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Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Sostiene que “hace un siglo más del 90% de la población era analfabeta, la esperanza de vida era inferior a los 40 años, no había electricidad, ni carreteras, ni aeropuertos, ni escuelas a lo largo y ancho del país, tampoco hospitales, ni universidades, ni institutos de excelencia”. Cierto, como ocurría en todo el mundo. Es decir, Reyes Heroles hace una comparación que no tiene sentido: México consigo mismo, cien años antes.
Cierto que hoy hay muchas más personas que saben leer, como ocurre en cualquier país del mundo. Cierto que hoy mueren menos niños, y que los que sobreviven tienen una mayor longevidad, como ocurre en cualquier país del mundo. No fue regalo del régimen la educación universal ni los antibióticos: fueron regalo del siglo XX, que todos los países recibieron, en mayor o menor medida. Y nosotros no estamos entre los que más recibieron.
No importa cuál variable de desarrollo social seleccione usted (mortalidad infantil, esperanza de vida, analfabetismo, años de escolaridad, etc.) México no tiene un desempeño que se distinga del resto de América Latina. En muchos casos, incluso tenemos resultados significativamente menores. Y esto tiene una buena explicación: los gobiernos del régimen de la Revolución nunca tuvieron un gasto social significativo. Algo que sabemos desde hace décadas, por cierto.
Si en desarrollo social no hay éxitos que festejar, menos lo hay en materia económica en general. De 1910 a 1940 México tuvo un crecimiento de exactamente cero, en el ingreso por habitante. Después crecimos, claro, como cualquier país del mundo. Los 25 años del milagro económico mexicano son una gran farsa. Es cierto que crecimos a 3% anual por habitante, pero eso mismo creció el mundo entero: el crecimiento promedio anual del mundo es precisamente de 3% por habitante.
Decir que hoy estamos mejor, comparando con cifras de México a inicios del siglo XX, no tiene ningún sentido. La comparación correcta es considerando lo que el resto del mundo ha avanzado en ese mismo periodo, y es ahí en donde queda perfectamente claro que el siglo XX fue un fracaso rotundo.
Soportamos un sistema autoritario sin recibir nada a cambio, y lo peor es que, según indican las encuestas, estamos dispuestos a regresar a ello. De ese tamaño es el gran éxito del régimen: la educación como adoctrinamiento. Bien decía Calles: “Tenemos que apoderarnos de las mentes de los niños”. Lo lograron, y gracias a ello los mexicanos no sólo no se dan cuenta de la tragedia que fue el siglo XX, sino que añoran el cepo.
Porque en la construcción de un pueblo de súbditos sí fue eficiente el régimen, ahí no hay duda. Claro que para lograrlo nos ha dejado como resultado que dos terceras partes de nuestros jóvenes sean analfabetos funcionales, aún terminando la educación secundaria. Pero ese tipo de eficiencia no creo que merezca festejo alguno. Tan limitados estamos que algunos consideran una gran aportación del régimen que no hayamos sufrido dictaduras como las que asolaron Sudamérica en los 70: ¿qué no se ve que la sufrimos desde los 40?
No encuentro, y no creo que sea posible encontrar, ninguna evidencia de avance en México durante el siglo XX que soporte una comparación internacional. En 1911, este país era el más industrializado de América Latina, por mucho, pero desde 1960 ya no lo es. Si el ritmo de crecimiento de la economía que tuvimos en los primeros 10 años del siglo XX se hubiese mantenido, hoy tendríamos el doble de ingreso por habitante. Dos datos simples del tamaño de la catástrofe que significó el régimen de la Revolución, el fascismo mexicano, como lo calificó Jorge Cuesta en estas mismas páginas hace ya casi 80 años.
Pregunta Reyes Heroles “cómo explicar la evidente modernización de México sin aludir a los múltiples logros de la etapa autoritaria”. La modernización no es evidente, ni hay múltiples logros. Lo que hay es una economía de privilegiados, una democracia sin ciudadanos y una sociedad injusta. Lo mismo que, según los cuentos, fue la causa de la mítica Revolución. Cien años de confusión, es lo que tenemos.