septiembre 26, 2010

El poder por el poder

Víctor Beltri (@beltri)
Politólogo
contacto@victorbeltri.com
Excélsior

Un escándalo tras otro, consumiendo nuestra esperanza y erosionando nuestra capacidad de asombro.

Cada vez que pensamos que la política nacional ha alcanzado el máximo grado de descomposición, nos damos cuenta de que siempre hay un poco más. Las circunstancias que rodean el caso Godoy son tremendas. Desde las “inequívocas” grabaciones hasta su fuga y desaparición. La actuación deficiente de una procuraduría que, tras el golpe espectacular del michoacanazo, no fue capaz de integrar correctamente los expedientes y terminó por liberar a la mayoría de los imputados. Después, el operativo para impedir su acceso al Congreso, y su sorpresiva toma de protesta.

Y así vivimos. La opinión pública es alimentada, en este y otros muchos asuntos, por dosis constantes de información, tan rápida, que no nos permite el estupor: es un escándalo tras otro, una iniquidad tras otra, consumiendo nuestra esperanza y erosionando nuestra capacidad de asombro. El tema de esta semana es Godoy, pero la semana pasada fue otro, y la anterior otro más. Los medios, literalmente, no tienen tiempo para ocuparse del desarrollo de todos los temas que supuestamente fueron, en su momento, de vida o muerte.

Vale la pena detenerse, por un instante, y reflexionar sobre dos temas que no podemos permitir se diluyan en los escándalos de la próxima semana. En primer lugar, tenemos que estar conscientes de la trascendencia del caso Godoy. Si los presuntos vínculos con el crimen organizado son reales, es gravísimo que se haya permitido su toma de protesta. Es legal, sí, pero el peligro que representa esa “narcocurul” es tremendo. Pudo haberse evitado la toma de protesta de mil maneras; para empezar, la PGR tendría que haber informado a los diputados de la seriedad de las sospechas en contra de Godoy, exhortándolos a negarse a la toma de protesta. Con un buen trabajo de comunicación, no se hubiera necesitado el gran operativo. Esto, insisto, si los vínculos son reales. Por otro lado, si Godoy dice la verdad, la situación es aún más grave. Hablaríamos, entonces, de una persecución del Estado contra algunos de sus ciudadanos, por causas políticas. La procuración de justicia al servicio de un partido político. Los dos supuestos son francamente preocupantes, y nos dejan a nosotros, ciudadanos de a pie, en estado de indefensión. O, ¿qué prefiere? ¿El Congreso infiltrado por el narco, o la procuración vindicativa de justicia por parte del Ejecutivo? Y encima, los partidos políticos encontrados en esto, PAN y PRD, nos quieren convencer de que lo mejor para el país es que se alíen en contra del PRI, quien por ningún motivo debe de regresar al poder.

Regresar al poder. El poder como concepto abstracto. Ese es el segundo tema sobre el que tenemos que reflexionar. Porque, al parecer, esa es la razón de ser de los partidos políticos en la actualidad: intentar, detentar y ostentar el poder. Esta semana, en el aniversario de la fundación del PAN, el presidente Calderón declaró a sus correligionarios que “vamos nuevamente a la conquista del poder”. No a la conquista del bien común. No a sentar las bases para el desarrollo del país. Vamos, ni siquiera a terminar de manera aceptable la lucha contra el crimen organizado. No. El exhorto a su partido fue a conquistar el poder, sin entender antes que el poder se gana para ser ejercido en beneficio de la comunidad, más allá de intereses personales o partidistas.

Esta semana tendremos más escándalos, con certeza. Caerá algún narcotraficante; habrá más balaceras; Fox seguirá declarando. Alguna renuncia, cualquier nombramiento. Pero no podemos olvidar, primero, que la verdad en el caso Godoy debe de aflorar lo antes posible, por el bien de la Patria; y en segundo lugar que, si los políticos conciben al poder como un fin, y no como un medio, entre el PRI del pasado y el PAN del futuro no habrá ninguna diferencia.

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