septiembre 19, 2010

El error de Peña Nieto

Leo Zuckermann
Juegos de Poder
Excélsior

Ahora se hace creíble la versión de que el régimen autoritario del pasado podría regresar en caso de que el PRI gane las presidenciales.

¿Para qué quiere ser presidente Enrique Peña Nieto? ¿Para qué quiere tener mayoría en el Congreso de la Unión? Si es para aprobar reformas como las que pasó la Cámara de Diputados del Estado de México la semana pasada, cuidado, porque tendríamos un político en Los Pinos dispuesto a cambiar las reglas del juego democrático con tal de ganar.

El Congreso mexiquense aprobó una serie de reformas constitucionales y legales para dificultarle a la oposición del PAN y del PRD la posibilidad de aliarse en las próximas elecciones de gobernador del año que entra. Eliminaron la figura de "candidaturas comunes" para dejar la de "coaliciones". Redujeron, también, los tiempos de campaña, lo cual podría perjudicar a un posible candidato opositor poco conocido en el estado. Y, en las letras chiquitas, cambiaron las reglas de fiscalización de las campañas: delimitaron la actuación del Órgano Técnico de Fiscalización del Instituto Electoral del Estado de México y fortalecieron, en esta materia, al secretario ejecutivo quien en la práctica fue nombrado por el gobernador Peña Nieto. De esta manera, en la letra grande y en la chiquita, es una reforma regresiva para la democracia mexiquense.

Y luego está la forma en que la aprobaron. Sin mucha discusión, rapidito y en vísperas del megapuente vacacional por la celebración del Bicentenario de la Independencia cuando muy poca gente le está prestando atención a las noticias. Un típico sabadazo.

No es la primera vez que Peña Nieto trata de limitar la competencia electoral en su estado. El año pasado firmó un pacto de vergüenza. Dio su apoyo para incrementar un punto la tasa del IVA a cambio de que el PAN no se aliara con las fuerzas de izquierda en las próximas elecciones de gobernador mexiquense. Cuando vio que los panistas le iban a incumplir, Peña Nieto salió a los medios a denunciar que lo habían engañado.

El gobernador ha demostrado, desde entonces, preocupación por las elecciones en su entidad. No es gratuito. Hay muchas fuerzas políticas, dentro y fuera de su partido, interesadas en que el PRI pierda en el Estado de México para propinarle un duro golpe a Peña Nieto en sus aspiraciones presidenciales. Y por eso, al parecer, el gobernador está obsesionado por dificultar la posible alianza del PAN con el PRD en su entidad. Ahora con una reforma constitucional demostrando, así, un estilo de gobernar donde, con tal de ganar, se justifica todo.

Peña Nieto piensa que hay que reformar el régimen político mexicano para que el Presidente pueda aspirar a tener una mayoría en el Congreso. Así lo ha expresado en diversas ocasiones. Yo creo lo mismo. Sin embargo, empiezo a tener dudas en el caso de que Peña Nieto llegara a la Presidencia. ¿Para qué utilizaría su mayoría en el Congreso? ¿Para hacer reformas como la recién aprobada en el Estado de México?

Con esta decisión, Peña Nieto ha fortalecido el argumento de los que piensan que es mejor continuar con gobiernos divididos en México -donde el Ejecutivo no tiene mayoría en el Legislativo- para que los presidentes estén limitados y no puedan aprobar reformas regresivas, tanto económicas como políticas. En este sentido, Peña Nieto ha minado la tesis que él comparte de que es necesaria una reforma política para que el Presidente pueda aspirar a tener mayorías en el Congreso. Ha perdido, así, la credibilidad como un político de altura, preocupado por mejorar las instituciones, para convertirse en un oportunista dispuesto a todo, incluso a cambiar la Constitución de su entidad, con tal de acrecentar su poder.

Peña Nieto también les ha regalado un arma a los panistas y a los perredistas. Ahora se hace creíble la versión de que el régimen autoritario del pasado podría regresar en caso de que el PRI gane las próximas elecciones presidenciales, y más si se lleva una buena cantidad de diputados y senadores. Yo me rehúso a creerlo. Me cuesta un trabajo endemoniado pensar que los mexicanos del siglo XXI podamos regresar a un régimen de partido hegemónico, corporativo, subordinado a un poder presidencial exacerbado y con tendencias populistas. Pero esto es un argumento sofisticado, incluso exquisito. En la práctica, el electorado entiende ideas fáciles y los panistas y los perredistas van a argumentar -ya lo están haciendo- que Peña Nieto es una especie de Hugo Chávez toluqueño que está dispuesto a todo con tal de conquistar el poder.

Por eso creo que Peña Nieto cometió un error. A partir de ahora, sus detractores, que son muchos, dentro y fuera de su partido, lo pintarán como la cara joven del viejo PRI: mañoso y monopolista, que quiere ganar sin competir, que cambia la ley para inclinar la cancha a favor de su partido. Un Peña Nieto más autoritario que democrático. Y quizá tengan razón.

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