julio 25, 2010

Este avión se desploma

Víctor Beltri
Politólogo
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Excélsior

El capitán debe poner atención en lo que es, en realidad, urgente: salvar la nave a como dé lugar.

La escena es terrorífica. En la cabina de un avión, uno a uno comienzan a encenderse los indicadores de que algo anda mal. Se pierde la potencia; un motor se incendia; hay un problema con el combustible. La nave comienza a caer, a desplomarse como piedra hacia el océano. El copiloto; el navegante; el ingeniero de vuelo; incluso los sobrecargos, comienzan a gritar tratando de llamar la atención del capitán: tratando de convencerle de que haga algo, de que atienda, antes que nada, el incidente que cada uno de ellos le señala. El capitán debe de decidir qué solucionar primero. ¿Las turbinas, como dice el copiloto? ¿Los alerones, según el navegante? ¿Los sistemas eléctricos? ¿Los hidráulicos? ¿Qué hacer?

En una situación así, tratar de solucionar uno solo de estos problemas le tomaría al capitán el tiempo del que no dispone. El avión está cayendo. Y resolverlos todos sería prácticamente imposible. Es en estos momentos cuando el capitán debe de poner atención en lo que es, en realidad, urgente: salvar la nave a como dé lugar. Recordar lo que aprendió en la escuela de aviación y estabilizarla, con los recursos que tiene a la mano. Aunque no funcione la computadora. Aunque una turbina esté apagada. Aunque su tripulación esté paralizada por el miedo.

¿Cuántos aviones están cayendo, en este momento, en México? Los tres partidos principales enfrentan problemas, y circunstancias, que si no son resueltos a tiempo podrían comprometer su razón de ser: el PAN, aquejado por una falta de liderazgo y de identidad propia, que lo ha transformado en aquello que siempre combatió. El PRD, envuelto, como siempre, en la lucha intestina y los cacicazgos ejercidos a través de tribus. El PRI que, al parecer, vivirá un choque de locomotoras en el momento de designar la candidatura presidencial. El árbitro electoral, que tras la reforma de 2007 es un ente que no sirve en realidad a nadie. Los tres poderes de la Federación, cuya credibilidad es constantemente cuestionada.

Ha llegado el momento de que los capitanes de cada uno de los aviones que se desploman se cuestione la viabilidad de su proyecto. ¿Es el PAN, realmente, el partido que los panistas desean para gobernar desde el humanismo? Castillo Peraza murió hace 10 años, y se quedó sin ideólogo. ¿A dónde van ahora? ¿Quién fija el rumbo? ¿El PRD es un partido de izquierda moderna, o un refugio de antiguos priistas? Han pasado más de 40 años del 68, y no ha sido capaz de generar liderazgo por ideología, sino por personajes. Y proponer lucha de clases en el siglo XXI es absurdo. El PRI, ¿quiere regresar al poder para volver a las prácticas monolíticas? ¿No se han dado cuenta de que no somos el mismo país que gobernaron durante 70 años? ¿Alguien confía en la labor de diputados y senadores? Basta con ver las encuestas. ¿La Suprema Corte tiene un compromiso real con la justicia? ¿El Ejecutivo, entiende a cabalidad el contexto nacional, y sabe a dónde quiere llevar el país?

Porque, con un PAN autócrata, que apenas comienza con la cacería de brujas; un PRD débil y sujeto a los designios de López Obrador; y un PRI que ha perdido lo que tuvo de modernidad entre 1994 y el 2000, no podemos esperar que la ciudadanía salga, en 2012, alegremente, a elegir entre propuestas que no existen. Si las cosas siguen así, será una votación del miedo. Del resentimiento. Del rencor. De la división. Y en las circunstancias actuales, no podemos volver a permitirlo. En el 2006, México voto con miedo, por una estrategia electoral planteada con pocos escrúpulos. En 2012, votar con miedo, fundado y producto de la falta de propuestas, y de visión, de unos cuantos, sería imperdonable. Otro sexenio perdido, y las consecuencias inimaginables. El avión, entonces, se habría estrellado.

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