noviembre 27, 2009

'Fondos' por Paco Calderón

Viernes negro

Macario Schettino
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Hoy es un día muy importante en cuestión económica. Hoy es el viernes negro. Hoy podremos saber, con algo de certeza, si la economía mundial va en camino a la recuperación o si la debilidad seguirá con nosotros por un rato más.

Se le llama viernes negro al día siguiente al de Acción de Gracias en Estados Unidos. Es el arranque de la temporada de compras de Navidad, y uno de los días en que más ventas ocurren. De ahí su sobrenombre, porque es el primer día en que muchos negocios logran tener sus cuentas en números negros, y dejan atrás los números rojos de los meses de bajas ventas. Es el día en que sabemos, bien a bien, qué piensan los consumidores acerca de la economía. No porque respondan encuestas acerca de la confianza que tienen en ella, sino porque le ponen dinero a su decisión: compran.

Nadie en su juicio pensaría que basta con un día para cerrar la etapa de la recesión, y no se trata de eso la atención que debemos prestar al viernes negro, pero sí será una señal relevante de la dinámica de una economía global que lleva ya 23 meses de recesión, 14 de ellos terribles.

No cabe duda de que la parte más grave de este proceso terminó hace ya prácticamente medio año. Lo que no sabemos es la solidez del proceso de recuperación, la velocidad que podrá alcanzar en los próximos meses. Para ello será muy útil la información del día de hoy. Esta recesión, a diferencia de otras, depende mucho del comportamiento de los consumidores. Como usted sabe, el origen de la crisis es un exceso de gasto ocurrido durante prácticamente toda la década. La causa de este gasto excesivo la podemos encontrar en la política económica de China, que decidió impulsar su crecimiento económico en exportaciones sostenidas en un tipo de cambio artificialmente bajo. En economía internacional a esta política se le conoce como “empobrecer al vecino”.

Para mantener su tipo de cambio subvaluado, China regresa a Estados Unidos los dólares que obtiene por sus exportaciones. Lo hace comprando papeles del gobierno, de las empresas, incluso de las inmobiliarias que tantos problemas tuvieron en los últimos dos años. Al regresar estos dólares, China provocó una tasa de interés muy baja en Estados Unidos, fenómeno que se complementó con una política monetaria expansiva de la Reserva Federal, desde 2001, en parte para enfrentar la recesión de aquel año.

Cuando las tasas de interés son bajas, el valor de los activos crece, sobre todo de los fijos. Por eso los precios de las casas en Estados Unidos subieron, y al hacerlo durante varios años, alcanzaron valores inusitados. El exceso de liquidez implica el alza de precios de activos, es decir, la burbuja. Y es la burbuja lo que lleva al desorden financiero. No es que faltase regulación, o que los financieros actuaran fuera de lo normal. Es que el mercado no podía equilibrarse debido a la política económica china.

Eso, por cierto, no se ha podido resolver. China continúa haciendo lo mismo que ha hecho, de forma que los excesos de liquidez continúan. En Estados Unidos esto no es un problema en este momento, pero sí lo está siendo en China, en donde los precios de los activos crecen, y la burbuja va tomando aire. Pero en un país con una economía tan peculiar, no tenemos idea de qué ocurrirá con estas presiones.

En Estados Unidos, la burbuja empezó a desinflarse desde 2006, pero fue el 15 de septiembre de 2008 que finalmente estalló. En ese momento, los estadounidenses se dieron cuenta de que se habían endeudado por encima de sus posibilidades, y que habían acabado con su ahorro. De pronto se enfrentaron con el costo de vivir ocho años por encima de sus posibilidades. Y dejaron de gastar. Y al hacerlo, el resto del mundo no tuvo a quién venderle, porque los estadounidenses representan 40% del consumo del mundo entero. Y de ahí nuestra recesión, amplificada en nuestro caso por la severa caída en la producción de petróleo.

Por eso el día de hoy es tan importante, porque si hoy empiezan a gastar nuevamente los estadounidenses a un ritmo razonable, entonces el resto del mundo podrá producir, incluyéndonos a nosotros. Más todavía, nosotros podremos hacerlo en mejores condiciones que hace un par de años, porque ahora podemos vender con 20% de descuento, gracias al ajuste cambiario.

La recesión ha terminado, y hoy sabremos si la recuperación es lenta o rápida. Ese ya no es problema. Lo nuestro, lo que debe importarnos, es aprender a vivir sin depender del petróleo. Convertir a México en un país competitivo, no en un simple proveedor de una materia prima. De eso se tratarán los próximos seis meses.

Acción de Gracias

Germán Dehesa
german@plazadelangel.com.mx
Gaceta del Ángel
Reforma

Convendrán conmigo en que no todo lo que se les ocurre a los norteamericanos tiene que ver con su proyecto imperialista, o con la sistemática explotación de los pueblos latinoamericanos. La celebración del día de Acción de Gracias, por ejemplo, me parece un logro tan importante que debería de convertirse en un patrimonio para toda la humanidad. Me agrada mucho pensar que en el año hay un día que está exclusivamente dedicado al agradecimiento. Varias veces he traído a colación en estos renglones las inmortales palabras de mi abuela: no es bien nacido, el que no es agradecido. Mujer sabia. No es fácil, aunque sí es muy gratificante, aprender a ser agradecido; porque está al alcance de cualquiera agradecer un ostensible favor, o un oportuno donativo. Ya no es tan simple aprender a agradecer la insidia y la malevolencia de los malquerientes que aspiran a mostrarse como enemigos. Hace unos minutos, veía yo en You Tube a los integrantes de la mesa principal de una reunión quizá de estudiantes o vayan ustedes a saber qué. El Presidente de este numerito no sé por qué, ni para qué, me traía a colación, aunque era evidente que no era yo su ídolo del rock and roll, y comentaba que, en aquel año de 1967, la presidencia de la Sociedad de Alumnos de Filosofía y Letras la ocupaba Germán Dehesa (en efecto, la ocupaba mediante una elección democrática) y añadió con la debida sorna "... y era muy católico"; en este preciso instante terció una vieja cara de sope que añadió: "... sí y hacía misas de iniciación de cursos". ¡Vieja réproba y maldiciente!; ya me imagino a mí "haciendo misas" y que conste que era la época en la que bajo la dura férula de mi madre, solía asistir a misa dominical. A lo que quiero llegar es que aun a este par de desgraciados que sólo conozco vía Internet, también les tengo agradecimiento; al primero porque aun sin saber hablar español, me incluyó en su pedregosa conversación y a la segunda por tener tan buena y creativa memoria. Estos dos son como los rinocerontes: seres a primera vista inútiles, cuya existencia no parece tener justificación, aunque para algo han de servir en los misteriosos designios del Creador. Así pues, colocado en la tesitura franciscana de "Saluda al sol, araña/ no seas rencorosa", me felicito por la existencia de las cucarachas, los alacranes y esta parejita de personas tan redichas.

Ahora, la verdad es que me resulta más fácilmente agradecible la existencia de mis hijos, de mis amigas, de mis amigos, de mi atribulado país, de los huauzontles, de mis facetados lectores, de esas personas que pasan por la calle y me saludan afables y sonrientes, de nuestra extraña geografía, nuestra vertiginosa historia, nuestros poetas, nuestras interminables músicas, nuestras flores, nuestros usos y costumbres, nuestra ciudad Capital que nos exige so pena de perecer, nuestra total atención porque aquí no se sabe ni por dónde, ni a qué horas nos va a llegar el peligro inminente.

Agradezco igualmente a todos aquellos que me han dado trabajo, a la UNAM que me dio herramientas para trabajar y a mis padres que me educaron en el esfuerzo. Quien desee guarecerse bajo esta acción de gracias será bienvenido, aunque debe recordar que HOY TOCA.

¿QUÉ TAL DURMIÓ? MDCLXXVIII (1678)

MONTIEL.

Cualquier correspondencia con esta columna que es un perro agradecido, favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)

La receta del fracaso

Francisco Martín Moreno
fmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior

No a los principios capitalistas: no, no y no... aun cuando éstos sean imperativos para la creación de empleos, la generación de fuentes de riqueza y provocar el ahorro interno, indispensable para el financiamiento más sano del desarrollo.

Por supuesto que no, no me referiré aquí directa e indirectamente a alguna de las tesis de la izquierda mexicana más conocidas y no por ello menos alarmantes; no, desde luego que no... Intentaré, sí, esbozar la mayoría de ellas sin perder de vista la incapacidad manifiesta de los fanáticos para aprender de la experiencia presente y pasada.

¿Qué tal comenzar con unas preguntas, cuyas respuestas todos conocemos con tan sólo pensar en ciertos personajes o en recordar los impulsos, no así los razonamientos que mueven a ciertos sujetos, cuya actuación y móviles son realmente inconfundibles muy a pesar de que ya estamos en el siglo XXI..?

¿Quién sufre una terquedad absolutamente dogmática en contra de los principios capitalistas, sí, sí, capitalistas, aquellos que estimulan la generación de utilidades, aun cuando éstas constituyan el principio de un fisco fuerte y que un fisco fuerte represente uno de los fundamentos de la prosperidad de las naciones?

No a los principios capitalistas: no, no y no... aun cuando éstos sean imperativos para la creación de empleos, la generación de fuentes de riqueza y provocar el ahorro interno, indispensable para el financiamiento más sano del desarrollo.

¿Quién defiende a ultranza el surgimiento y mantenimiento de empresas paraestatales cuando de lejos sabe, o al menos debe saber, que el gobierno ha sido un pésimo administrador de la riqueza pública y que por ineficiencia o corrupción ha dilapidado o tolerado o consentido impunemente la desviación de los recursos públicos a fines ilícitos? ¿Quién insiste obsesivamente, como corresponde a un fundamentalista que se respete, en imponer corrientes económicas caducas y en evidente desuso, cuando de sobra sabe que su aplicación supone una agresión frontal a la democracia que nace? ¿Quién defiende a la democracia en discursos electorales y en la práctica manda al “diablo a las instituciones del país…”?

¿Quién puede ignorar a estas alturas que cuando el gobierno estatiza una empresa y crea un monopolio arruina a empresa y sociedad no sin antes crear un nuevo foco de corrupción?

¿Quién se niega a aprender de la experiencia y vende promesas populistas que más tarde se desmoronan como la Cortina de Hierro o como el Muro de Berlín?

¿Cómo olvidar que la elefantiasis estatal es el mejor medio para alentar la corrupción y la descomposición moral de la sociedad y, sin embargo, existen quienes, a pesar de no ignorar esta receta para alcanzar eficientemente el fracaso, todavía tratan de vendérsela a quienes agitan banderitas en los acarreos electorales?

¿Quién no sabe que las así llamadas “empresas estratégicas” defendidas en términos caninos por el gobierno hacen agua a babor, estribor, proa y popa y si no se hunden es porque se les mantiene a flote gracias al ahorro de los contribuyentes, al subsidio, a las prótesis económicas con o sin su voluntad política?

¿Quién vincula a las “empresas estratégicas” con el honor nacional y se niega a su privatización cueste lo que cueste aun cuando los escasos ahorros de los mexicanos tan necesarios para educar o curar se vayan por el alcantarillado?

¿Quién insiste en adoptar el papel de víctima en lugar de enmendar el error y aceptar su responsabilidad política?

¿Quién demuestra con cada decisión o cada palabra pronunciada en público su incapacidad para diferenciar entre lo cierto y lo falso, la realidad y la ficción y que cuando lo logra distinguir ya hizo girar para atrás las manecillas del reloj de la historia?

¿Quién sufre de una parálisis intelectual tan desarrollada que le impide ver, oír, recordar, aprender, y sueña, promete y asegura como si la realidad no existiera..?

La izquierda mexicana insiste en buscar las culpas en las fuerzas del mercado, en la libre competencia, en las transnacionales, en los términos de intercambio, en el capitalismo explotador de conciencias y de hombres, en la actuación de la Casa Blanca, en el Tratado de Libre Comercio.

¿Por qué la palabra ganancia está excluida del léxico perredista y quien la utiliza está condenado al fuego eterno?

¿Cómo con alguien que niega las ventajas de la globalización y la economía neoliberal con rostro humano?

¿Cómo facilitar el arribo a la presidencia a quienes levantan en público la mano a Castro o a Chávez y todavía creen en las ventajas de la dictadura del proletariado?

La mejor receta para el fracaso se encuentra en las tesis de la izquierda mexicana divorciadas de las de Lula, Bachelet o Felipe González…

El caso Stiglitz y el Nobel de Economía

Arturo Damm Arnal
arturodamm@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy

Si bien es cierto que ya pasó (las declaraciones que, en el marco de la Expomanagement 2010, realizó el economista Joseph Stiglitz, descalificando la respuesta del gobierno mexicano ante la recesión), las repercusiones siguen dándose, y muestra de ello es este artículo.

Lo primero que debo decir es que Stiglitz no es santo de mi devoción, y no lo es no por alguna razón visceral (por ejemplo: me cae mal), sino por un motivo cerebral (por ejemplo: su crítica ante la economía de mercado), ya que muchas de sus posturas (por ejemplo: su crítica al libre comercio), se refutan de la A a la Z partiendo de la corriente de pensamiento económico que va desde la Escuela de Salamanca, del siglo XVI, hasta la Escuela Austriaca, del siglo XX, pasando por buena parte de la Escuela Clásica, tanto inglesa como francesa, de los siglos XVIII y XIX.

Se me podrá decir, con aparente razón, que cómo es posible que critique a un economista que, en 2001, ganó el Premio Nobel de Economía, como si el Nobel, ¡sobre todo en economía!, fuera garantía de acierto en la materia. A veces lo es, a veces no, lo cual me lleva a cuestionar los criterios que siguen, para concederlo, quienes lo otorgan, criterios que, por lo visto, son sincréticos por no decir confusos.

Pongo de ejemplo lo sucedido en 1973 y 1974, años en los cuales el Nobel de Economía lo ganaron, respectivamente, Wassily Leontief y Friedriech Augusto von Hayek, resultando difícil concebir dos economistas tan distintos, con Leontief defendiendo el método empírico matemático (introdujo el álgebra matricial al tratamiento de los problemas del equilibrio general), y con Hayek (opositor de los economistas partidarios de la teoría del equilibrio general), abogando por el método lógico deductivo, siendo que los métodos, empírico matemático y lógico deductivo, son tesis y antítesis.

No es lógico premiar, por sus contribuciones a la ciencia económica, a Leontief y a Hayek, al menos que quien otorgue el premio no sepa nada de economía (tal y como sucede con muchos economistas, no pocos de ellos con doctorado en la materia, que no saben, ¡sí: no saben!, qué es un precio, lo cual equivale a que un médico no sepa lo que es la enfermedad, o a que el arquitecto no sepa lo que es la edificación, o a que un abogado no sepa lo que es el derecho, o a que el poeta no sepa lo que es la palabra).

No es lógico premiar a la tesis y la antítesis, premio que, en lo que a los Nobel de Economía se refiere, es el pan nuestro de cada día y a una muestra más reciente me remito: el Nobel de Economía 2008, otorgado a Paul Krugman, un keynesiano de hueso colorado, siendo que Hayek fue la quintaesencia del antikeynesianismo. Si Krugman tiene razón, Hayek no la tiene, y viceversa. Entonces, ¿cómo explicar la concesión del Nobel a los dos?

(¿Cual de los dos tiene razón? Hayek, por su puesto).