Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario, SC
El Universal
“Es la causa y no la muerte la que hace al mártir”: Napoleón Bonaparte

Cuando la vida de algunos de los huelguistas de hambre del SME entró en zona de riesgo y para evitar que una muerte absurda se cargara a la cuenta del gobierno de Felipe Calderón, disparara movilizaciones y protestas violentas y propiciara la censura de organismos internacionales defensores de los derechos humanos, los negociadores del gobierno federal (el secretario de Gobernación, Francisco Blake, y el del Trabajo, Javier Lozano) aceptaron revisar la documentación para, quizás, encontrar que no hay impedimento legal para reconocer a la directiva que encabeza Martín Esparza.
Los excesos de la organización sindical y la debilidad tanto de las direcciones del organismo Luz y Fuerza como del gobierno a lo largo de muchas décadas hicieron del organismo un barril sin fondo que consumía los recursos públicos que cada año se entregaban a esa empresa sin remedio. Un sindicato maximalista y gobiernos irresponsables, a quienes les resultaba más cómodo ir cediendo en vez de poner límites razonables a las demandas laborales, le hicieron un boquete mayúsculo a las finanzas públicas.
Ante la decisión gubernamental de decretar la desaparición del organismo, el SME recurrió a todas las instancias legales, incluida la Suprema Corte de Justicia, y fue perdiendo uno a uno sus recursos; usó sin éxito todos los espacios para defender “su verdad” y, al final, sólo le quedó la presión política: las movilizaciones iracundas, los sabotajes “hormiga” y la huelga de hambre: una medida extrema por una causa menor.
La aparente decisión gubernamental de ceder en una de las demandas —la “toma de nota”— abre riesgos mayores porque anticipa la posibilidad de que esos u otros huelguistas regresen a esa forma de lucha, ahora para reclamar que los acoja la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como “patrón sustituto”. Pero hay otro riesgo: que otros grupos aprendan la lección y entonces bastará con que animen a unos cuantos a jugársela (o a simular que se la juegan) para poner contra la pared a las autoridades. En un país como el nuestro, lastimado por la inequidad y la pobreza, las “causas” sobran.
Aunque no son los únicos en el país, en el caso de los ex trabajadores de Luz y Fuerza los privilegios de que disfrutaban habían agotado al organismo. Pero, a diferencia de las empresas que entran en quiebra y que sólo reparten sus saldos ruinosos, casi nada, en este caso el gobierno ofreció a los ex trabajadores una liquidación que excede con mucho la que establece la ley, otros fueron recontratados y para algunos se abren posibilidades de constituir empresas proveedoras de la CFE. Pero muchos de estos combativos sindicalistas prefieren la comodidad del dolce far niente, eso significa la preservación de sus “conquistas laborales”.
¿Quién engañó a quién? ¿Esparza, que logró arrinconar con la huelga de hambre a las autoridades, o los negociadores del gobierno federal, que lograron que se levantara la huelga sin darles a cambio nada tangible? Habrá que ver si, en tanto se alargan las negociaciones, sigue desgastándose el movimiento o si, por el contrario, un comité central con enormes recursos, hasta hoy congelados, hace de las suyas. Por lo pronto, el acuerdo evitó que la concentración del movimiento lopezobradorista coexistiera con el campamento del SME, lo que podría haberle arrojado gasolina al fuego y que los corresponsales extranjeros, con todo y sus camarógrafos, sacaran otra “nota” perturbadora desde la plancha del Zócalo.
Posdata
Al gobernador cuyo partido perdió las más recientes elecciones en su estado, sus paisanos le dicen “el Sumo Pontífice”, y no por su jerarquía y sus profundas convicciones religiosas, sino porque mientras el Papa es Benedicto XVI, él es bien adicto desde los dieciséis.
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