Reforma

Hemos entrado a una fase diferente de la llamada lucha. Aguilar Camín recuerda ayer la ruta crítica colombiana. Las bandas comienzan disparándose entre ellas, después disparan a las autoridades, policías, Ejército o fuerzas especiales. Terminan disparando contra la sociedad. Los asesinatos de los candidatos en Tamaulipas están en esta lógica. A ese encadenamiento podríamos sumar infinidad de sucesos. Debemos asumir el nuevo reto: el terrorismo. La lucha de las autoridades contra el narco es sólo una parte del complejo expediente. Las confrontaciones entre ellos siguen rutas diferentes. Pero finalmente viene la coincidencia en objetivos: un Estado debilitado, una sociedad atemorizada y confundida es para ellos un mejor escenario de combate.
México, por fortuna, no tiene una historia larga de terrorismo. Ha habido hechos aislados pero no una estrategia con actores tan poderosos dispuestos a lo que sea para inyectar terror a la sociedad mexicana. Pero esa fortuna hoy se convierte en un infortunio en tanto que no tenemos experiencia en cómo combatir al terror como estrategia política. A diferencia de las confrontaciones entre bandas o entre las bandas y las autoridades, los actos terroristas involucran a otros actores: la sociedad y los medios. En los países que por desgracia tienen experiencia en terrorismo, España, Colombia, Estados Unidos recientemente, el papel de los medios ha sido central. Se debe lograr un equilibrio entre la obligación de informar y la de no ser caja de resonancia de los actos terroristas. El lindero puede parecer muy sutil pero no lo es cuando se revisan los consejos prácticos que han sido asumidos en otras latitudes.
Víctor Núñez Jaime publica un interesante material al respecto (Este País, julio 2010). La guerra contra el narcotráfico es también mediática. Los bandos utilizan a la prensa para difundir sus mensajes. Pero también las autoridades pueden caer en ese juego, basta con recordar las escenas del cadáver de Beltrán Leyva baleado con los pantalones bajados y cubierto de billetes. Todo se narcotiza y las palabras se contaminan; narcoejecuciones, narcoatentado, narcoestado. Los medios se convierten en un objetivo del narcoterror, de ahí la importancia de protegerlos y de que se protejan a sí mismos. El ego profesional debe ser guardado en el cajón. El protagonismo individual y empresarial es obtuso. Un periodista heroico, dice Núñez Jaime, es un blanco muy fácil, no sirve para una guerra de largo plazo. Los trabajos colectivos deben desplazar a las plumas individuales.
Lo importante es seguir informando, por lo tanto compartir las notas con otros medios es una forma válida de protección sobre todo en zonas críticas. Pensar que se puede usar la información que el narco quiere difundir es ingenuo, al final el narco impone sus condiciones de qué publicar y cómo. ¿Cuándo se deben publicar imágenes que agraden a la sociedad? Los medios con experiencia tienen normas precisas al respecto, por ejemplo las fotografías con sangre se publican en blanco y negro. La violencia no debe convertirse en espectáculo. Se debe partir del supuesto de que el crimen organizado tiene una estrategia de comunicación y a ella corresponde una contraestrategia. Se debe informar desde la perspectiva de la víctima y no del criminal que con frecuencia sale vencedor en los actos.
La discusión es compleja porque supone revisar la ética periodística tradicional y adaptarla a la situación del terror. Una advertencia útil es la necesidad de balancear las notas sobre el narcotráfico con otras sobre el combate al consumo y el daño de éste, pues de no hacerse así se parcializa la información. En Palermo se vivió una situación similar frente a la mafia y los medios se unieron para salir adelante. Las experiencias de éxito están allí, igual en la reacción de CBS o ABC o FOX o CNN ante el 11 de septiembre que en el acuerdo pactado en Colombia por 35 grandes medios en el 99.
México ya entró al triste club de los países con terrorismo. La responsabilidad no sólo concierne al gobierno. Más nos vale a todos otear en otras experiencias y pensar en una contraestrategia, en un pacto entre los medios.
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