julio 14, 2010

Diego, un secuestro de muchos meses

Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

Lo rigurosamente cierto en el secuestro de Diego Fernández de Cevallos hoy que se cumplen los primeros dos meses, es que la estrategia del silencio se ha impuesto a rajatabla. Y que los periodistas hemos aceptado eso de que algunas cosas no es bueno leerlas ni escribirlas. Que lo mejor en estos casos es no arriesgarse en lugares prohibidos.

En dos puntos coinciden (sotto, sotto voce) los funcionarios policiacos y de seguridad con quienes he tocado el tema:

• No se trata del EPR, el ERPI ni ningún grupo guerrillero: el fondo no es político.

• Se trata de un grupo altamente especializado, integrado por ex policías, algo como la versión refinada de Los Zetas del secuestro.

Profesionales de la administración del tiempo, porque saben que los millones de dólares no se juntan y empacan de un día para otro. La comunicación con ellos nunca es por teléfono o correo electrónico. No practican la tortura o mutilación, porque no las necesitan: su margen de regateo económico es mínimo.

El modus operandi más coincidente se encontraría en el grupo que secuestró a Javier García Navarro en San Luis Potosí en junio de 2004. El empresario, hijo de Ricardo García Maldonado, dueño de Chicles Canels, hoteles y otras empresas regionales, fue liberado en mayo de 2005, en buen estado de salud. Jamás se conoció el monto del rescate. Por cierto, dos años y medio después, ese u otro grupo trató de secuestrar a su hermano Roberto García Navarro. La balacera que lo impidió costó la vida de dos guardaespaldas y tres policías.

Peor que el desconocimiento absoluto es saber poco. Ojalá Diego esté razonablemente bien.

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