julio 07, 2010

El voto sí es el camino

Denise Maerker
Atando Cabos
El Universal

Los únicos y verdaderos ganadores de las pasadas elecciones son los cientos de miles de ciudadanos que demostraron que la forma de sacar del poder a un mal gobernante y a un mal partido es a través del voto. Es esta renovada certeza en la efectividad del voto ciudadano lo que destaca como resultado del pasado domingo. Y no es demagogia ni romántica profesión de fe democrática, lo respaldan los datos: en Oaxaca en el 2004 votó el 46.2% del padrón, el domingo votaron el 55.8%; en Puebla hace seis años votó el 55.2% de los electores posibles, el domingo fue el 61.26% y en Sinaloa la participación pasó de 44.7% a 57.06%. En estos tres casos gobernadores priístas fueron derrotados por la oposición, pero lo mismo ocurrió en Tlaxcala gobernado por el PAN —donde el gobernador operó igual que sus colegas priístas—, ahí ganó la oposición priísta gracias a que la participación pasó de 63.7% hace seis años a 72.57% el domingo. Ulises Ruiz y Mario Marín fueron derrotados gracias a que miles de personas que en otras elecciones se habían resignadamente quedado en sus casas salieron a votar. En cambio, los estados más violentos del país y en donde el PRI ganó por los más amplios márgenes tuvieron participaciones muy bajas e inferiores a las últimas elecciones: Tamaulipas, 38.6% y Chihuahua, 35.98%. Los perdedores reconocen que los niveles de participación fueron determinantes en el resultado. Cándidamente, un miembro de la campaña del candidato priísta Eviel Pérez Magaña, en Oaxaca, dijo que se cometió un error en la meta de votación que se habían fijado para ganar, que era de 604 mil votos, y que por la participación hubieran necesitado en realidad 700 mil cuando sólo lograron 550 mil votos.

Nos sobran testimonios y evidencias de que se compran votos, de que hay intimidación, uso de recursos públicos, uso masivo de funcionarios públicos en actividades de campaña, condicionamiento de programas sociales, amenazas, medios cooptados o controlados, es cierto, pero también lo es que esas prácticas no son invencibles. Es una muy buena noticia. Desde hace unos años y luego de varios triunfos aplastantes del PRI en estados gobernados por ellos, se empezó a generar la impresión y el temor de que los gobernadores habían hallado la manera infalible de ganar. Ya conocemos el antídoto.

Esa es la buena noticia, la mala es que no se ven por ningún lado los políticos que puedan no sólo movilizar a la gente para sacar a alguien de Los Pinos o de cualquier palacio de gobierno, sino generar una expectativa mayor y legítima de que son capaces de gobernar mejor y de manera diferente. Sabemos ya cómo sacarlos y que se puede, pero ¿a quién ponemos en su lugar?

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