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Analista política
El Universal

Ciertamente, México en este momento es un lugar muy hostil, no sólo para mi Edmundo Bicentenario, sino para cualquiera. Y a pesar de los múltiples esfuerzos, a través de las décadas, de mejorar la calidad de vida de los mexicanos, si bien parecería que estamos enfrentando un estancamiento en el mejor de los casos, posiblemente la situación de los mexicanos en general estaría empeorando.
¿Cómo le explico a Edmundo que en este año bicentenario, 2010 —el año en que nació—, México ya presumía del honor de tener la ciudad más ciudad insegura del mundo —Ciudad Juárez—, además de ser los reyes en secuestro? Todas las estadísticas señalan que va en aumento la extorsión, robo de bancos y robo de autos a nivel nacional.
¿Cómo pudo suceder todo esto en México, un país que en un momento dado fue considerado entre las 11 economías más importantes del mundo?
Ante la realidad que se está viviendo en el país, incluyendo el aumento en adicciones, si quiero ser una madre responsable, tendré que empezar a explicarle a Mundito, a partir de los cinco años, el peligro de las drogas, del alcohol y del cigarro. A diferencia de mi generación, él nunca podrá ir al parque solo o caminar a la tienda de la esquina. ¿Cómo hacerle entender por qué tantos padres de sus compañeritos aspiran a salir del país, ya sea por razones económicas o de violencia? Desde muy temprana edad, una de las amenazas más contundentes a la salud de mi hijo será la obesidad. ¿Cómo le explico a Edmundo que vive en el país en donde existe todavía hambre, pero que también México es el segundo país en el mundo con obesidad?
Es difícil en este momento vislumbrar una salida a esta ola de violencia a corto plazo, e inclusive a largo plazo. Al contrario, ahora más y más, estas organizaciones del crimen organizado usan la sociedad civil como parte de su estrategia de guerra. Por lo tanto, lo que puede esperar mi hijo en sus primeros años de vida es que empeore la situación de violencia de su país.
A pesar de los sentimientos de pesimismo que sentía al salir de la sala de recuperación, recordé en ese momento que mi Edmundo Bicentenario es bisnieto de mi abuelo don Edmundo, nacido en Banámichi, pueblo en la sierra de Sonora, en 1900. Si mi tata Edmundo pudo sobrevivir los 10 años sangrientos y crueles de la Revolución Mexicana, este hecho me da esperanza.
Y al ver los ojitos azules de mi hijo por primera vez, mi pesimismo se convirtió en una fuerte determinación de ser parte del cambio que requiere el país. ¿Cómo? No sé en este momento, pero quiero pensar que cada madre o padre que ven por primera vez los ojos de sus hijos, sienten la necesidad de buscar la forma de transformar el país para que sea un mejor lugar para nuestros hijos.
Yo pienso celebrar el 15 de septiembre del año 2020 con mi Mundo con mucho más bombos y platillos que el Bicentenario del 2010. En el 2020 vamos a conmemorar el bicentenario y centenario de la terminación de hostilidades de dos guerras que resultaron en la muerte y miseria de miles de mexicanos. Espero también que cuando celebre el cumpleaños 10 de mi hijo, estemos también reconociendo que en México se empezó una nueva etapa de mejoras económicas, seguridad e igualdad. Quiero pensar que la crisis económica y de violencia de la década del 2010 se tradujo en que tuvimos la capacidad como sociedad de crear los consensos nacionales para aspirar a un México diferente y mejor que el México del año 2010. ¿Podemos cambiar el país en 10 años?
Eso fue lo que vi en los ojitos mi Edmundo Bicentenario.
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