julio 23, 2010

El caso de Fernández de Cevallos

Rafael Segovia
Reforma

Uno de los hombres conocidos del PAN era o fue Fernández de Cevallos, diputado, abogado, hombre de deudas, rico, buen orador. Era o es un hombre que hubiera podido regir una carrera política hasta alcanzar los peldaños más altos. Un buen día, cuando menos se esperaba, fue raptado en uno de sus ranchos o residencias campestres. Es cierto que hasta ahora todas las personas raptadas lo fueron de manera intempestiva, sin previo aviso, pero sus amigos, allegados, conocidos y todas las personas con las que se formaba un círculo en torno a él se movilizaban, por lo menos se agitaban. Pero no, pero nada, este rapto pasó acompañado por una indiferencia total, como las 17 víctimas de Torreón, como las miles que van ya y el Presidente callaba en sus discursos donde solicita la unión de todos los mexicanos.

De Fernández de Cevallos se publicó una fotografía, después su familia pidió que se mantuviera el silencio porque se estaba negociando el rescate. Por él pedían una suma exorbitante de dólares. Puede ser que el ciudadano de a pie cumpla con esta exigencia de la familia, pero si es de los raptores, el gobierno prueba su debilidad extrema al someterse a la obediencia de los delincuentes. Habiendo cambiado de secretario de Gobernación, poner a este hombre nuevo en su asignación, no mencionar ni el nombre de Fernández de Cevallos, ponerse de rodillas ante una exigencia del crimen organizado, nos avisa hacia dónde vamos.

No es la primera vez que una situación análoga se nos presenta. Todavía agita el pensamiento de la vida pública el caso Martí, el rapto y asesinato de un muchacho que no tenía más deber que asistir a su colegio y alguna fiesta que se le presentase. Hablar, después de esto, de conseguir la tranquilidad y seguridad de los mexicanos se asoma en un atrevimiento sin límites, cuando se habla desde Los Pinos.

En México los raptos son baratos: sólo uno de vez en cuando es aclarado por la policía. Casi siempre nos encontramos ante el "rapto exprés" que consiste en seguir a una persona, saber cómo se llama su esposa, sus hijos, encontrar su número telefónico, llamar al interesado, una vez asegurada la víctima, y empezar en ese momento la negociación. Lo bueno de este país es que como todos hemos pasado por esa experiencia ya sabemos cómo negociar con esa gente. Yo tuve una experiencia bastante divertida, sino fuera criminal y siniestra. Negocié sobre la seguridad de no mover para nada la cuenta que menos dinero tenía -60 mil pesos-, cumplí mi palabra: uno de los que me asaltaron, al reconocer mi acento español, me dijo: los españoles siempre cumplen su palabra y nos liberó, a mi amigo y a mí. Si no hubiera tenido un centavo en la cuenta, no sé cómo hubiera terminado la aventura. Eso es lo que me angustia en el caso de Fernández de Cevallos. Pongamos que tiene para pagar el rescate. Pongamos que no puede pagarlo. Entre estas dos hipótesis se asienta la verdad: es un hombre que durante ya dos meses y los que vengan estuvo privado de libertad en condiciones infernales y a eso sólo puede condenar el Estado, cuando es justo. No sabemos cuántos terminan y no sabemos si las personas involucradas en él, en mayor o menor grado, acepten esa responsabilidad, van a llevarla encima toda su vida, aunque se expliquen sin cesar que es responsabilidad del Estado y necesaria para el recto funcionamiento de la sociedad.

No estamos en el mejor de los mundos. Estamos seguros de que las catástrofes van a seguir, todo cuanto se pide es que no se repitan. Las elecciones han terminado aunque en algunos estados se sigue protestando por los resultados y esta protesta no tiene aspecto de progresar: el PRI mantiene un silencio que es a veces amenazador, al Presidente no le conviene que se vuelvan a poner en duda los resultados electorales y al señor Blake menos; bastante tiene con el caso ABC, que le ha valido al Presidente insultos públicos y a sus ministros una inseguridad que les impide poder llevar adelante una política clara, por ejemplo en materia de televisión, un campo más que peligroso en México. Quedan otros lugares donde el gobierno está pidiendo tranquilidad ante la tormenta que se avecina, por ejemplo: los electricistas.

Se puede decir que todos los gobiernos tienen ante sí problemas sin solución, ya sean sociales o políticos, que se hacen cada vez más graves porque muchos de ellos dependen de una sola persona, como son los casos de Italia, de Francia, de Estados Unidos e incluso de Alemania. El desinterés político de las poblaciones, el ataque permanente a los partidos, asimilar el funcionamiento de la maquinaria política al comportamiento de un solo hombre está en la raíz de la vida social. La televisión guía la conducta de los hombres y mujeres de todas las edades, el consumo se convierte en la única meta que todos quieren alcanzar y se ofrece a esta sociedad como la meta, el desiderátum. El colmo de la irracionalidad son los viajes sin pies ni cabeza, terminado ya el campeonato mundial, es ver en la victoria de las mexicanas en futbol un principio de salvación nacional.


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