipadas.
Por el contrario, en América Latina los mandatarios que buscan la reelección pretenden además no perder ninguno de sus privilegios del presidencialismo, es decir, “a mí no me levanta nadie del sillón presidencial”.
Esto genera situaciones que se creían ya pasadas, como la de que sean los militares, en vez de los legisladores o los jueces, los que decidan sobre la cosa pública, como le ha pasado al pobre de Manuel Zelaya, quien tras intentar arroparse rápidamente de más autoridad fue expulsado de Honduras por el ejército, que no le dejó siquiera que se cambiara la pijama por una ropa diferente. Todo al más puro estilo “república bananera”.
Pero el caso más paradigmático del neocaudillismo o cesarismo es el del venezolano Hugo Chávez: primero intentó sin éxito tomar el poder mediante un golpe de Estado cuando era militar en activo; luego, cuando lo consiguió por los votos y empezó a dar muestras de su autoritarismo, fue la propia oposición parlamentaria la que respaldó un golpe de Estado en su contra, que no sólo fracasó, sino que hizo ver con claridad al mandatario que la mejor forma de lograr su Estado socialista bolivariano era derribando todos los candados democráticos que pueda, desde comprar la fidelidad de los legisladores y los jueces a intentar amordazar a la prensa, todo con el objetivo de modificar a su gusto la constitución y perpetuarse en el poder.
Esta es la doctrina del “presidencialismo extremo” seguida al pie de la letra por sus discípulos ideológicos Evo Morales, en Bolivia, y sobre todo Daniel Ortega, en Nicaragua, quienes, al igual que Chávez, atacan cualquier intento de resistencia interna a su deriva autoritaria, intimidando a la oposición con sentencias judiciales arbitrarias o directamente amenazándolos con comandos parapoliciales.
En estos tres casos —veremos si el ecuatoriano Rafael Correa se decanta definitivamente por esta fórmula— el proceso político sería a la inversa del aplicado en España en la Transición. Si en este último caso el rey Juan Carlos y su escudero, el presidente del gobierno Adolfo Suárez, reinterpretaron las leyes y en algunos casos la modificaron para desmontar el franquismo y conducir al país a la democracia, y una vez conseguida ésta el monarca se desprendió de todos los poderes casi absolutistas que heredó del dictador, en los casos de Chávez, Ortega y Morales se están aprovechando del poder que les otorgó el voto popular para desmontar poco a poco la democracia e instaurar un Estado autoritario, donde los mandatarios, o sea ellos, se están convirtiendo en superpresidentes con poderes casi absolutos.
No son desde luego los únicos, aunque sí los que causan más preocupación. El matrimonio Kirchner, además de enriquecerse descaradamente, pretende reinstaurar el populismo peronista en Argentina y gobernar una vez uno, otra vez otro. En Colombia, Álvaro Uribe se siente ungido por los dioses y está vendiendo la idea de que “o él o el caos” para intentar convencer al pueblo de la necesidad de que él siga en el poder un tercer mandato más, aunque para ello tenga que comprar votos, como se ha denunciado.
Por eso la prensa independiente —una isla de resistencia frente a esta marea autoritaria— está siendo especialmente atacada en estos países. Por eso, más que nunca conviene denunciar el peligro que se esconde tras la moda de la reelección en Latinoamérica.
fran@cronica.com.mx
La aldea global
La Crónica de Hoy

Con la excusa de que también en Europa los mandatarios se reeligen indefinidamente, muchos de sus colegas al otro lado del Atlántico están forzando las cartas magnas de sus respectivas repúblicas para permitir una o varias reelecciones de mandato. Sin embargo, lo que denuncia Caputo es que mientras los mandatarios europeos están permanentemente vigilados por lo que define como “sistemas de control republicanos”, principalmente por el Parlamento y en última instancia por la Corte Suprema o Constitucional, en el caso latinoamericano estos sistemas de vigilancia cada vez son más débiles o no existen.
Por ejemplo, un sistema parlamentario como el que hay instalado en Europa permite convocar una moción de censura o de confianza contra un presidente de gobierno o primer ministro. Los legisladores pueden fácilmente forzar la dimisión de un primer ministro cuya gestión sea repudiada por el motivo que sea y obligar a que convoque elecciones anticipadas.
Por el contrario, en América Latina los mandatarios que buscan la reelección pretenden además no perder ninguno de sus privilegios del presidencialismo, es decir, “a mí no me levanta nadie del sillón presidencial”.
Esto genera situaciones que se creían ya pasadas, como la de que sean los militares, en vez de los legisladores o los jueces, los que decidan sobre la cosa pública, como le ha pasado al pobre de Manuel Zelaya, quien tras intentar arroparse rápidamente de más autoridad fue expulsado de Honduras por el ejército, que no le dejó siquiera que se cambiara la pijama por una ropa diferente. Todo al más puro estilo “república bananera”.
Pero el caso más paradigmático del neocaudillismo o cesarismo es el del venezolano Hugo Chávez: primero intentó sin éxito tomar el poder mediante un golpe de Estado cuando era militar en activo; luego, cuando lo consiguió por los votos y empezó a dar muestras de su autoritarismo, fue la propia oposición parlamentaria la que respaldó un golpe de Estado en su contra, que no sólo fracasó, sino que hizo ver con claridad al mandatario que la mejor forma de lograr su Estado socialista bolivariano era derribando todos los candados democráticos que pueda, desde comprar la fidelidad de los legisladores y los jueces a intentar amordazar a la prensa, todo con el objetivo de modificar a su gusto la constitución y perpetuarse en el poder.
Esta es la doctrina del “presidencialismo extremo” seguida al pie de la letra por sus discípulos ideológicos Evo Morales, en Bolivia, y sobre todo Daniel Ortega, en Nicaragua, quienes, al igual que Chávez, atacan cualquier intento de resistencia interna a su deriva autoritaria, intimidando a la oposición con sentencias judiciales arbitrarias o directamente amenazándolos con comandos parapoliciales.
En estos tres casos —veremos si el ecuatoriano Rafael Correa se decanta definitivamente por esta fórmula— el proceso político sería a la inversa del aplicado en España en la Transición. Si en este último caso el rey Juan Carlos y su escudero, el presidente del gobierno Adolfo Suárez, reinterpretaron las leyes y en algunos casos la modificaron para desmontar el franquismo y conducir al país a la democracia, y una vez conseguida ésta el monarca se desprendió de todos los poderes casi absolutistas que heredó del dictador, en los casos de Chávez, Ortega y Morales se están aprovechando del poder que les otorgó el voto popular para desmontar poco a poco la democracia e instaurar un Estado autoritario, donde los mandatarios, o sea ellos, se están convirtiendo en superpresidentes con poderes casi absolutos.
No son desde luego los únicos, aunque sí los que causan más preocupación. El matrimonio Kirchner, además de enriquecerse descaradamente, pretende reinstaurar el populismo peronista en Argentina y gobernar una vez uno, otra vez otro. En Colombia, Álvaro Uribe se siente ungido por los dioses y está vendiendo la idea de que “o él o el caos” para intentar convencer al pueblo de la necesidad de que él siga en el poder un tercer mandato más, aunque para ello tenga que comprar votos, como se ha denunciado.
Por eso la prensa independiente —una isla de resistencia frente a esta marea autoritaria— está siendo especialmente atacada en estos países. Por eso, más que nunca conviene denunciar el peligro que se esconde tras la moda de la reelección en Latinoamérica.
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