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Reforma

Qué hubiera sucedido si en lugar de sus caprichos de anciano, Porfirio Díaz hubiera aceptado a Bernardo Reyes como vicepresidente en 1910 y hubiera cedido su lugar al militar regiomontano en 1914. ¿Cómo sería México si en lugar de 10 años de guerra, enfermedades y caos, hubiera vivido una transición política de la dictadura a un régimen menos autoritario y democrático? ¿Cómo sería México hoy sin ley agraria de 1915, sin la Constitución de 1917, sin artículo 27 y la expropiación petrolera de 1938, sin PRI, sin Grupo Sonora, sin sindicalismo charro? ¿Qué México sería el de hoy sin la simulaciones del siglo XX (Iglesia, nacionalismo, política social, elecciones fraudulentas, represión simulada) pero también sin las conquistas específicamente atribuibles a la Revolución y sus secuelas? La pregunta es pertinente porque hay algunos puntos de referencia.
El primero que conocemos y contamos es la comparación con el resto de América Latina, o por lo menos con países de algún modo iguales al nuestro: Colombia, Venezuela, Brasil, Argentina, quizás Chile y Perú. Durante muchos años el oficialismo mexicano dijo -y muchos nos lo tragamos- que México era social, cultural, educativa, política y hasta psicológicamente (personalidad o identidad nacional) superior a los países de América Latina que padecieron regímenes oligárquicos -no populares-, golpes de Estado e insurrecciones a lo largo del siglo XX, o bien dominados por el imperio. El pequeño problema, como lo demuestra Schettino y como lo podemos comprobar simplemente leyendo los periódicos hoy, es que prácticamente nada de eso es cierto. México hoy no supera prácticamente a ninguna de las grandes naciones de América Latina en ninguno de los indicadores económicos, sociales, políticos, de derechos humanos, culturales, educativos, de salud, seguridad, etcétera. En algunos a México le va mejor; en otros, peor; en la mayoría, más o menos igual. Hay explicaciones para cada tema. Pero no hay absolutamente nada que demuestre que un país que tuvo una revolución política, social y en alguna medida económica a inicio del siglo XX haya contado con una sociedad menos desigual, con un poder político menos despótico, con menos violaciones de derechos humanos y con una soberanía mayor que los demás.
En todo caso eso es lo que seguramente se está debatiendo en los foros que se han celebrado y celebrarán en torno al centenario de la Revolución. Seguramente también están discutiendo el ejercicio contrafactual desde otra perspectiva: México estaría mejor o peor hoy con o sin el artículo 27; con o sin el régimen de partido único que duró 70 años; con o sin el nacionalismo ficticio y bravucón de más de un siglo; con o sin el inmenso sector económico estatal y los múltiples monopolios privados derivados de él y que han dominado la economía del país durante esos "100 años de Confusión".
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