julio 24, 2010

Los giros de FCH

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma

El nuevo objetivo que se ha trazado el presidente de la República: hará hasta lo imposible, utilizando todos los recursos de la Presidencia, para evitar que el PRI regrese a Los Pinos

1. Al asumir la Presidencia, Felipe Calderón trazó una estrategia: negociar y pactar con el PRI. Fue así como sacó adelante la reforma del sistema de pensiones del ISSSTE. Los principales interlocutores fueron Elba Esther Gordillo y el líder de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, Joel Ayala, y, por supuesto, el Partido Revolucionario Institucional a través de su liderazgo nacional y de los coordinadores de las bancadas priistas en el Senado y en la Cámara de diputados.

2. Después del estancamiento y los tropiezos del gobierno de Vicente Fox, el éxito de la estrategia de Calderón sorprendió a todos. El Presidente asumió la tarea en persona y cabildeó con éxito para alcanzar los acuerdos. Parecía que el entrampamiento se había roto definitivamente y que el resto de las reformas estaba al alcance de la mano. Pero poco duró el gusto.

3. De la chistera de Manlio Fabio Beltrones surgió la iniciativa de una nueva reforma electoral. No se trataba de abordar asuntos de primera importancia, como la gobernabilidad mediante la conformación de mayorías, la reelección o las candidaturas independientes, sino de revisar el funcionamiento del IFE. El objetivo último era remover al presidente, Luis Carlos Ugalde, y al resto de los integrantes del Consejo. Amén de elevar a rango constitucional la prohibición de las campañas negativas y de limitar el derecho a la libertad de expresión de los ciudadanos en los medios electrónicos.

4. El senador Beltrones obtuvo, en principio, el consenso del PAN y del PRD. Por eso la reforma se negoció a puerta cerrada y su aprobación fue un verdadero albazo. Imposible saber si Felipe Calderón aprobaba, o no, lo que a todas luces constituye un retroceso. Porque desde 1977-78 hasta 1996, las reformas políticas constituyeron un avance respecto de lo que existía. De ahí que la reforma de 2007 pueda tipificarse como la primera gran contrarreforma electoral. Además de que tuvo un efecto dominó que se tradujo en pequeñas contrarreformas en los estados de la Federación.

5. Lo cierto es que Beltrones puso al gobierno de Calderón contra las cuerdas: la reforma fiscal, dijo entonces, no sería votada por el PRI si previamente no se aprobaba la reforma (contrarreforma) electoral. Y así ocurrió. El Presidente dio su anuencia y el toma y daca se concretó. Los términos del intercambio fueron negativos para la democracia y para el propio presidente de la República. La reforma fiscal no era tal, porque se trataba de una simple miscelánea, pero la contrarreforma electoral sí atentó contra la autonomía del IFE y contra la libertad de expresión. Se cambiaron valores y principios por un plato de lentejas.

6. Después vendría la reforma energética. Beltrones la acotó de nuevo: ni cambios constitucionales ni contratos de riesgo. Calderón aceptó los términos y rasuró su iniciativa para eliminar las tensiones. La reforma fue finalmente aprobada, pero a la fecha los frutos no se perciben por ninguna parte.

7. Fue por eso que el 2 de septiembre de 2009, después del descalabro del PAN en las elecciones intermedias, FCH dio un giro de 180 grados. Criticó la insuficiencia de todas las enmiendas, se pronunció por trabajar en las reformas necesarias y no en las posibles, y delineó nuevos objetivos: una reforma energética de segunda generación, una reforma laboral, una nueva y verdadera reforma fiscal, una reforma electoral, reconstitución de las fuerzas policiacas y otra serie de medidas en el campo de las telecomunicaciones y de la simplificación administrativa.

8. El Presidente, a través del nuevo secretario de Gobernación, decidió privilegiar la reforma electoral con el argumento, atendible y racional, de que si se destrababa lo político, mediante mecanismos de gobernabilidad, sería más fácil avanzar en el resto de la agenda. Pero su propuesta fue criticada y denostada por los priistas. A grado tal que se hizo evidente que difícilmente se podría transitar hacia un acuerdo.

9. En ese contexto vino el nuevo giro de FCH. La estrategia de las alianzas respondió, primero, a la incertidumbre. No había ninguna garantía de que se pudieran alcanzar acuerdos importantes con el PRI. Entre otras cosas, porque los desacuerdos y la multiplicidad de corrientes en ese partido dificultan cualquier negociación. Pero además, porque después de la elección intermedia los cálculos y la estrategia del PRI se modulan por el 2012.

10. Fue por eso que Calderón, no César Nava, se jugó su resto —como se dice en la jerga del poker— en la estrategia de las alianzas. Lo hizo al margen y en contra de Gómez Mont. La disyuntiva para él era simple: o arriesgarse o cruzarse de brazos y esperar que el PRI arrasara en todos los estados. Optó por lo segundo y ganó.

11. De ahí los cambios en el gabinete y la redefinición de la estrategia. La llegada de Blake confirma que la lucha contra el narcotráfico será la tarea principal, y prácticamente única, de la Secretaría de Gobernación. Las tareas de acercamiento y negociación con las otras fuerzas políticas serán asumidas por el propio Calderón a través de la Oficina de la Presidencia de la República.

12. El futuro de las reformas, de todas y cada una, es incierto. Las divisiones y las tensiones están presentes en todas las fuerzas políticas. No hay mucho espacio para el optimismo. De lo que no hay duda es del giro y del nuevo objetivo que se ha trazado el presidente de la República: hará hasta lo imposible, utilizando todos los recursos de la Presidencia, para evitar que el PRI regrese a Los Pinos, alentando incluso una alianza de facto con el PRD en el 2012.


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