julio 19, 2010

La decadencia

Pedro Ferriz
El búho no ha muerto
Excélsior

Cuando les narro el acontecer cotidiano de México, reflexiono que todo lo que pasa viene de la consecuencia de hacer mal las cosas.

La rotura de una estructura de valor común, no es un fenómeno que se da de la noche a la mañana. Es más bien un espectro que se mete una noche inopinada para alojarse ahí —en tu casa— sin siquiera advertirlo. La serie de antivalores de nuestra sociedad la tenemos impresa en el genoma mexicano. Aunque es parte de un rechazo que exteriorizamos, también es una realidad patente que debemos aceptar... Si es que queremos eliminarla, habrá primero que admitirla. Rechazamos lo que somos. La actitud que toma un grupo delincuencial al detonar una bomba en medio de una ciudad, parte de la misma base de lo que hacemos cuando vamos de compras a un tianguis donde se sabe que todo es pirata, robado o simplemente ilegal. En otras palabras, comerciamos con el fraude, a sabiendas de que el ulterior efecto de nuestra acción causará un devastador efecto. Pero eso “no importa”. Se sabe que las autoridades pueden ser ignoradas. Ya sea porque son parte de lo mismo o por ser una misma parte. Ese deterioro aludido se da en un momento. Las condiciones se conjuntan en un punto determinado de nuestra historia. A todo eso se le puede llamar DECADENCIA. No es nuevo el concepto. Infinidad de pueblos la han sufrido. La decadencia de naciones enteras ha cambiado el curso de la historia. Movido oportunidades de unos grupos humanos a otros. Causado tragedias, desdichas... Y también preguntas. Alguien tiene que empezar a hacerse las primeras sobre esta coyuntura. Estoy seguro que Carlos Monsiváis lo advirtió antes de partir. Por eso su ausencia me angustia. Su estado depresivo y de profunda decepción me describen a un amante de México antes de partir. Pero lo mismo advierto de los que están vivos. Carlos Fuentes, Elenita Poniatowska, Luis Rubio, René Delgado... Juan Villoro y José Emilio Pacheco. Todos narran hechos cotidianos con un dejo de melancolía. Mi mismo padre. Un adorador de nuestra identidad, se duele del estado de la Nación. Me confiesa en un arrebato de intimidad: “M’ijo, nunca pensé vivir lo que estamos viendo. Me lastima ver la tele. ¿Qué será de ustedes... las siguientes generaciones”?

Aunque no debemos ignorar que también se ponen de frente las posibles salidas. Puertas abatibles al deseo de los que se pueden permitir el sueño de desear un mejor mundo... Y más que eso, un futuro. Porque, ¿saben?, lo que nos estamos jugando es el futuro. Debemos hacer conciencia que el presente que nos agobia e incluso enoja, es la luz ámbar que nos debiera marcar la emergencia sobre un tiempo desconocido. Aloja al mañana. Cuando les narro el acontecer cotidiano de México, reflexiono que todo lo que pasa, viene de la consecuencia de hacer mal las cosas.

Hacemos todo de manera improvisada, corta, miope, negligente y corrupta. ¿Por qué se rompen nuestras carreteras? Porque están MAL hechas. ¿Por qué resulta insuficiente e ineficiente nuestra infraestructura? Porque no se planea. Se ejecuta en un marco de corrupción. ¿Por qué se ha envilecido nuestra sociedad? Porque no hubo esmero al educarla. Pero tampoco rigidez en la aplicación de principios. ¿De qué entonces nos quejamos? De lo que afanosamente cosechamos por dos siglos... Para no irnos más allá en el tiempo.

Ya entendí y quiero darle un sentido a las Fiestas del Bicentenario. No llegaron para festejar lo que tenemos. Sino para marcar deseos por lo que queremos. Así y sólo así cobrarán un sentido. Personalmente me aterra que llegue el 15 de Septiembre y nos sorprenda con las manos vacías. Ni los festejos hemos sabido organizar. 2010 me deja el sentimiento de que ni nuestro calendario cívico sabemos resaltar.

No importa lo que me digan debe representar para mí esta fecha. Sé a lo que nos aproximamos. Debemos ver a la inminente Noche del Grito, como la velada de un aullido de dolor. Un Presidente consciente, debería evidenciar nuestras carencias. La sociedad necesita una reprimenda, para hacer acopio de fortaleza. Estamos atónitos. No entendemos tanta mala noticia. No capta que la maldad no nos rodea. Nos permeó. Y ahí está la diferencia. Si pudiéramos seguir viviendo en la práctica de nuestras pequeñas ilegalidades, lo seguiríamos haciendo. Pero el tiempo ha llegado para marcar el cambio. No es un mero maquillaje el necesario. Es cirugía mayor. México acaba de ingresar a Terapia Intensiva. El mal es: Disfunción Orgánica Generalizada. Vale la pena saberlo... El daño está detectado. Falta la medicina.

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