Horizonte político
Excélsior
El Partido Revolucionario Institucional no siempre es institucional, sino cuando le conviene y puede sacar provecho de ello.

Ahora el PRI es reticente a sentarse a conversar sobre la actual estrategia de seguridad pública (que ya también lo es, por agravamiento, de seguridad nacional). Los coordinadores legislativos priistas no quisieron asistir. Beatriz Paredes había ido antes, simplemente a decir, palabras más o menos, que no contaran con su partido, esencialmente por el uso electoral que se le venía dando a esa estrategia. ¿Ha habido uso electoral de la política calderonista? Así me lo parece, aunque no siempre con buenos resultados políticos. Todo indica que Calderón convocó a los Diálogos, menos con el ánimo de rectificar su estrategia y más con el de compartir los crecientes costos políticos entre otros partidos e instituciones. Si no buscó consensos al iniciar su estrategia, fue porque Calderón intentaba monopolizar la rentabilidad política, sin compartir los beneficios con otros. Y en efecto, al principio cosechó popularidad y respaldo de amplios sectores sociales, que vieron una actitud de Calderón valiente, determinada, decidida. Pero con el tiempo las ganancias se han ido tornando en pérdidas. Cada vez es más cuestionada la estrategia, cada vez genera más costos políticos y, eventualmente, electorales, cada vez menos ciudadanos creen que el gobierno mexicano va ganando esta guerra. Conviene, pues, distribuir lo más ampliamente posible los costos del fracaso (aunque oficialmente se insista en que es un triunfo). Y de seguir creciendo la narcoviolencia, como probablemente ocurrirá, los electores pueden cobrárselo al PAN en las urnas. En 2009, la estrategia de seguridad fue el eje de la campaña panista, por lo cual el fuerte descalabro de ese partido hubo de considerarse como un rechazo implícito a la política de seguridad del gobierno federal. Por eso renunció Germán Martínez. Desde luego, a partir de encuestas, el PAN se defendía señalando que esa campaña le evitó pérdidas mayores de las que tuvo: en mayo, 31% pensaba que el gobierno iba ganando la guerra; en julio ese porcentaje subió a 39% (Parametría, julio, 2009).
Pero en otros comicios, como los de este año, en dos de las entidades más afectadas por el narco (Chihuahua y Tamaulipas) ganó el PRI.
Dos posibles razones de eso (que no son excluyentes): a) la enorme abstención provocada por la inseguridad permite un amplio margen de maniobra al voto duro del PRI; b) la población responsabiliza de la violencia al gobierno federal, no a los locales. En todo caso, al PRI le conviene, electoralmente, que los costos del cada vez más evidente fracaso los asuman sólo el gobierno y su partido; para muchos electores podría ser un motivo suficiente para votar de nuevo por el PRI en 2012.
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