hgarcia@milenio.com
Cámara Húngara
Milenio

Hay una frase genial de Mark Twain que viene muy al caso: “¿Morir por mis ideales... y qué tal que estaban equivocados?”. Hoy, la idea de morir por la Patria no sólo suena anticuada, demodé, sino que resulta horrible. En un mundo cada vez más globalizado e integrado, en el que las fronteras se borran y todo apunta, a largo plazo, hacia una gran confederación mundial, sentencias como “La Patria es primero” o, peor aún, “Patria o muerte”, suenan a hueca demagogia reaccionaria cuando no a necrofilia pura.
Pronunciado por el presidente Calderón, en pleno año de falso Bicentenario (que debería celebrarse en 2021, ya que México se hizo independiente a partir de 1821) y en medio de una guerra que oficialmente no es guerra pero que ha costado más de 28 mil víctimas en tres años, eso de “la Patria se defiende con la vida y hasta la muerte” me parece un dicho bastante desafortunado.
En todo caso, hay que vivir por la Patria y eso sería, en estos momentos, luchar por la seguridad, la salud, la educación, el empleo, la integración internacional. Para mí ese vendría a ser el verdadero patriotismo y no el de “va mi espada en prenda, voy por ella” que en un contexto decimonónico estaba muy bien, pero que en pleno siglo XXI y en un país ahogado por la violencia resulta un sinsentido, algo que dice absolutamente nada y que no hace sino echar más gasolina a la hoguera.
La neta, eso de morir por la Patria no está chido. Sobre todo si los representantes de esa Patria son los inefables patricios de la clase política actual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario