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Interludio
Milenio

Naturalmente, tenemos opiniones y preferencias y, de tal manera, no arremetemos globalmente contra todos los posibles pecadores sino que seleccionamos cuidadosamente nuestros objetivos. Es ahí donde comienzan los problemas: por ejemplo, cierto sector aceptaría perfectamente una diaria andanada de diatribas contra el “espurio” pero no le vendría bien que el destinatario fuera Rayito. Y, al revés: hay gente que defiende a Calderón —así, nada más, porque piensa sinceramente que es un buen presidente— y que no comparte las feroces opiniones que le dedican otras voces.
Ahora bien, decir que la riqueza de México está repartida entre 30 familias —o entre trecientas— termina siendo un disparate tan grande como declarar que la pobreza no existe. Nuestro país, creo yo, está poblado, mayoritariamente, por personas de la clase media y dentro de esta categoría podemos incluir a aquellos asalariados que viven en una casa del Infonavit, a los que venden verduras en los mercados, a los que trabajan en los talleres mecánicos y a millones más. Decir esto no es negar la desigualdad. Es reconocer, simplemente, una realidad. Pues eso.
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