Nudo Gordiano
Excélsior

Estas fechas nos ponen reflexivos, porque al mirar atrás le damos al pasado un lugar que a veces sirve sólo para el ejercicio de conciencia; pero, otras tantas, nos dejamos llevar y entramos de nuevo al laberinto, al que nos pierde y sí, también nos encuentra, pero con su cuota rigurosa.
El año nos encerró en un paréntesis. Vimos tanto y nada. Cantidad enorme de acontecimientos que sirvieron tan sólo para llenar vacíos y darle emoción a la coyuntura, pero que al final nos dejaban en el mismo lugar, sin avanzar, solamente nos sacó la cabeza por la ventana para que nos diera el aire y, así, hacer como que se respiraban nuevos bríos.
Desde hechos ridículos, hasta algunos poco entendidos. Un avión secuestrado con dos latas de jugo o un Presidente que recibe un Premio de Paz cuando en realidad habla de guerra. Un terremoto que le dio un buen susto al DF en mayo, pero una epidemia que lo encerró en abril. Un séquito de funcionarios públicos que engordaban sus carteras trabajando para el lado del crimen. Líderes de grupos criminales que cayeron, gente inocente que calló. Figuras políticas que se acomodaron la camiseta que mejor les convino; otros, que se quitaron la que por años usaron hasta que eso se convirtió en prejuicio.
Un año de elecciones intermedias que nos dejó a medias, por un Congreso con mayoría de la “oposición” y un jefe del Ejecutivo que deberá ideárselas para quitarle lo gris a lo que resta de su sexenio. Un par de reformas que jamás lograron cuajar y que hicieron acto de presencia de panzazo. Una que sí nos hace creer, porque hay luz, la deseada, que pueda ayudar a encauzar de nuevo el rumbo político del país. En eso tal vez, en lugar de paréntesis, pondría puntos suspensivos...
Y es que 2009 fue un año áspero, duro, hiriente. Uno que nos emocionó y al final pocas victorias dejó. Que nos sonrió al inicio, una imagen que nos esperanzó un poco, aunque sabíamos que las cosas no serían fáciles, pero no nos dijo que mucho tomaría forma tan caprichosa y contradictoria. Un año de señales encontradas. De indecisión pero, también, lo sabemos, de muchas ganas.
Ganas de encontrarse y tal vez perderse un poco, pero siempre ganas de llegar a un nuevo punto. Ganas de reiniciar esos proyectos que no cuajaron, de reencontrarnos con lo que fuimos, con esas formas con las que recibimos el año.
No es pesimismo ni tendencia a ver el vaso medio vacío, es sólo un ejercicio de conciencia que nos obliga a reconocernos como un país que de pronto se quedó estático, encerrado en esos paréntesis que, por fortuna, no constituyen un círculo y se puede salir de ellos para, de inicio, poner punto y aparte. Porque, por muchos tropiezos, propios y en el entorno, las ganas siguen estando ahí y eso es lo que nos diferencia del resto, así lo hemos demostrado más de una vez.
Vimos tanto y nada. Cantidad de acontecimientos que sirvieron tan sólo para llenar vacíos.