julio 29, 2010

Campañas presidenciales adelantadas

Ruth Zavaleta Salgado
ruthzavaletas@yahoo.com.mx
Maestra en derecho constitucional por la UNAM
Excélsior

Si bien es cierto, México tiene un largo periodo de estabilidad política y de libertades civiles que permiten a quien quiera anhelar la Presidencia de la República, ¿nos conviene entrar de lleno a esa guerra de frases y de egos que buscan granjearse nuestro voto?

Ruth Zavaleta Salgado
¿Cómo generar una cultura de la legalidad en una sociedad en dónde sus usos y costumbres son romper las reglas establecidas?

Ahí los dichos de que "El que madruga Dios lo ayuda", o el de que "Para uno que madruga otro que no se duerme" o "El que no transa no avanza" o el de "Un político pobre es un pobre político".

Así en las pasadas elecciones escuchamos y vimos de todo, desde funcionarios corruptos que canalizan recursos del erario para las campañas de sus delfines hasta grabaciones ilegales que dieron cuenta de ello, pero también escuchamos que a falta de la posibilidad de generar un acuerdo nacional para sacar adelante a nuestra Nación los diferentes partidos políticos y sus candidatos usaron todos los instrumentos a su alcance para denostar al adversario, al fin que, "en la guerra y en el amor todo se vale" .

Pero hace un buen rato que en el río revuelto de las múltiples elecciones que estamos teniendo en diferentes estados de la República los pescadores ya empiezan a tener sus ganancias y, ni tardos ni perezosos, aun cuando en algunas entidades del país todavía no se acaba de decidir la integración de los Congresos locales, algunos aspirantes ya afinan sus equipos y sus recursos para formalizar su candidatura a la Presidencia de la República.

De hecho, este año fue el preludio electoral que todos los partidos tuvieron para ver dónde anda errada la maquinaria.

Si bien es cierto, México tiene un largo periodo de estabilidad política y de libertades civiles que permiten a quien quiera anhelar la Presidencia de la República, ¿nos conviene entrar de lleno a esa guerra de frases y de egos que buscan granjearse nuestro voto? ¿Será adecuado que aun cuando la ley especifica los tiempos ya estén pensando en candidaturas y campañas políticas?

Parece que México vive un tiempo en el que, en materia política electoral, importa lo que decimos y el grado de convencimiento que los decires tengan, pero poco el sustento que tengan en la realidad.

Incendiar la plaza pública para adelantar en la carrera electoral parece un método ya usado por casi todos, porque exige poca responsabilidad política.

Quienes reunidos en torno a líderes y gobernantes escuchan esos discursos poco reparan en lo grave de las frases; se entiende que el descontento justificado en gran medida, les impide ver que las palabras pueden ser demagogia.

Casi todas las fuerzas políticas tienen en su agenda principal decidir quién será el candidato presidencial.

Los programas y planes, las respuestas al ¿para qué y cómo gobernar?, quedan atrás, perdidos entre el mar de las figuras y de los grupos.

Las respuestas esenciales del "poder" están fuera y por debajo del quién. Es más, ya ni siquiera importa si los partidos políticos tiene que reformarse para generara mayor confianza.

Pasados los procesos electorales estatales, entre los cuales algunos siguen pendientes, los partidos políticos no atienden de lleno las agendas de inseguridad o educativas, si éstas nos les reportan dividendos políticos.

La vida de la política pública y del trabajo legislativo simple y sencillamente sólo tiene un referente: la elección presidencial de 2012.

Hoy, el gobernante no confía plenamente en que su ejercicio de gobierno, que sus obras y su manejo adecuado de los recursos materiales y humanos, dejen en los ciudadanos buena imagen.

Por eso hay que utilizar los mecanismos ilegales. Si las fechas establecidas para contender no les convienen a los aspirantes, entonces trasgreden la norma porque en un país con el grado de impunidad y la calificación vergonzosa de niveles de corrupción no importan porque pedimos legalidad pero la violamos y violentamos en aras del triunfo.

La visión práctica por alcanzar el poder suple la necesidad de construir cultura de respeto, de tolerancia, de cumplimiento a las normas, de honorabilidad y de honestidad, es decir nos impide ver que estos valores son precisamente los que sustentan la consolidación democrática que requiere nuestro país.

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