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Interludio
Milenio

Imaginen ustedes, entonces, los colosales alcances de la efeméride que tenemos en puerta, ese bicentenario del comienzo de la revolución de independencia (el nacimiento propiamente dicho de la nación mexicana no ocurrió hasta 1821 y me pregunto, más allá del valor simbólico que tienen ciertas cifras, si no debiéramos festejar ese aniversario más que cualquier otro) y las grandiosas celebraciones que ha de concitar.
Pues bien, resulta que el Monumento del Bicentenario no estará terminado a tiempo. Por lo visto, en este México de tantas promesa quebrantadas y tantos proyectos abortados, ya no somos capaces ni de eso. El simbolismo de este fiasco no es cosa menor: estamos hablando de la capacidad de hacer las cosas a tiempo, de cumplir, de respetar los plazos y de saldar los compromisos. Cosas que, en un país serio, se dan por descontado. Parafraseando a Shakespeare: algo está muy podrido en el reino.
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