julio 06, 2010

De historias y derrotas

Federico Reyes Heroles
Reforma

Todo mundo grita triunfo y ese ¡ganamos! en el sentido común supone que alguien perdió. Pero las democracias consolidadas son cada vez más complejas. La nuestra apenas está en construcción. Para hacer un balance debemos leer en varios niveles.

Las campañas. Es el expediente más negro en muchos años. El asesinato de dos candidatos, las amenazas a varios más, los muertos y heridos como en Oaxaca, los atentados con bombas molotov a las instalaciones de candidatos y partidos, las renuncias de cientos de funcionarios de casilla (ciudadanos comunes) atemorizados, el uso en todos los frentes de los dineros públicos para la compra de votos, las grabaciones ilegales para herir al enemigo, el desvergonzado control de los institutos estatales electorales por parte de los gobernadores, los medios al servicio de los intereses de grupo y no de la ciudadanía, las intervenciones presidenciales con ánimo de impacto electoral, la lista pareciera no tener fin.

En la democracia mexicana los procesos locales son una vergüenza. La alternancia y el control por parte de no priistas no garantizó demasiado. Si los enquistados caciquismos priistas causan náusea, los neocaciques surgidos de otras filas como ocurre en Zacatecas con el monrealismo no son mejores. La imprescindible reforma política deberá discutir cómo elevar la calidad de los procesos locales. El edificio de la democracia mexicana tiene un sótano pestilente.

Pluralidad. Como producto de las alianzas las terceras opciones son casi inexistentes. Sin embargo, también como producto de las alianzas la presión hacia el PRI aumentó sensiblemente, allí está el caso de Hidalgo o Durango. Esta es una buena noticia. La competencia real se extiende a lo largo y ancho del país con el efecto de vigilancia cruzada que tiende a limpiar los comicios.

Alternancia de primera y segunda vuelta. Para muchos romper la continuidad priista en el poder, la alternancia de primera vuelta, sigue siendo el objetivo central de nuestra democracia y, en ese sentido, todavía hay un largo camino que andar: Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz, Durango, Hidalgo de esta vuelta. Las elecciones del 2010 quedarán en los anales por la difícil ruptura de tres andamiajes autoritarios, Sinaloa; Puebla y sobre todo Oaxaca, quizá el peor de los cacicazgos de nuestro país. Gabino Cué lleva la estrella de la esperanza que busca desarmar, de una vez por todas, esa pequeña dictadura de la peor ralea.

Pero ya está entre nosotros la alternancia de segunda vuelta que para muchos marca la consolidación del proceso democrático: Chihuahua, Zacatecas, Aguascalientes, Tlaxcala de esta ronda. En seis de las entidades hubo alternancia, seis de doce con cambio de gobernador. Ese hecho en sí mismo es positivo pues asienta los ánimos y disminuye el enfermizo deseo de desaparecer a los adversarios que todavía es muy fuerte en México. PRI, PAN y PRD ganaron o recuperaron algo, pero también los tres perdieron. Es otro avance. Algo que deberemos revisar con calma es el desfase entre los resultados de la jornada y las encuestas previas, porque en algunas entidades fue mayor y ello nos habla de un pésimo clima de represión que inhibió a la ciudadanía encuestada. Hubo voto oculto y eso siempre es grave.

Violencia y elecciones. Es curioso que en las tres entidades con mayor violencia del país se refrendó a los gobiernos priistas. Parece que la factura no fue contra ellos. Pero lo más notable de la jornada fueron los niveles de participación, sobre todo en las zonas conflictivas. Esa es de las notas más alentadoras, la ciudadanía salió a votar quizá también como una expresión frente al narco.

Desdibujamiento ideológico. Ex priistas postulados por el PAN y por el PRD, ex perredistas, con el apoyo del PRI; azules y amarillos, espurios y legítimos como dice Carlos Marín, de la mano en la mitad de la República. En estas elecciones los principios y las ideologías fueron sustituidos por el pragmatismo. ¿Cómo valorarlo? Para los aliancistas se trata de una gran victoria sobre todo por Oaxaca y Puebla y en eso tienen razón. Pero y si el antipriismo se convierte en la principal argamasa de las alianzas.

Antipriismo. Ese antipriismo victorioso pondrá al estado México en la mira para el 11 y también el 2012. Con el pragmatismo electoral como gran objetivo surge la pregunta: qué hay más allá del antipriísmo, porque esa fórmula no es una propuesta de gobierno. Si el antipriismo se ratifica como prioridad, Calderón puede empezar a despedirse de los proyectos de reformas de fondo que requieren de ese interlocutor. La parálisis se acentuará. Calderón podrá entregar buenas cuentas en cuanto al desplazamiento del PRI de gubernaturas y pésimas en cuanto al avance del país. El costo de no quitarse la camiseta es muy alto para México.

Desplazar caciques priistas o mover al país. La disyuntiva es terrible. Moralismo y realismo se confrontan. Cualquier opción trae victorias y derrotas para todos.

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